Image: Juan nunca Gris

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Exposiciones

Juan nunca Gris

Juan Gris. Pinturas y dibujos (1910-1927)

23 junio, 2005 02:00

Naturaleza y paisaje-Place Ravignan, 1915. Philadelphia Museum of Art

Comisaria: Paloma Esteban. Museo Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Patrocina: Telefónica y Bancaja. Hasta el 19 de septiembre

El pintor que había elegido como nombre de guerra el no-color por excelencia resultó ser un apasionado de los colores: Juan rara vez Gris, Juan casi nunca Gris. En uno de sus momentos más ciegos, el crítico Apollinaire definía su obra como una versión "demasiado rigurosa y demasiado pobre del cubismo científico" de Picasso y como un "arte profundamente intelectualista en el que el color no tiene más que una significación simbólica". Error. La reputación de pintor cerebral de Juan Gris está justificada, es cierto, por su temprano interés en la sección áurea o por sus declaraciones sobre su método pictórico "deductivo". Es verdad que hacía gala de un implacable rigor al plantear y resolver cada obra como un problema matemático. Pero la extraordinaria exposición del Reina Sofía prueba que ese rigor no implica sequedad o aridez. La maravillosa exposición que ha comisariado Paloma Esteban nos revela, junto al lado ascético de Gris, otro lado sensual y vitalista, con su abundancia de color, texturas, puntillismos y hasta de humor (en los fragmentos de palabras y en las ingeniosas rimas pictóricas).

La exposición nos trae por primera vez muchos cuadros inéditos en España; pero no es una de esas muestras que sólo quieren acumular piezas, sino que se basa en una selección muy exigente. El itinerario arranca en 1910-11, al principio de la aventura del cubismo. Desde las primeras composiciones cubistas de Gris hay indicios de un interés latente por el color en los tintes de azul y rosa y verde que da a los grises. A lo largo del recorrido hay salas de dibujos intercaladas en la evolución de la pintura. El dibujo, por supuesto, era esencial para él. Pero hacia 1913, cuando Juan Gris conquista su propia voz, florece o más bien hace explosión el rasgo más personal de su obra dentro del cubismo: el color. Gris usa el color con una variedad, una intensidad y una audacia infrecuente en otros cubistas.

En medio de una sala resplandece la Place Ravignan de 1915 del Museo de Filadelfia, un cuadro que para la comisaria ocupa el centro secreto de la exposición, entre otras razones porque en él se presenta un motivo pictórico inventado por Juan Gris y que Picasso desarrollaría en sus composiciones de St Raphael: el motivo del bodegón ante la ventana abierta. En los lienzos pointillistes de comienzos de 1916 tenemos el último estallido del color antes de que el pintor se sumerja en un período ascético, de renuncia, de tendencia a la monocromía. Vienen una serie de bodegones esquemáticos y tenebrosos. Las sólidas siluetas negras de contornos simples y tajantes son como sombras emancipadas de los cuerpos, que han cobrado vida, como la sombra de Peter Schlemihl o la de Peter Pan. El negro, igual que en Manet y en Matisse, funciona aquí como un color entre otros.

Entonces descubre Gris el "método deductivo" en pintura, que consiste, como él explica, no en hacer de una botella un cilindro, como Cézanne, sino de un cilindro una botella, procediendo de lo abstracto a lo figurativo. La clave del desarrollo de dicho método son las "rimas pictóricas"; desde 1917, las configuraciones lineales se simplifican y pueden denotar distintas cosas. Los ojos riman con los botones de un vestido, la boca de un vaso con la abertura de una guitarra. Estas rimas plásticas, aun siendo de origen formalista, tendrán una repercusión poco después en la pintura surrealista, y parecen estar en el origen de las "imágenes dobles" de Dalí. En la pintura de Gris proliferan entonces las máscaras y los medios seres (como los llamó Ramón Gómez de la Serna) que sugieren una atmósfera de misterio. Pero para mí, el momento quizá más brillante de esta exposición está en el gran despliegue de ventanas abiertas de comienzos de los años veinte. Visiones luminosas y transparentes, que tienen algo de una serena meditación sobre la vida.

Cuando Juan Gris murió prematuramente en 1927, Christian Zervos le rindió un ambiguo homenaje al llamarle "uno de los artesanos de la pintura moderna." No hay por qué temer esa palabra: artesano, y a mucha honra. A cada paso, en esta exposición, tenemos la evidencia de su impecable oficio: de cómo construye el cuadro con una coherencia asombrosa y luego ejecuta cada detalle con exquisita atención, sin un descuido. A diferencia de Picasso, bricoleur tantas veces chapucero (y tan eficaz al mismo tiempo), Juan Gris trabaja como un minucioso orfebre. Marcel Duchamp dijo de él que "pulió metódicamente una de las facetas más puras del cubismo". Cada una de las obras de Juan Gris y el conjunto de su obra es un cristal o una piedra preciosa tallada con facetas maravillosas, una joya que estalla dentro de sus propios límites.