Image: Ugo Rondinone, desmedido

Image: Ugo Rondinone, desmedido

Exposiciones

Ugo Rondinone, desmedido

La Noche de Plomo

24 julio, 2009 02:00

The twentieth hour of the poem, 2008

Comisario: Agustín Pérez Rubio. MUSAC. Avenida de los Reyes Leoneses, 24. León. Hasta el 10 de enero de 2010.


Ugo Rondinone (Brunnen, Suiza, 1964) figura entre los "top 100" del mercado del arte internacional. Es, junto con John Armleder, Fischli & Weiss, Thomas Hirschhorn, Sylvie Fleury y Pipilotti Rist, y a pesar de vivir en Nueva York, uno de los artistas suizos mejor situados. Curiosamente, todos ellos comparten una acusada vocación escenográfica. La exposición de Rondinone en el MUSAC se fundamenta en una cuidada instalación de las obras que da como resultado un montaje teatral, imponente. En realidad es una exposición grande, por la ocupación espacial, pero pequeña por el número de obras. Y en ella destacan dos características estructurales. Una de ellas es el recurso a la repetición. En la primera sala, los seis añosos olivos vaciados en aluminio, luego pintado de blanco son variaciones de una misma idea; en la segunda, 13 cuadros de la serie de cielos estrellados, todo con el mismo gran tamaño; en la tercera, 5 esculturas de hormigón y grava igualmente grandes; en la quinta, 6 pantallas de proyección con imágenes filtradas para crear una misma tonalidad. Es una práctica habitual de Rondinone, ésta de desarrollar una idea en piezas muy similares, próxima a la seriación. Aunque, desde luego, no hay que descartar la motivación del rendimiento económico, se trata de un recurso clásico del arte contemporáneo utilizado por tendencias muy diversas. En este caso la intención parece estar más cercana al Pop -que remite a su vez a la producción para el consumo- que, por ejemplo, al Minimal. Y se puede entender como método de creación de "ambientes". La segunda característica estructural sería la "desproporción". Junto a estas piezas de tamaño muy importante se han situado otras casi diminutas. En la sala de los cuadros del firmamento hay una pequeña luna de caucho negro; en la de las esculturas de guijarros, un amplio número de cuadritos de menos de 20 cm que representan fachadas o ventanas y, en el suelo, cuatro mandarinas que son vaciados de bronce rellenos de plomo y constituyen otra forma de desproporción: entre tamaño y peso. Finalmente, la inmensa bombilla que cuelga entre los olivos altera la percepción, por su modificación de escala, de un objeto cotidiano.

El conjunto de la obra de Rondinone me resulta contradictorio, desconcertante. Por un lado, algunas de sus obras o series, como los luminosos de arcoiris o los cabezones que representan los meses del año, me parecen del todo triviales. Por otro, encuentro en algunas obras aspectos muy interesantes. Por ejemplo, en buena parte de las que ahora presenta hay una referencia disimulada, lateral, a la naturaleza. Abiertamente en los olivos, pero casi de manera oculta en la vestimenta de uno de sus célebres payasos yacentes (plumas, piel), en la arena y las piedras, ya retiradas, con las que dibujó los firmamentos nocturnos, en el fuego ausente de la chimenea de John Giorno... Una tímida dimensión natural casi siempre "desnaturalizada" por el uso de materiales fríos (metales, fibras) o por el contexto. Como si el artista quisiera referirse a una imposibilidad. Pero todo esto son vagas suposiciones. Tan vagas como las relaciones que pueden establecerse entre sus obras y sus (a veces) desmedidos títulos o entre sus montajes y el "vestido" literario con el que los adorna.

El de León se presenta como una lectura de La noche de plomo, novela de Hans Henny Jahnn, alemán rescatado del olvido e integrado en el canon de la literatura homosexual, y se asocia además a uno de sus máximos poetas, John Giorno, que además de "prestar" su chimenea realizó una performance en la inauguración. Pero es dudoso lo que pueda haber de estos autores en la obra de Rondinone, aparte de una declaración de admiración u homenaje. Igual de inconcreta es la videoinstalación con un título de ocho líneas que les ahorro, que acompaña lo que parecen fragmentos de películas más o menos viejas con una canción del grupo Swell, que reza "Everyday sunshine". No creo que el artista, que si está dentro del sistema artístico se dirige a un público que mantiene las distancias con él, pueda permitirse ser tan deliberadamente ambiguo. Si una obra requiere explicaciones para ser comprendida, más vale darlas. O asumir que se está al margen.

Hay otra cuestión que es preciso tocar. El MUSAC ha sufrido este año de crisis un recorte presupuestario tremendo que ha supuesto la reducción a la mitad del número de exposiciones anuales y que las que se realizan tengan dificultades para financiarse. Jorge Galindo no tendrá catálogo, algo indigno de un museo de esta categoría. Para la exposición de Rondinone se ha debido contar con la ayuda de Pro Helvetia, del cantón de origen del artista y de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte. Almine Rech -nombre de soltera de la esposa del nieto de Picasso- es propietaria de una galería comercial que representa a Rondinone. No es deseable que las galerías financien las exposiciones de los museos públicos, aunque en este caso se haga indirectamente. Claro que hay que tener en cuenta que el buen galerista querrá apoyar a sus artistas, contribuir a que sus proyectos puedan hacerse realidad, pero nunca puede descartarse el interés comercial. Si una administración pública levanta un museo debe mantenerlo en pie, o buscar otras maneras de que pueda complementar sus ingresos.