Julio Cortázar retratado por Mario Muchnik

Julio Cortázar retratado por Mario Muchnik

A la intemperie

Enigmas de Cortázar

Sin dejar de ser una novela, 'Rayuela' es un inmenso libro de cuentos, una novela de cuentos inmensos que siguen vivos

17 mayo, 2023 04:15

Los cuentos de Cortázar encierran un licor intelectual muy adictivo que obliga al lector avisado a volver sobre sus pasos y regresar una y otra vez a la lectura de las mismas escrituras. Esas escrituras encierran igualmente enigmas abiertos que el escritor deja al sentido del lector y que permite a este participar de un diálogo mental con el escritor del cuento.

Se da como cierto que Rayuela es una novela y así está considerada por los lectores y los críticos y estudiosos de la obra del escritor argentino. ¿Y si no lo fuera? ¿Y si Rayuela fuera parte del juego más importante de Cortázar y escondiera una colección de cuentos interminables que giran como un trompo en torno a la misma historia que se relata?

No es por llevarle la contraria al mundo que más sabe sobre Cortázar, pero sigo pensando cada vez más que en Rayuela hay más que una novela, que hay otra lectura escondida en la novela y que ese juego forma parte del placer en el que se encuentran el texto, el escritor del texto y el lector: cuentos y relatos en torno a los mismos personajes y las mismas historias, con tramas y argumentos que son uno y múltiple, en un trabajo de espejos que el lector debe descubrir preguntándole a cada capítulo cuál es su verdadero lugar en la novela…

El lector de "Continuidad de los parques" está leyendo su propio asesinato: lee cómo lo van a matar y lee cómo lo matan

Por eso siempre digo, cuando me lo preguntan, que Rayuela, sin dejar de ser una novela —nada tradicional, por cierto— es un inmenso libro de cuentos, una novela de cuentos inmensos que siguen vivos y a los que nos se les ve ninguna costura de vejez en ninguno de sus capítulos. Al contrario, sus inventos parece que llegan, en muchos casos, del porvenir que solo el autor vislumbra en su propio pasado y en su sabiduría de escritor literario.

Todo esto, claró está, es para discutirlo entre lectores de la novela y de los cuentos de Cortázar. Sólo digo una vez más que sus textos son adictivos como el alcohol o los estupefacientes y el lector —quiero decir el lector de verdad, el que lee literatura por costumbre todos los días— viene obligado a volver al viaje fantástico de la lectura.

Mi cuento favorito escrito por Cortázar es “Continuidad de los parques”. Es un relato corto pero lleno de sustancia y talento literarios en donde el lector debe dilucidar al final de su lectura quién es el asesino. En el relato, el lector está leyendo su propio asesinato: lee cómo lo van a matar y lee cómo lo matan. ¿Es el lector del cuento un paranoico, es un suicida que se mata mientras lee, quién entonces lo mata?

Hay otro cuento de Cortázar, entre otros muchos parecidos en talento intelectual, deslumbrante, lleno de belleza imaginativa y verbal: “Casa tomada”. El lector del relato lee cómo el protagonista del mismo se va dando cuenta de que están invadiendo poco a poco su casa, la casa en la que vive, sin que él pueda hacer nada por evitarlo. El protagonista no grita, no pide auxilio, no hace gran cosa por liberarse del peligro que está inundándolo todo. ¿Quiénes son los invasores, qué tipo de personajes son los soldados o fantasmas de la cabeza que toman la casa del protagonista?

[Y Edgar Allan Poe creó a Auguste Dupin]

En los dos relatos está la huella perenne de Edgar Allan Poe. Cortázar conocía muy profundamente la literatura de Poe porque lo tradujo para la Revista de Occidente de Ortega y Gasset a pedido de Francisco Ayala cuando este vivía todavía exiliado en Puerto Rico. Cortázar conocía, pues, el sinuoso y fantástico terror del poeta Poe y lo traslada a algunos de sus relatos (lean “El ídolo de las Cícladas”, por ejemplo) con una sutileza intelectual y una suavidad que no encubre su tremenda profundidad literaria.

Tengo para mí que el ejército invasor (o el invasor único y múltiple a la vez que va tomando la casa durante el relato) es la figura revoltosa y al mismo tiempo llena de silencios que traducen los fantasmas cerebrales del terror del protagonista.

Otro enigma subyace tras el punto final de “Continuidad de los parques”. Esa interrogación hipnotiza al lector del relato —no al que lee su muerte, sino el lector que somos, que leemos igualmente la muerte del protagonista-lector— y lo obliga a leer adictivo, una y otra vez, el relato de Cortázar. Tengo para mí desde hace mucho tiempo que en ese relato, suavemente Poe como ya he dicho, hay un oculto homenaje literario de Cortázar a Agatha Christie, la gran escritora de novelas policíacas que están tan vivas como los cuentos del argentino.

La clave para poder resolver este relato, el enigma que nos propone el autor, puede estar en la clave que siempre resolvía los relatos de Aghata Christie. Relean el cuento de Cortázar. Piensen en alguna novela de Aghata Christie. Dense cuenta que cuando el asesino entra a la casa del hombre que lee y él va a matar, el perro no ladra. De modo que no es un invasor, sino una persona conocida. En fin, ahí está la llave.

Joseph Brodsky

Nacido en 1960

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