Tina Suárez Rojas

Tina Suárez Rojas

A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Tina Suárez Rojas: para huir del hastío

Cada poema de 'De cotidianitud', un libro sin duda consagratorio, es una joya única

3 noviembre, 2021 07:16

Huir del hastío es para la poeta Tina Suárez Rojas una necesidad poética: una obligatorietud. Eso es lo que construye en De cotidianitud (Renacimiento; Sevilla, 2021), un libro de poemas sin duda consagratorio. En medio de la gran mediocridad poética que hoy pulula por la geografía de nuestra lengua española (en cada provincia lejana, en cada pueblo remoto, en cada rincón y latitud posibles, hay siempre y por lo menos un poeta mediocre que cree escribir poemas...), de vez en cuando se ve una luz que escapa del hastío rutinario y se aferra a la libertad del poema. Tina Suárez Rojas, prestidigitadora del ritmo poético, de la música verbal y de la arquitectura del verso, huye del hastío del contexto con la elegancia de esa luz que se da la luz a sí misma y "fabrica" otra geografía posible en el área ideal del poema.

En todo caso no hay patria; en fin, en Tina Suárez Rojas en todo caso la única patria es el poema. Escapar del hastío del contexto geográfico y no decirlo ni insinuarlo, como buscaba el poeta Horario: "Quiero ser claro, resultó oscuro". Pero ahí está el camino, poema sobre poema, voz sobre voz, construyendo la arquitectura técnica de una música que se contrapone a la de las sirenas de las rocas que llaman al suicidio. Al suicidio de mirarse al espejo de la chiquititez más absurda; la música de las sirenas malvadas que llaman con su aplauso a la sonrisa del rebelde petrificado en el narcisismo de creerse no sólo el mejor sino el único. La poeta Tina Suárez Rojas detesta el espejo porque no necesita mirarse en él para buscar entre las rocas el oro que la poesía le tiene prometido. No hay oro en el fondo de las rocas donde cantan las sirenas exigiéndole al viajero -al poeta- que detenga su camino, que no siga exponiéndose a la ira de los dioses o a los trabajos del aplauso local.

Hace unos meses hablé (escribí) aquí sobre dos libros de poemas de Tina Suárez Rojas que me habían entusiasmado. Con De cotidianitud he vuelto a encontrar esa luz poética en cada verso que la poeta traza con los dedos verbales de su orfebrería musical y gramatical. Huir del hastío es escapar de la mediocridad cotidiana. La poeta traza su camino, limpia de mala rutina la línea con la que cada palabra va construyendo la arquitectura del viaje. Porque el viaje es el nuevo edificio poético con el que la poeta sueña escapar del contexto. Y para esa labor hercúlea sueña con las palabras exactas y con el exacto lugar en el poema de cada palabra exacta. El camino está marcado: la ausencia de la poeta Tina Suárez Rojas de la multitud cotidiana que se reconoce en la masa supuestamente poética para conseguir la sonrisa y el aplauso de gente que no importa nada, municipal y espesa, y que no merece apenas un saludo, de paso y urgente.

Leer De cotidianitud es encontrar otra vez la excelencia en el verso, en el talento lírico para encontrar la palabra o el verso completo, ese camino que huye desde el hastío hasta el horizonte, porque como decía el poeta negro de ojos azules, el mismo que se fue nadando de la isla perdida para huir de la nada y llegó al paraíso de Harvard para escribir la mitología de su tierra ("Omeros", ni más ni menos) y encontrar el tesoro poético que andaba buscando. Porque eso es también la poesía: buscar mientras se huye del vacío; encontrar mientras se busca. Al final, queda la poesía, queda el poema, cada poema del libro De cotidianitud. No es un mensaje lo que Tina Suárez escribe al universo, fuera de contextos y geografías restrictivas: es su pensamiento, su manera de encontrar la salida del laberinto mientras por las galerías del mismo el minotauro aplaude y ruge persiguiendo el fracaso del poeta. Ya lo escribió el poeta Eugenio Padorno hace muchos años: "Creta es inmortal".

Además, están las epifanías que Tina Suárez Rojas sitúa en los bordes del camino como señales para los lectores avisados y elegidos; pequeñas señas de la identidad de la poeta, de la biografía escondida de la escritora, de sus referencias vitales, intelectuales y literarias; de sus referencias poéticas. El lector avisado, el que entra en las páginas de De cotidianitud como quien intuye o sabe que entra en una catedral poética anterior a todas las religiones patrióticas, encuentra el tesoro de la emoción intelectual en cada uno de esos poemas que la poeta, en su camino hacia la libertad, escribe con el cuidado y la distancia respetuosa del orfebre inventando una joya única. Eso es cada poema de De cotidianitud: una joya única. Lo demás es silencio reflexivo, satisfacción íntima por la lectura de esos mismos poemas por parte del lector ya cómplice. Abelardo Linares y Juan Bonilla, los editores, tienen en sus manos el futuro de los libros de una diosa poética; la poeta tiene en sus manos escribir su universo, construir su diccionario sagrado, al margen de sirenas que tratan por todos los medios de evitarlo.

El Cultural

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