El Cultural

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A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Matar a Homero

Para saber quiénes somos realmente, las mitologías y literaturas griegas y latinas son capitales: abren un espacio imaginativo que conduce a la libertad de pensamiento

9 febrero, 2021 14:08

Según algunas profesoras de ciertas universidades norteamericanas hay que matar a Homero. Me refiero al griego, al poeta (o poetas) ciego que nos legó la Iliada y la Odisea, dos de las más importantes obras de arte escritas en Occidente en treinta siglos; dos de las más importantes "biblias" sagradas de la cultura occidental, madres de la tragedia clásica y abuelos de Shakespeare y todos los trágicos que han sido en el mundo occidental por todos los siglos. Para eso han empezado por sacar del "currículum" universitario el estudio de los textos griegos de la Iliada y la Odisea y los han condenado al ostracismo, a la nada, al infierno de los olvidos de sus universitarios. A esto la jerga sociológica y periodística ha dado en llamarlo "cultura de la cancelación", una suerte de censura a favor de lo políticamente correcto y del viento populista que sueña con todas sus trompetas en nuestro mundo libre, restringiendo la democracia y el libre pensamiento. Esa "cultura de la cancelación" no es nueva, sino que existe desde hace mucho tiempo: desterrar a una persona, condenarla a la muerte social, a ella y a sus obras, por sobresalir y no seguir las órdenes de los señores de las tribus, es cosa de la genética animal que los humanos heredamos del mono y hemos ido engrandeciendo con el tiempo y los siglos. Esta "cultura de la cancelación", que ahora utilizan en sus artículos tantos charlatanes que pululan por las redes sociales, ha cobrado una dimensión brutal en estos últimos tiempos a través de ciertos movimientos feministas extremos y determinados malentendidos históricos que llevan directamente al analfabetismo político y cultural de las masas. Y ya hemos llegado, en este y en peores sentidos, a la universidad: Homero ha de ser erradicado de los estudios universitarios, hay que encender hogueras con sus libros y prenderles fuego; hay que sacarlos de la memoria colectiva occidental como se ha ido sacando, poco a poco y con siniestra destreza, a las Humanidades de los estudios básicos de la gente. Mientras menos se piense por sí mismo, menos libre se es. Y más dócil y obediente a los señores del poder.

Homero es un gran "partenón" de la cultura occidental, ya se sabe. Es una "acrópolis" entera y sus obras marcan el principio del conocimiento de la literatura en todos sus géneros y la filosofía en todos sus aspectos. Ahí, en ese estudio, empezamos los occidentales a ser libres (o a creernos tales), a ser rebeldes (aunque sea durante una temporada larga de nuestra educación sentimental), comenzamos a sentir la identidad individual como la máxima libertad del ser humano y comenzamos a entender misterios que, hasta nuestra adolescencia, son sólo brumas y pájaros locos en nuestra cabeza. Ahora comienza su destierro. No es nada raro, porque el avance de la bestialidad en nuestro universo tecnológico es de una vitalidad asombrosa. El sentido común ha sido desterrado de cualquier discurso, todo se ha vuelto un discurso y un trabajo de Catilina; la política ha dejado ya de ser arte de lo posible para entregarse a un programa belicoso donde los que no piensan como nosotros son nuestros enemigos a los que hay que sacar de la Historia y la actualidad cuando más pronto y cruento mejor. Porque de eso se trata: de llegar a ser hombres y mujeres que no sabemos lo que son. Por eso hoy ya no hay extravagancias mediocres como antes, sino que son los mediocres los que se han hecho con el poder de los poderes. También a la Universidad han llegado los bárbaros, los talibanes que destruyen la memoria histórica, la personal y la historia que llamamos memoria colectiva, para llevar al ser humano a una esclavitud en la que se sienta bien bajo su condición de preso. Para entender todo eso, para saber quiénes somos realmente, las mitologías y literaturas griegas y latinas son capitales: abren un espacio imaginativo que conduce a la libertad de pensamiento a través del gusto y el placer del estudio de la filosofía y del pensamiento. Ya se sabe que sólo se sabe lo que se sabe decir, pero ahora la mayoría de los que dicen no saben ni lo que se creen que saben y ni siquiera, porque no lo saben, lo saben decir y escribir. 

Tengo para mí que, al menos en mi caso personal, Homero y todo lo que representa es una de las cumbres no sólo de la literatura universal, columna central de la cultura occidental, sino también simiente y cimiento del concepto de la libertad que ahora nos quiere, con siniestra destreza, quitar poco a poco: el derecho a la libertad de aprender a ser libres a través de los maestros que, en todos los siglos, nos han enseñado a serlo. Tengo la esperanza de que el ser humano, como Odiseo en su aventura a través de la historia del Mar Mediterráneo, tendrá la suficiente astucia e inteligencia para escapar de las mentiras de los brujos del poder que nos acucian ahora como nunca. Aunque tal vez sea, por hoy, demasiado optimismo.

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