Vista de la sala dedicada a El Greco

Institución Libre de Enseñanza. General Martínez Campos, 14. Madrid. Hasta el 2 de julio

El Greco y la pintura moderna, una de las grandes exposiciones que conmemoraron el IV centenario de su muerte en 2014, demostró la importancia que tuvieron los artistas, del Romanticismo en adelante, en la renovación del aprecio por una pintura que había caído durante siglos en relativo olvido debido a su alejamiento del naturalismo por el que se había alabado a la escuela española. La originalidad, el expresionismo y el "colorido duro y extraño" (en palabras de Ceán Bermúdez) de El Greco fueron poco a poco ganando adeptos según avanzaba el siglo XIX, a finales del cual dio por fin inicio el estudio riguroso de la figura y de la obra del que sería ya desde entonces considerado como uno de los grandes maestros de nuestra pintura.



En ese proceso es clave el trabajo de Manuel Bartolomé Cossío, que después de haber investigado durante años, publicó en 1908 la primera monografía, con su catálogo razonado de casi 500 obras, dedicada al artista: publicación de referencia durante las siguientes décadas que, además, cimentó la fama internacional del cretense (y la venta de sus obras fuera de España). Aún en 1902, cuando el Museo del Prado organizó sobre él una primera exposición, con pocas obras y poco criterio, cundía la opinión de que padeció alguna enfermedad mental y de que su obra última, la más subjetiva, tenía poco valor. Cossío hizo por primera vez una defensa encendida de toda su trayectoria y propuso una lectura, hoy superada, de la misma como esencia del alma castellana. Localizó documentos, muchas pinturas importantes e hizo fotografiar unas 200, todo un alarde en la época.



Ricardo Arredondo: Vista de Toledo, 1900-1905

La Institución Libre de Enseñanza no solo fue el epicento de la reivindicación de El Greco en España sino que también estuvo vinculada al inventariado del patrimonio español a través del Catálogo monumental de España, a la instauración de un concepto moderno de la restauración arquitectónica, a la institucionalización de la historia del arte como disciplina científica o al gran proyecto editorial Summa Artis, que aún consultábamos los estudiantes de mi generación. Cossío fue el más estrecho colaborador de Francisco Giner de los Ríos y dirigió la ILE desde la muerte de éste, en 1915, hasta 1935. Tiene mucho sentido que se rinda aquí homenaje a su actividad como historiador (y pedagogo), extendiendo acertadamente el foco a la transformación de Toledo en meca de intelectuales y turistas en las primeras décadas del siglo XX a través de su "grequización". Se trata de una exposición pequeña que ocupa las recién estrenadas salas de exposición, apretada en el montaje, con mucho aparato libresco, documental y fotográfico que no se hace nada pesado gracias al acierto en la selección de materiales. Su comisario es el arquitecto Salvador Guerrero, próximo a la ILE, pero cuenta con la asesoría de Javier Portús, conservador de pintura española en el Museo del Prado, que escribe además uno de los textos en el cuidado y nutrido catálogo que se ha editado.



El componente propiamente artístico de la muestra es breve pero atractivo gracias a que en esta revalorización de El Greco y de Toledo estuvieron implicados algunos de los más destacados artistas del momento, como Zuloaga, Rusiñol y Nonell (ausentes), Beruete o Sorolla, además de un notable pintor local, Ricardo Arredondo, que aportan fundamentalmente retratos de los protagonistas y vistas de la ciudad. Hay también una pequeña sección con obras de El Greco procedentes del Museo del Prado, la Colección Abelló, el Instituto Valencia de Don Juan y la Colección LL-A (José LLadó), y se revisa la "invención" por parte del Marqués de la Vega-Inclán, colaborador y amigo de Cossío, de la casa-museo del artista en Toledo basándose en unas vagas noticias sobre su ubicación.



Entre unos y otros, con la complicidad de la Residencia de Estudiantes, consiguieron llevar allí a personalidades de la política y de la cultura, entre ellos Albert Einstein (hay fotos en la exposición) o Howard Carter. El flujo fue intenso ya en los años 20: con un espíritu plenamente vanguardista y teatral, Buñuel fundó la Orden de Toledo, en la que militaron Lorca, Dalí, Ucelay, Alberti, M.A. Ortiz... Cossío reaparece en la exposición, ya anciano, como avalista de las Misiones Pedagógicas y su Museo Circulante en el que, desde luego, no podían faltar las reproducciones de obras de El Greco. Es curioso que todas estas derivaciones del impulso inicial de Cossío compartan el carácter ficticio, o de simulacro. Al final, podemos deducir, toda recuperación es una recreación.



Se puede reprochar a la muestra el carácter hagiográfico (un poco de autocrítica nunca viene mal) y la limitación de los préstamos, debida seguramente al presupuesto. Pero tiene mucho interés. Vayan, y aprovechen para conocer, si no lo han hecho ya, la polémica transformación de la sede de la ILE, un sorprendente proyecto de AMID.cero9.



@ElenaVozmediano