Image: Manuel Sáez y la poesía del objeto inútil

Image: Manuel Sáez y la poesía del objeto inútil

Exposiciones

Manuel Sáez y la poesía del objeto inútil

Dibujos

15 mayo, 2008 02:00

Claque, 2007

Comisaria: Ana de Miguel. Sala Parpalló. Alboraia, 5. Valencia. Hasta el 15 de junio

Desde que a principio de la década de los ochenta Manuel Sáez (Castellón, 1961) iniciara su actividad expositiva, su trabajo manifiesta una extrema coherencia y rigor. Interesado por el objeto, no ha dado tregua a su inquisitiva representación; un escrupuloso ejercicio de análisis de cuanto le rodea que, compendiado en el objeto, alcanza dimensiones sorprendentes en sus cuadros y papeles. Combinados al principio en insólitos ensamblajes en los que se evidencia su reojo surrealista, cuando no pop, estos objetos fueron afianzando una inquietante autonomía visual. Desde los juegos combinatorios magrittianos hasta los acoplamientos warholianos, su obra se empleaba en reinventar la realidad. Echando mano de una apagada gama cromática en los inicios, Manuel Sáez fue progresivamente dejando intervenir al color hasta llegar a una saturación cegadora en obras de las que el IVAM dio cumplida muestra en el año 2000. Con posterioridad, Sáez planteaba un trayecto a la inversa, la figuración impecablemente respaldada por el color, fue gradualmente encubierta en superficies monocromas. Las paradojas conceptuales se fueron sucediendo, enlazando ingeniosas composiciones en las que se ponía a prueba la percepción del espectador. Surgieron el humor y la poesía y toda suerte de evocaciones que no hacen sino aligerar el peso de la realidad más inmediata y medir la grandeza de lo cotidiano.

En los trabajos que ahora presenta hay algo de clínico, cuando se observa la quirúrgica exploración de objetos, pero también lo ascético y monacal alcanza cierta relevancia espiritual encadenando una sucesión de letanías de lo cotidiano. Así, ha compuesto un políptico de 50 obras entre dibujos y acuarelas, escrupulosamente ordenado en una seriación apenas salpicada por alguna nota de color, dispuesta para poner de relieve los infinitos matices del banco y el negro. Con ello, inútiles objetos como brochas de afeitar, teléfonos y picaportes, junto a modélicos paisajes y desnudos, se metamorfosean en imágenes insólitas cuya trascendencia se sitúa al margen de su paradójica estandarización y medida en el marco de la pintura. Desde un apenas invariable y obsesivo acercamiento a la definición y medida de las cosas, Manuel Saéz manipula la genética de sus usos y funciones para trasladarlos a un espacio de desencuentros, paradojas y poéticas evocaciones.