A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Reivindicación de Colombine

21 febrero, 2018 09:42
Carmen de Burgos

Carmen de Burgos

De un tiempo a esta parte, en la que la mujer ha tomado las riendas de su defensa en una sociedad machistoide, se viene reivindicando, y rescatando del olvido, la figura política e intelectual de Carmen de Burgos, a quien Augusto Figueroa bautizó con el pseudónimo de Colombine para que con ese nombre firmara los artículos en su periódico. También, entre otros, utilizó el pseudónimo de Marianela porque era una admiradora irredenta de Benito Pérez Galdós. El novelista murió el 5 de enero de 1920 y Colombine cayó en una tristeza abismal por la pérdida de su amigo, de la que sólo pudo salir escribiendo una novela corta en homenaje al escritor fallecido. La novela se titula La entrometida y el protagonista, un alter ego de Galdós, se llama Pérez Blanco. Galdosiana hasta el final, Colombine acogió en su casa, donde se celebraba la Tertulia Modernista, a un Tomás Morales muy joven, que allí leyó sus primeros versos atlánticos. En Canarias siempre se dijo, en los circuitos intelectuales y políticos de la élite, que Tomás había sido amante de Colombine, como tantos otros escritores, pero todo eso no está constatado por ningún investigador decente. Da lo mismo: la importancia literaria e histórica de Colombine si está registrada y constata en el tiempo, aunque el franquismo hizo desaparecer su nombre y sus obras de legado histórico republicano.

Oí por primera vez el nombre de Colombine en mi casa, todavía yo con muy pocos años, no sólo por las "razones" de Tomás, muy cercano a mi familia (casado con una prima de mi abuela Medina), sino porque otro familiar había sido acogido por Colombine en su huida a Madrid. Ella se llamaba y se llama en la literatura Mercedes Pinto (de Armas Clos) y terminó por ser uno de los más importantes personajes de la España peregrina, hasta recalar en México, el gran México del presidente Cárdenas, que hizo de México el mundo y de ese mismo México la patria del exilio español republicano.

Ese personaje, Mercedes Pinto, ha flotado y dado vueltas en mi cabeza hasta convertirse en un fantasma literario y familiar que he ido transformando a través de mi propia escritura en el protagonista de Cuatro veces mariposa, la novela en la que ando metido (y perdido) desde hace años. Colombine aparece con frecuencia en las páginas de la novela, porque en la vida de Memé, así llamada familiarmente, tuvo una importancia extraordinaria, además de una influencia muy relevante en su destino. Pero ahora y aquí se trata de Colombine, una mujer tan importante como la Pardo Bazán, la Kent o la Campoamor. Ahora y aquí es tiempo de mujeres.

Y de mujeres inteligentes. De modo que sacar del olvido, de la tumba de los silencios, a Calombine es una cuestión de justicia histórica. No quiero decir que haya estado olvidada por todos ni mucho menos, pero su vida fue una sarta de problemas creados por los demás porque esta mujer excepcional había simplemente nacido mucho antes de lo que le correspondía. El "mejor de sus amantes" fue uno de los locos literariamente más lúcidos del universo intelectual del momento y hasta ahora mismo, Ramón Gómez de la Serna, que no contento con tenerla a ella acometió la aventura de tener también, y al mismo tiempo, a la hija de Colombine, María. El escándalo en aquel instante fue tan grande que Ramón huyó a la Argentina, donde fue también muy famoso, y sólo regresó a España, gordo y bastante más viejo, cuando Colombine lo perdonó.

En la Tertulia Modernista "debutaron" Tomas y Miguel (Hernández) leyendo sus poemas, pero por allí pasaron real o en conversaciones interminables desde Galdós a Unamuno, aquel Unamuno un poco arisco que se peleó a muerte con Ortega por pedir este último que había que europeizar España, cuando el vasco pedía a gritos el disparate de "españolizar a Europa". La vida sigue, aunque parece que está detenida o sufre una regresión de tal calibre que a veces pensamos que estamos viviendo en el mercantilismo del pasado.

Colombine, pues: hay que seguir reivindicándola. Es un ejemplo para las mujeres y para los hombres. Una mujer castigada por su marido, que posaba de bohemio cuando no era más que un señorito borracho y parrandero. Colombine: una mujer que caminó por sí misma hacia la independencia y la libertad, sin dejar de escribir artículos en muchos de los periódicos de España, defendiendo siempre lo que en los años 20 era una revolución: el derecho de la mujer a ser libre, a votar, a ejercer su libertad como le viniera en gana y ocupar su papel preponderante no sólo en la familia sino en la sociedad y sus instituciones. Sí, ahora hacen falta mujeres como Colombine, valientes, tozudas, razonables, provocadoras, reales. Felizmente quiero creer y creo que las hay, aunque tal vez no sepan que antes que ellas ya se luchaba por los derechos de la mujer hasta la extenuación. Colombine fue una de esas luchadoras, por eso hay que reivindicar su memoria, su vida y su obra.

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