Image: La ironía ácida de Cristina Lucas

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Exposiciones

La ironía ácida de Cristina Lucas

Cristina Lucas. Es Capital

7 febrero, 2014 01:00

Vista de Es Capital en Matadero

Matadero. Paseo de la Chopera, 14. Madrid. Hasta el 11 de mayo.

Porque con la crisis no estamos para inversiones efímeras, Cristina Lucas (Jaén,1973) irrumpe en Abierto x obras con una exposición que no se somete al distintivo programa de intervenciones in situ. De hecho, Es capital itinerará después al Museo Patio Herreriano y al CGAC de Santiago de Compostela. Con todo, la artista conocida por su insumisión ante el discurso del orden (del poder hegemónico, del patriarcado, de la religión...), ha dejado su impronta sobre su visión de esta nave, despreciando el eje central y desplazando desde la entrada el recorrido hacia la oscuridad de los extremos laterales, ahora iluminados por fotografías y vídeos que proyectan en conjunto una singular indagación especulativa sobre los valores con los que vivimos.

Casi obligada por la tenaz coyuntura económica a tratar el actual estado de descomposición del tardocapitalismo, Lucas despliega todo su caudal irónico a través de una serie de supuestos interrogantes. A la artista, como a esa Alicia gigante que se desbordaba en 2009 por los ventanales domésticos de un patio cordobés (pieza que donó el año pasado al CAAC sevillano), siempre le ha gustado preguntar. Hace diez años, en uno de sus primeros vídeos, ya inquiría con falsa e insistente ingenuidad al confesor de la catedral de la Almudena sobre las inexistentes relaciones entre la Iglesia católica, antaño principal comitente, y el arte contemporáneo. También al Moisés de Miguel Ángel le increpó "Habla, habla", mientras se liaba a martillazos con la reproducción de la monumental escultura muda, símbolo de la ley patriarcal. Ahora le toca el turno al estado de la actual especulación económica confrontada con especulaciones sobre esos valores atemporales para los que nunca hemos tenido respuestas definitivas, pero que en otros momentos de la historia simulábamos intentar responder en un plano trascendente, ajeno a cualquier interés particular. Pero ¿qué puede esperarse cuando los bienes son tan escasos que incluso los objetos de lujo han perdido su exclusividad y han de ser compartidos? Como puede verse en la brillante y divertidísima serie El superbién común, con media docena de fotografías en formato publicitario protagonizadas por personajes chinos, compartiendo un par de zapatos blahnik o apiñados en coches deportivos.

La cuestión sobre la especulación económica y su beneficio, es decir, la plusvalía resultante de la diferencia entre el valor de uso y el valor de cambio queda resuelta a través de un muy laborioso documental sobre el original perdido y los avatares posteriores de la obra principal del popularizador del concepto, El capital de Karl Marx, sujeto a las posibles tasaciones de la primera edición anotada por el autor en el caso hipotético de que saliera a subasta. Pieza que se completa con el díptico Montaña de oro, con imágenes donde se contrasta la rotundidad de los lingotes existentes en la Reserva del Banco de España con su obsolescencia hoy como parámetro de nuestra economía.

La pieza principal es Capitalismo filosófico, una extensa serie de casi setenta entrevistas en nueve videos con declaraciones de los profesionales que nos venden a los ciudadanos/consumidores productos que solemos identificar con nuestro derecho a disfrutar de la Belleza, el Arte, la Verdad y la Justicia; con nuestra ansiedad ante el Miedo, el Dolor, la Vida y la Muerte; y en última instancia, como seres inscritos entre el Espacio y el Tiempo. Salvo excepción, un catálogo de banalidades que reflejan el consabido reduccionismo mercantilista con que nos manejamos a diario. La descontextualización operada por Cristina Lucas destila sarcasmo y ácida ironía ante las prontas respuestas de los sofistas profesionales en quienes hoy todos nos hemos convertido, carentes del deseo de indagar.