Image: En la vibrante oscuridad

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Exposiciones

En la vibrante oscuridad

Querer parecer noche

2 noviembre, 2018 01:00

Miguel Ángel Tornero: La tierra inculta, 2017-18

Centro de Arte Dos de Mayo CA2M. Avda. de la Constitución, 23. Móstoles (Madrid). Comisarios: Beatriz Alonso y Carlos Fernández-Pello. Hasta el 27 de enero

Hace poco participaba en un debate en torno al significado de la etiqueta de "artistas locales". No me parecía un asunto para una discusión demasiado acalorada, pues no deja de ser algo más o menos administrativo - aquellos creadores que han nacido o desarrollan su trabajo en un lugar determinado- que la realidad supera de una manera más orgánica. En el caso de Madrid, es verdad, la cosa se dispara. Son muchos los que pasan por aquí, hacen exposiciones y se quedan un tiempo. Querer parecer noche, la exposición con la que el CA2M celebra a bombo y platillo su décimo aniversario, reúne a una buena representación de ellos en una selección que, como tal, podría haber sido otra. La responsabilidad ha recaído en manos de los comisarios Beatriz Alonso y Carlos Fernández-Pello, artista también y compañero de proyectos y de generación de muchos de los participantes.

No es esta una exposición racional, con un tema claramente delimitado en secciones a lo largo de un recorrido, sino una experiencia en la que mandan las sensaciones y el protagonismo absoluto lo tienen las obras. Entre los casi sesenta artistas participantes el núcleo duro lo componen los nacidos cerca de los ochenta. Hay también cameos históricos, algunos sorprendentes, aunque reconozco que estos nombres mayúsculos -Miró, Calder, Val del Omar, Helena Almeida...- a veces me parecen un poco traídos por los pelos. Entre las excepciones está la sala de Palazuelo, Juan López, Jacobo Castellano, Sánchez Castillo y Marta Fernández Calvo que es simplemente una delicia.

Juan López: Locals Only, 2018

Pero volvamos al ritmo del montaje, panelado por esas cortinas azules que fluyen al ritmo de las obras invitando a deslizarlas. Me recuerdan a aquella instalación de Ann Hamilton en la Bienal de Estambul de 2003 en la que, motorizados, se movían de manera intermitente poniendo en jaque al público. Hay aquí algo de eso, una llamada al espectador activo a que investigue. No son las únicas telas, Belén Rodríguez ha cubierto la entrada de los ascensores de cada planta con unos telones-lienzo teñidos con motivos tropicales, cinco piezas que le van al edificio como anillo al dedo. Le acompañan con obra nueva otros 19 artistas, el resto juegan con algo de desventaja y nos dejan con ganas de más Miren Doiz, Julia Spínola o Kiko Pérez, este último representado con tres pequeñas esculturas de madera de samba que quizá no sean lo más representativo de su trabajo. Otros, sin embargo salen airosos, como Patricia Esquivias con la retroproyección de El pueblo español tiene un camino... que viene del Reina Sofía.

Pero yo creo que esta exposición es también un homenaje a otras con las que ha convivido en estos años el CA2M. A propuestas de galerías en las que hemos visto últimamente a Fernando García y sus lienzos con vino del Priorat (Heinrich Ehrhardt), las pinturas de Ballester Moreno (Maisterravalbuena), los muebles desfigurados de Hisae Ikenaga (Max Estrella y Formato Cómodo), o la fotografía expandida de Alfredo Rodríguez (Espacio Valverde). También a programas recientemente desaparecidos como Abierto X Obras en Matadero, que han permitido a artistas como Juan López, Elena Alonso y Teresa Solar trabajar con el espacio. Algo queda aquí de esa experiencia. Juan López tiende puentes entre la arquitectura y la escritura, juega con el lenguaje y oculta en un bajorrelieve de cemento las palabras de una pintada de la calle. Y Elena Alonso forra con piezas de cerámica el arco de entrada a la sala. Aunque si hablamos de cerámica me quedo con Marta Fernández Calvo, una de las grandes sorpresas de esta exposición con un rodapié que recorre 50 metros de las salas. Sutil, como siempre, algunos visitantes despistados no repararán en él.

Belén Rodríguez: Yo extraigo el color, 2018

Hay también obras más experimentales de estética postinternet, y propuestas como la de Isabel Marcos para ver en el portátil o en el móvil. Y salas dedicadas a la noche, claro. Dialogan con acierto el mundo del Madrid subterráneo de Lara Almarcegui con la pintura de asfalto de José Díaz, las esculturas-vaso-bar del joven Víctor Santamarina y la barra de pub de Javier Fresneda. Sin olvidar la pieza de María Jerez, esa que da imagen a la exposición y se despliega en el nuevo espacio abierto del museo. Un paisaje de telas y texturas que nos traslada a otros mundos donde el sonido de los hinchables es un material más.

La pieza de Lara Almarcegui, de la colección, bien podría cerrar la muestra. Recopila los datos de las aguas subterráneas, alcantarillado, metro y aparcamientos de esta ciudad "hormiguero". Porque Madrid hay muchos, visibles e invisibles, y sus artistas están en plena forma. Una exposición de visita obligada.

@LuisaEspino4