Image: La estética de Monet y el placer de la mirada

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Exposiciones

La estética de Monet y el placer de la mirada

Monet y la abstracción

26 febrero, 2010 01:00

Monet: El estanque de Nenúfares, 1917-1919

Comisaria: Paloma Alarcó. Museo Thyssen Bornemisza y Fundación Caja Madrid. Paseo del Prado, 8 y Pza de San Martín, 1. Madrid. Hasta el 12 de septiembre.


Hay exposiciones relevantes que interesan por las aportaciones de su planteamiento estético, y hay otras que seducen por los niveles de calidad y belleza de sus obras. A veces se produce una conjunción de esos intereses y seducciones, y la muestra funciona como un dispositivo de reflexión y de visión. Así ocurre en la exposición Monet y la abstracción, producida por el Museo Thyssen y la Fundación Caja Madrid, con comisariado de Paloma Alarcó, que reúne en Madrid un conjunto de 107 pinturas de Claude Monet (1840-1926), de los maestros de su inspiración, de determinados vanguardistas abstractos y de posmodernistas inspirados en aspectos conceptuales, visuales, plásticos y técnicos de la etapa final de Monet, cuando renunció a seguir actuando de "gran maestro del impresionismo francés" y se encerró en su casa-jardín de Giverny para pintar en total libertad, ajeno a las etiquetas e intereses del mercado parisién.

Monet como precedente
Esta muestra se inscribe en la corriente revisionista abierta a partir de las exposiciones Abstraction in the Twentieth Century, organizada por el Guggenheim de Nueva York (1996), y Monet in the 20th Century, de la Royal Academy de Londres y el Museum of Fine Arts de Boston (1998 y 1999), que han resituado a Monet entre los precedentes de la abstracción. Estas exposiciones, junto con la de Madrid, se han centrado en un tema fundamental: ¿qué es lo que provoca que Monet, un artista cautivado por las apariencias de la pintura figurativa, se convierta en foco de atención de una sucesión de pintores abstractos desde los años centrales del XX hasta hoy? Para hallar una respuesta, esta muestra propone "mirar a Monet" a través de los ojos de los pintores abstractos que lo reivindican, y se estructura en seis diálogos entre una selección de cuadros de Monet y de obras de sus seguidores. Las cinco primeras secciones se exhiben en el Museo Thyssen; la sección sexta se ha instalado en el espacio de la Casa de las Alhajas.

El primero de los diálogos es el mismo que Monet mantuvo (en sus sucesivas estancias en Londres) con las "disoluciones atmosféricas" de los paisajes románticos de Turner y con el esteticismo simbolista de las "interpretaciones abstraídas" que su amigo Whistler hacía de las brumas. Vemos aquí cómo Monet (sobre todo en Puente de Waterloo: el sol entre la niebla) aprendió de las vistas venecianas del "histórico" Turner a fundir tierra, agua y cielo en un todo armónico, utilizando una profusión de colores aplicados con técnica diluida y pincelada suelta. A la vez Monet admiró en Whistler la melodía elegante del colorido, la simplificación de la forma y el poder sugestivo de la línea abstracta. La sala segunda, dedicada a contrastar efectos de luz y de noche, hace dialogar la abstracción intensa y vibrante de Rothko, los contrastes radiantes de colorido vivo de Hans Hoffman y las matizaciones cromáticas de Adolph Gottlieb con los valores que la materia y el color-luz tienen en Monet (destacando dos de sus versiones del ciclo Acantilado de Ava). Este diálogo se completa con la hondura de la mirada de Gerard Richter (Lago, 1997), con su materialización del cuadro "por capas" y con su versión fotográfica de la luz.

En los dos diálogos siguientes (3° y 4°), la ocupación absoluta del espacio o ambiente de las salas por parte de la pintura de Monet se desprende de la magnificencia plástica de las diez versiones reunidas del rutilante ciclo Nenúfares, donde priman los efectos de color-reflejo y de textura-transparencia, efectos que aquí mismo versionan los óleos matéricos de André Masson y de Helen Frankenthaler, mientras, por otra parte, el valor cambiante -entre la sutileza y la bravura- de los contrastes de luz se ven reinterpretados por Clyfford Still y Barnet Newman. En fin, en el diálogo quinto, dedicado a la expresividad del gesto a través de las maneras de aplicar el color, resulta emocionante la sucesión de propuestas intercambiadas entre la fuerza de los jardines "deshechos" de Monet y la potencia de Pollock, la fiereza de Philip Guston y de William De Kooning, y la exquisitez vibrante de artistas como Esteban Vicente y Cy Twombly.

En la sede de Caja Madrid
Ya en el espacio de la Casa de las Alhajas, el diálogo sexto se centra sobre las seducciones que el jardín de Giverny -diseñado y vivido larga e intensamente por Monet- ejerce y mantiene sobre artistas abstractos que lo visitan: unos, en directo; algunos, en revisiones pictóricas obsesivas. Los motivos florales y la serie Sauce de Monet incitan las respuestas "encendidas" de Sam Francis y las marañas vegetales de Joan Mitchell, coronado todo ello por las variaciones emocionadas con las que Ryman y Richter, entre otros, "contestan" la singularidad de los paisajes nevados en que Monet certificaba su voluntad modernista de "olvidar las reglas más elementales de la pintura para plasmar lo que experimento ante la Naturaleza".