Image: Giorgio Morandi, frágil como la vida

Image: Giorgio Morandi, frágil como la vida

Exposiciones

Giorgio Morandi, frágil como la vida

18 marzo, 2004 01:00

Natura Morta, 1962. Óleo sobre tela, 30 x 35

Leandro Navarro. Amor de Dios, 1. Madrid. Hasta el 23 de abril. Desde 21.000 euros

Al día siguiente de la matanza de Madrid, con las familias buscando a sus seres desaparecidos y llorando a sus muertos ¿cómo hablar de una cosa tan pequeña como la pintura? Comparada con el inmenso dolor por las víctimas inocentes, con el horror ante una maldad monstruosa y ciega, la voz del arte es muy débil. No puede consolarnos de nada, porque no hay consuelo posible. Pero quizá esa misma debilidad del arte pueda simbolizar hoy para nosotros la fragilidad de la vida humana, de la felicidad, del amor, de todo lo más valioso. Pocos han sabido expresar esa fragilidad como el pintor Giorgio Morandi. En sus cuadros, unas cuantas botellas y cajas se agrupan en medio de una mesa, como seres que trataran de abrigarse mutuamente, ateridos de frío. El mismo frío que sentimos en los contornos temblorosos de la pintura de Morandi, contornos inciertos, como trazados por la mano de un anciano o de un niño.

En España ha habido dos grandes exposiciones antológicas de la obra de Morandi, la de la Fundación Caja de Pensiones en 1984 y la de 1999 en el IVAM, el Museo Thyssen y el Esteban Vicente de Segovia, pero ahora es la primera vez que la obra del pintor italiano se presenta en una galería privada. Hay que elogiar a Leandro e Iñigo Navarro por haber sabido reunir hasta treinta y cuatro piezas catalogadas del artista. Un conjunto que representa bien el microcosmos de Morandi, en sus diversas etapas, sus distintas técnicas y su limitado repertorio de motivos: unas flores en un jarrón, un patio de Via Fondazza, una casas de Grizzana, unos cacharros sobre una mesa. A lo largo de su vida, Morandi no pintó nada fuera de estos pocos motivos; insistió en ellos una y otra vez y cada vez que volvía sobre ellos, en vez de hacerse rutinario y trivial, su acento se iba volviendo más profundo y más íntimo.

Más de la mitad de la exposición está formada por grabados: dieciocho aguafuertes. Una parte nada secundaria en la creación de Morandi, que fue, desde 1930 hasta su renuncia en 1956, profesor de grabado en la academia de Bellas Artes de Bolonia. En sus aguafuertes, la imagen recibe, como decía Cesare Brandi, una formulación lentísima, con una serie de rayados en paralelo, precisos e insistentes, que se entrecruzan, y que con su distinta densidad sugieren toda una gama cromática.

En la exposición hay siete pinturas al óleo, pequeñas maravillas leves en los dominios del paisaje y la naturaleza muerta. Los dibujos y acuarelas pertenecen todos a los últimos años del artista, desde 1958 a 1963, la etapa en que después de recibir el premio de la Bienal de Sao Paulo, el artista se retrajo más y más en su propio mundo. Y prueba hasta qué punto de desnudez y esencialidad podía llegar su arte, justificando lo que Morandi decía con frecuencia: "Nulla è piú astratto del mondo visibile", nada es más abstracto que el mundo visible. En las acuarelas, apenas dos o tres manchas leves, los objetos aparecen como formas en negativo, como huecos o fantasmas. Y en los dibujos, la corporeidad de las cosas se reduce a un hilo de voz que se pierde en el silencio.