Image: Hans-Peter Feldmann, elogio de la nada

Image: Hans-Peter Feldmann, elogio de la nada

Exposiciones

Hans-Peter Feldmann, elogio de la nada

Una exposición de arte

24 septiembre, 2010 02:00

Comisaria: Helena Tatay. Museo Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Hasta el 28 de febrero de 2010.

Recortes de prensa, fotografías de flores, de radios de coche, de personas fumando, postales de "pin-ups", de estrellas del deporte, instantáneas de vistas desde el hotel... el inmenso catálogo creativo de Hans-Peter Feldmann llega al museo Reina Sofía para señalar lo que hay allí donde nadie ve nada.

El casi septuagenario Hans-Peter Feldmann (Düsseldorf, Alemania, 1941) es una de las grandes figuras del arte conceptual y, en cierto modo -desconfío siempre de clasificaciones y precedencias-, uno de los pioneros del arte del archivo. Como muchos de sus compañeros de generación y aventura, tras su irrupción en el mundo del arte -más bien en sus aledaños y márgenes- a finales de los años sesenta y después de una actividad relevante en la década siguiente, Feldmann desapareció de la escena en los años ochenta -una desaparición voluntaria, en su caso, para abrir una tienda de antigüedades y editar diversas revistas sobre temas tan insólitos y minoritarios como los dedales- y regresó al arte en la década de los noventa, justo cuando se publica un primer catálogo de su obra. Desde entonces, ha alcanzado un papel protagonista y de enorme influencia.

Afán recolector
No sé cuando inició Feldmann su afán coleccionista, pero debió de ser muy temprano y resultó clave en su personalidad creativa. En él, desde los sesenta hasta ahora mismo, todo procede de la reunión y acumulación de cosas aparentemente iguales de las que explora sus posibilidades. Cosas simples, banales, que dibujan una imagen frívola y consumista de la sociedad, pero, a la vez, recolectora de sus mitos y símbolos más inmediatos y populares.

Ese inmenso imaginario procede de reproducciones de revistas -cuando no son las hojas mismas de esas revistas- o de periódicos, cartas, carteles, cromos, postales, cuadros y otros objetos encontrados, folletos y desplegables de supermercados, anuncios de restaurantes de comida rápida, fotografías de todo tipo -incluidas las tomas propias-, ampliaciones, etc. Con ellas, o con sus reproducciones, Feldmann editaba pequeños libros, que constituyen una peculiar nomenclatura del mundo contemporáneo -y alguna broma más sarcástica que irónica sobre el pasado-.

A esas obras procedentes de la recopilación se suman otras -todas ellas sin firmar ni fechar-, más subyugantes, realizadas por el propio artista. En ocasiones son secuencias fotográficas, por ejemplo las 36 tomas de un carrete convencional de un mismo acto o circunstancia: una mujer que limpia la ventana de su apartamento, un barco que pasa a la orilla de un río o un lago, etc. Secuencias que embolsan el tiempo, que lo engullen para exponérnoslo físicamente, visualmente.

Otras veces son cosas u objetos aparentemente iguales -el ejemplo paradigmático es su serie de las fresas- de los que Feldmann extrae, por así decirlo, la nómina de sus diferencias y singularidades. También la búsqueda de las elecciones de otros, como cuando sugiere a la gente que sostenga ante el objetivo de la cámara una fotografía que para él tenga algún significado o recuerdo importante.

Maestro de la apropiación
Helena Tatay, que ya comisarió la primera retrospectiva de Feldmann en España, en la Fundación Tàpies en 2002, lo hace ahora en el Reina Sofía, y presenta, a la vez, una publicación específica, Another Book, realizada en colaboración con otras instituciones europeas. Las salas de la tercera planta del museo se adecuan perfectamente a la composición de este original gabinete de curiosidades que incluye todas las imágenes tentadoras del mundo.

A lo largo del recorrido, el visitante puede asomarse a las distintas maneras de apropiación de Feldmann. Encontrará la irónica ampliación de cortes de pan de molde integral; la colección de aviones de línea regular; las imágenes de camas deshechas o el proceso de maquillaje de una mujer joven. También, algunas de sus series más memorables de polaroids que registran todas las piezas del vestuario de una mujer, una abundante muestra de rodillas femeninas o una prolija secuencia en la que una chica minifaldera habla por teléfono desde una cabina telefónica. Una evocación al erotismo que desempeña un papel protagonista en su trabajo.

Acierto de la comisaria es la prudente y, a la vez, contumaz mezcla de todo tipo de obras -realizadas y apropiadas, copias y simulacros de originales, etc.-, que permiten apreciar las diferentes "materialidades" de su trabajo, resumidas en una pequeña sala dedicada exclusivamente a objetos, con ciertas reminiscencias de Man Ray. Obras que además emplazan al espectador a enfrentarse al "significado interior" de lo que ve, así como a la consideración "artística" que le merecen esas piezas.

En el recorrido hay cuatro enclaves fundamentales que suponen una inflexión en la lectura de la exposición y un ensanchamiento de nuestras posibilidades de apreciación. El primero recoge la pieza 100 years en la que otras tantas personas, desde las 8 semanas de edad a los 100 años, recorren un siglo. El segundo, suma a las fotografías de la biblioteca de Feldmann los libros que él ha editado. El tercero dispone, en dos apretadas filas, decenas de portadas de periódicos del 12 de septiembre de 2001, que nos hacen evaluar las distintas maneras que se dió la noticia del ataque a las Torres Gemelas en los diferentes medios mundiales. Por último, el cuarto enclave muestra el más reciente de sus trabajos, Shadow Play, que pudo verse en la última Bienal de Venecia, juego chinesco de sombras de objetos vulgares sobre un muro que se vuelve mágico, y que evoca la profunda relación de Feldmann con la infancia.