Image: Alain Urrutia, un regreso al futuro

Image: Alain Urrutia, un regreso al futuro

Exposiciones

Alain Urrutia, un regreso al futuro

Naufragio/Esperanza

12 octubre, 2012 02:00

Vista de la exposición

Galería CasadoSantapau. Conde de Xiquena, 5. Madrid. Hasta el 27 de octubre. De 800 a 5.000 euros.

Alain Urrutia (Bilbao, 1981) está entre los artistas de los que se espera algo muy bueno y para cuyo trabajo no se ve tope a corto plazo. Desde luego 2012 está siendo un gran año para él y mientras prepara un mural (efímero) para el Guggenheim vizcaíno, un puñado bien balanceado de nuevas piezas conforman su primera individual madrileña. Los motivos de tal esperanza saltan a la vista en ella. Urrutia es autor de una obra personal de factura compacta con fondo conceptual elaborado que no olvida la emoción. Buen pintor en camino de poder ser muy bueno (su pincelada tiene la rara capacidad de mostrar delicadeza y fiereza), no se limita al buen pintar. Su trabajo proviene de un sólido ejercicio intelectual. Pero, aunque suele fundamentarlo en el conocimiento de las cuestiones propias del Arte y su propia Historia, no arrojan fríos ejercicios calculados ni pretenciosos intentos de romper con ningún sistema de representación dado. Si acaso análisis de sus mecanismos pero siempre dotados de una emotividad que se diría romántica.

La paleta de grises a la que está adscrita y el origen fotográfico de muchas de sus imágenes conectan su obra con los ensayos de dadaístas y surrealistas. Algo de las musas oníricas, de su selva de los detalles en la que perderse al observar el cuerpo y los objetos (unos párpados, un pliegue, un montón de polvo), reposa en estas obras donde lo más importante es lo que se ha seleccionado para no ser visto. Pero más allá de aquellos pioneros de la abstracción conceptual y el juego formal ajenos a lo narrativo, en Urrutia aparece una narratividad suspendida. La figura resulta aparecida pero borrada en sus rasgos elementales. Volumen, a veces contorno, textura, pero nunca rasgos claros. Y sucede algo que no puede conocerse.

La fotografía que da origen a la imagen se trata como un objeto encontrado manipulado. El resultado, conmovido pictóricamente por sacudidas, reencuadres, borrosidad y veladuras, parece en consonancia con una práctica contemporánea de distorsión mediante escáner o copiado de copia de copia, el uso premeditado de baja resolución digital.

El resultado son fotografías negadas. Un pequeño catálogo de formas y acciones construidas por ocultación y olvido que, paradójicamente, permiten la inmersión en cierto terreno emocional y sensible. Aquél donde, por ejemplo, los recuerdos, los dispositivos de la psique y la experiencia física entienden lo textil como territorio de revelación y lo corpóreo (piel, talla y volumen…) como territorio de ocultación.