Luigi Ghirri: Orbetello, 1974

Museo Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Comisario: James Lingwood. Hasta el 7 de enero de 2019

En 1981 se pudo ver en el International Center of Photography de Nueva York la exposición The New Color, que reunía por primera vez los trabajos de jóvenes estadounidenses -entre ellos William Eggleston, Joel Meyerowitz, Stephen Shore o Eve Sonneman- que habían conquistado a lo largo de la década precedente el estatus artístico para la fotografía en color, con un gran desarrollo previo en las revistas ilustradas como National Geographic, Vogue y Life, en los carteles publicitarios y, claro está, en la práctica amateur, pero por lo general despreciada en el ámbito creativo. Aquel mismo año el Musée d'Art Moderne de la Ville de París organizó la muestra Ils se disent peintres, ils se disent photographes, en la que participaba Luigi Ghirri (Scandiano, 1943 - Roncocesi, 1992) con artistas-fotógrafos próximos al conceptual como Christian Boltanski, Hans Peter Feldmann, Gilbert and George, Giuseppe Penone o Cindy Sherman. Ambos eventos recapitulan el marco internacional en el que se fraguó la pionera y relevante aportación de Ghirri a la fotografía especulativa ("pensar es especular con imágenes", en expresión adoptada por él de Giordano Bruno) desde principios de los setenta, cuando aún trabajaba como aparejador en Módena y reivindicaba el potencial del color y de los formatos "pobres" de las tiendas de revelado para transmitir toda la riqueza y la complejidad de la experiencia visual moderna en la era de la proliferación de la imagen en el espacio público.



Hay en Ghirri una vocación de cartografiar el entorno. Nunca manipuló la realidad, que veía como un gran

Esta exposición, organizada con el Museum Folkwang de Essen y del Jeu de Paume de París, y comisariada por James Lingwood, se limita a la obra de Ghirri en esa primera década de su trayectoria en una decisión poco acertada. Es muy cierto que los mayores hallazgos del artista se produjeron en esos años, pero lo realizado después no es nada desdeñable. Teniendo en cuenta que se trata de su primera gran retrospectiva fuera de Italia y que su producción no es en absoluto inabarcable (murió a los 49 años), se habría podido ofrecer una panorámica completa que incluyese capítulos como su intensa colaboración con Aldo Rossi, su larga investigación sobre el paisaje italiano, importantes encargos como el que hizo en 1984 sobre Versalles, y sus análisis de espacios museísticos o de entornos de creación como los talleres del pintor Giorgio Morandio incluso sus numerosas portadas de discos de música ligera (fue muy amigo de Lucio Dalla) o clásica, para la RCA. A pesar de ello, la muestra es de elevado interés y permite conocer en profundidad las series iniciales, con un guión muy fiel a la sistematización de su trabajo que él mismo estableció en la exposición que le dedicó en 1979 la Universidad de Parma, titulada Vera fotografía y estructurada en catorce secciones que se repiten ahora.



Luigi Ghirri: Rimini, 1977 (detalle)

"No ha sido mi intención hacer FOTOGRAFÍAS, sino PLANOS, MAPAS que sean, al mismo tiempo, fotografías", afirmó Ghirri, y es evidente que hay una vocación en él de cartografiar el entorno. Como es frecuente en la fotografía conceptual, se imponía a sí mismo para cada proyecto o serie un sistema -motivo, distancia, encuadre- que aplicaba a desplegar repeticiones y variaciones de una configuración visual dada. "Dada", sí, porque en tiempos pre-digitales, nunca se permitió manipular la realidad, que veía como un gran collage en el que se integraban las imágenes, las líneas y las palabras: en soportes publicitarios, señales, escaparates, elementos arquitectónicos, alambradas, carreteras…



No hay, sin embargo, nada de abigarrado en él. Su estilo es limpio, ordenado, y la confusión que sus fotografías nos producen (a veces es difícil discernir en ellas qué es real y qué es ficticio) deriva de su sabio manejo de los recortes, los reflejos, las sombras. La catalogación de situaciones visuales similares y la secuenciación son herramientas clave en la producción y en la presentación de su obra. Supo entender el régimen escópico de su tiempo, que no era el nuestro, dominado por las pantallas digitales, sino el del consumismo, el turismo y el simulacro. La mirada y "las vistas" protagonizan algunas de sus series más celebradas, en las que aborda también el asunto del viaje a través de las representaciones: mapas, dioramas o el parque de miniaturas de Rímini. Y todo esto, que es bien serio y hasta oscuro, lo aborda con luminosidad formal y fina ironía.



Lingwood dice que la apreciación reciente de Ghirri tiene origen en su inclusión en la colectiva La Carte D'Après Nature, sobre la "fortuna artística" de Magritte, comisariada por el artista Thomas Demand en 2010 pero hay que considerar otros factores, anteriores y posteriores, como la labor del Archivio Luigi Ghirri (presta aquí la mayor parte de las fotografías) la gestión comercial de su herencia que hacen galerías bien posicionadas, Mai 36 en Suiza y Matthew Marks en Estados Unidos, el abierto reconocimiento en su país (exposiciones en Castello de Rivoli o el MAXXI de Roma) y las bendiciones de la Aperture Foundation, que le dedicó una exposición y un libro en 2008, o la revista Artforum, que incluyó un amplio portfolio en 2013. Y que su visión tiene aún hoy mucha vigencia, con un atractivo punto nostálgico.



@ElenaVozmediano