Image: Esther Ferrer, retratos del tiempo

Image: Esther Ferrer, retratos del tiempo

Exposiciones

Esther Ferrer, retratos del tiempo

Autorretrato en el tiempo

10 abril, 2008 02:00

Vista en sala de Autorretratos en el tiempo

Galería Angels Barcelona. Pintor Fortuny, 27. Barcelona. Hasta el 3 de mayo. De 2.900 a 32.000 E.

Esther Ferrer (San Sebastián, 1937) integró el grupo Zaj. Fue la pionera de la performance en España y su trabajo ha desarrollado una reflexión en torno al cuerpo y al objeto. Su obra se ha desarrollado entre el minimal, el conceptual y el absurdo. ésta sería una presentación al uso de Esther Ferrer. Y sin embargo, aunque todo ello es cierto, prefiero otro tipo de aproximación. Después de más de treinta años de Zaj, la artista y la exposición que ahora presenta, Autorretrato en el tiempo, acaso puedan verse de una manera más abierta, o por lo menos diferente. Ferrer explica que sus exposiciones se desarrollan a partir de una idea y que las obras que la integran son como variaciones de un mismo tema. Pues bien, lo que vamos a tratar aquí es de explorar esa idea o concepto que sobrevuela la muestra y que no es otro que la imagen de la muerte. Las piezas que presenta han sido vistas, y tal vez aisladamente pueden sugerir otros mundos, pero al asociarse en la exposición se reactualizan y confluyen en una puesta en escena de laberintos y reflejos en los que asoma la destrucción del paso del tiempo.

Autorretrato en el tiempo se inauguró con una inesperada performace. Por sorpresa, Esther Ferrer entró en la galería desplegando una cinta adhesiva que al paso -o mejor dicho, pisándola- dejaba el rastro de su itinerario por la sala de exposiciones. En esta cinta había una suerte de mensaje: "Se hace camino al andar". Se observará que en esta cinta que se extiende existe otra connotación: el desgaste. Se hace camino, pero, al tiempo, la cinta se agota.

Aspecto éste que nos lleva a su obra más conocida, la que da nombre a la exposición, titulada precisamente El libro de las cabezas-Autorretrato en el tiempo, que es una reflexión sobre el paso del tiempo. Explicado muy sucintamente, estas piezas consisten en autorretratos realizados a partir de ensamblar dos mitades simétricas, pero tomadas en épocas diferentes. Es decir, se han casado dos fotografías de un mismo rostro con edades diferentes. Estos retratos que contrastan distintos momentos son la expresión del tiempo que pasa, de las marcas que deja en el cuerpo, del envejecimiento… Aquí se manifiestan todas aquellas connotaciones necrófilas que posee la fotografía, pero incluso más intensificadas.

Pero hay algo más. Quien observe con atención estos autorretratos verá algo extraño. Las imágenes poseen el mismo encuadre, la misma iluminación, las comisuras se acoplan oportunamente… Todo encaja, pero en realidad no encaja. Incluso aquellos que no conozcan el procedimiento de trabajo de Esther Ferrer y el trasfondo de estas fotografías, percibirán una sensación de extrañeza, de algo incómodo y raro. La artista provoca un cortocircuito: es la sensación de vértigo ante la muerte, ante el paso del tiempo que lo anega todo.

Sensación de vértigo. ésta es la idea, porque la serie que hemos comentado se complementa con la titulada Evolución-Metamorfosis y la obra Autorretrato. La primera, también autorretrato, es una especie de mise en abîme, como espejos que multiplicaran el reflejo en una progresión decreciente y constante hasta hacer desaparecer la imagen reflejada -en este caso el rostro de la artista- que finalmente aparece como un punto minúsculo. La segunda, el Autorretrato, es una imagen hipnótica. Recurriendo a estrategias elementales pero eficaces, Esther Ferrer transforma este autorretrato en pura vibración óptica: como en el caso de mirada frontal de la Medusa, es imposible fijar la mirada en ella.

La sensación de vértigo se expresa en estas imágenes extrañas que se descomponen y vibran… La multiplicación que hace desaparecer el rostro, la vibración óptica que agrede el ojo son la metáfora de un malestar, de un sentirse perdido y náufrago, incluso de un sentimiento de terror. Porque estas imágenes son imágenes de la muerte, son el mismo rostro de la muerte.

Esther Ferrer trabaja con el tiempo, el tiempo que pasa y devora a sus hijos. ésta es la idea que sobrevuela obsesivamente la exposición y a la que aluden directa o indirectamente los títulos de las obras. Pero quien dice el tiempo que pasa, está nombrando también a la muerte en un juego de espejos y reflejos.