Image: Teatro escultórico de Grassino

Image: Teatro escultórico de Grassino

Exposiciones

Teatro escultórico de Grassino

Ancora in Semilibertà

27 marzo, 2008 01:00

Madre, 2008.

Galería Fúcares. Conde de Xiquena, 12. Madrid. Hasta el 19 de abril. De 4.000 a 50.000 E.

Partiendo de la idea tradicional de escultura -centrada en el valor de los volúmenes corporales proyectados en el espacio y sometidos a los efectos de la luz circundante-, y desarrollando ese concepto sobre imágenes relativas a la figura, concebida ésta como estatua de presencia y pesantez rotundas, Paolo Grassino (Turín, 1967) ha terminado actuando -en especial, a partir de 2002- como un director de escena, que ordena de manera dramática las matrices formales, los materiales, las técnicas, las imágenes, la temática, la orientación de actitudes, el espacio y el juego de luces y sombras, claridades y penumbra. Esa combinatoria de materializar las obras de forma escultórica inequívoca, pero disponiéndolas como figuras de pesadilla en un espacio -o en un vacío- que resulta escenográfico, obedece a una estrategia de ambigöedad poética y se apoya sobre un criterio narrativo hoy de nuevo al alza: el de "representación". El papel de la representación en el arte nunca es el de la copia inmediata o la imaginería mimética, sino el de explorar cuestiones y posibilidades implícitas en la acción creativa de trasladar, traducir, interpretar, representar… todo aquello que se encubre bajo el nivel normal de las formas de lo aparente, y que pertenece al sentido profundo de lo que llamamos "real". A través, pues, de la representación se produce una distancia efectiva entre forma y sustancia, figura y argumento, y en ese margen que el arte gana, en ese distanciamiento, se faculta y se potencia la parte conceptual, reflexiva y crítica de la creación artística, que los clásicos definían "cosa mental".

La pieza más ambiciosa de esta exposición quizás sea esa "recomposición" escenográfica -de gran formato y realizada en madera, poliespán y cera roja- de un rincón de bosque o espacio salvaje de Naturaleza estructurado por viejos troncos y ramajes caídos, que han sido, a su vez, ocupados por una colonia tupida de líquenes rizados. Se trata de una obra que ni se formaliza como escultura ni constituye una instalación, sino que "es" un sitio goticista y la representación de un escenario vegetal, que Grassino ha titulado expresivamente Madre (2008). Funciona, pues, como una versión o "traducción" de un "lugar" originario del arte y de la vida, interpretado en el trance cabal de ser desposeído de su substancia vital; o sea, en esa dramática coyuntura que Antonin Artaud describía "como la pérdida física y esencial de un sentido". Se trata de una escultura-paisaje, es decir, de un espacio del alma, torturado, apocalíptico, hecho de sangre y fuego, en el que, a pesar de todo, se aferran y se proclaman la posibilidad y la potencia del origen de otra nueva vida.

Sin embargo, el conjunto de la obra actual de Paolo Grassino está centrado en la imagen del hombre (previamente trabajó sobre figuras de animales), interpretando el cuerpo humano de dos maneras diferentes: como fragmento o torso descarnado, cuyas osamentas vacías, fundidas en aluminio, producen un efecto inquietante de violencia física y destrucción cruel y misteriosa; y, otras veces, como figura de cuerpo entero, maciza y tenebrosa, realizada en cemento y resina negra, y atravesada por tubos o por objetos industriales de aluminio brillante. Son obras cuyo efecto estético proviene de la exacerbada condición teatral de su representación. Están gobernadas por una imaginación radical, por una rara e intensa sensualidad, por un sentido alucinatorio que aleja sus imágenes y las sitúa como fuera de contexto, y, en especial, por estar dotadas de uno de los caracteres poéticos que definen el trabajo de Grassino: el sentimiento trágico de perdición.