Exposiciones

Gönter Brus y la estética del mal

Quietud nerviosa en el horizonte

3 noviembre, 2005 01:00

Sin título, 1960

Com.: M. Faber. MACBA. P. dels Angels, 1. Barcelona. Hasta el 15 de enero

En los años 60, en el contexto del hapenning y la cultura underground, apareció el denominado "activismo vienés", del que Gönter Brus es uno de los creadores más significativos. Este movimiento empezó a trabajar con el cuerpo de una manera especialmente violenta con la utilización de la sangre, los excrementos y la autolesión. Además, pasa por ser uno de los referentes fundacionales del arte corporal y de su reactivación en los años 90.

Uno de los méritos de la exposición es la de presentar una visión panorámica de Gönter Brus. Acaso así se pueda contemplar uno de los episodios más controvertidos del arte del siglo XX, el "accionismo vienés", y a uno de sus principales protagonistas, desde una perspectiva y un contexto más amplio. Gönter Brus -en los diez años en que se consagró a las prácticas performativas- y el "accionismo vienés" se presentan como una estética del mal. En tales prácticas subyace la idea de la creación como destrucción, como trasgresión del límite, ya sea el cuerpo, el sexo o la cultura. Así, en la conocida acción titulada Prueba de resistencia (1970) un Gönter Brus con la cabeza rapada y vestido con calzoncillos y unos ligueros de autotortura mutila su propio cuerpo con cuchillas de afeitar, bebe su orina y se humilla hasta transformarse en una masa sangrante y dolorida. ¿Locura? ¿Demencia? ¿Espectáculo? El recorrido por la trayectoria del artista -tal y como aquí se presenta- hace pensar sus acciones de otra manera. A pesar de las apariencias, y visto con la distancia que proporciona el tiempo, el trabajo de Gönter Brus es una reflexión sobre la pintura.

El punto de partida de Brus es el expresionismo abstracto y, en particular, Jackson Pollock. Esto es, el pintar como un estado de particular tensión que implica el movimiento y el cuerpo del artista. Quien empiece por utilizar el lápiz como un punzón contra el papel -como hará Brus- en un estado de crispación emocional a la búsqueda de una mayor expresividad, acabará por usar procedimientos agresivos y comprometer todo su ser en la voluntad de llevar su investigación hasta el límite. Existen aún más afinidades: para Pollock, y para el resto de representantes del expresionismo abstracto, la pintura es el espacio de lo absoluto, de lo sagrado… Pasar de trabajar dramáticamente el lienzo a tratar con el propio cuerpo y lacerarlo implica un salto, pero también una continuidad. El mismo artista denominaba sus primeras acciones "cuadros vivientes" y es que el cuerpo posee ese mismo carácter de sacralidad que tiene el cuadro, es también un límite, una frontera de lo absoluto.

Gönter Brus abandonó el activismo en los setenta, según él porque estaba abocado al suicidio. A partir de entonces cultivó una obra que consiste en dibujos-poema y que hace pensar en los románticos y simbolistas, en William Blake, Fösili, Odilon Redon… A pesar de todo, existe una continuidad entre estos trabajos y los anteriores. Como en el caso de los autores citados, son imágenes que aspiran a una trascendencia, que no significan nada por sí mismas, sino por aquello a lo que aluden. En ellas, Brus explora, como antes, mundos sublimes, pero ahora la locura no se revela tan abiertamente. Como una caja de Pandora cerrada, se intuye sin embargo que contiene en su interior algo terrible.