Image: Manuel Ocampo y la epifanía del excremento

Image: Manuel Ocampo y la epifanía del excremento

Exposiciones

Manuel Ocampo y la epifanía del excremento

Bastards of misrepresentation

14 abril, 2005 02:00

No me falta nada, 1991. Óleo y collage sobre tela, 183 x 244

Com.: Menene Gras. Casa Asia. Diagonal, 373. Barcelona. Hasta el 15 de mayo

La primera pintura de la exposición se titula No me falta nada. Tiene la apariencia de un exvoto o de una imagen devocional, o más bien de aquellas falsificaciones tratadas para envejecerlas y colocarlas en el mercado de antigöedades americano. En ella el artista, Manuel Ocampo, ha introducido una esvástica y otros elementos disonantes… Con este tipo de obra Ocampo obtuvo en torno a los años 80 una gran difusión y proyección internacional. En ese momento representaba una manera de entender el arte que pasaba por una recuperación crítica de la pintura. De origen filipino y formado en Estados Unidos, era la expresión de una cultura mestiza, híbrida. Poseía también una "fuerza" muy particular, aquella que parece encontrarse en lo popular, en lo marginal, en lo que no está domesticado por lo occidental. Posteriormente el trabajo de Manuel Ocampo ha ido evolucionado, pero subyace en él este sustrato de fondo: el kitsch, el collage de elementos dispares, la ironía, la ilustración…

Sin embargo, en la obra de Manuel Ocampo hay algo más que intuyo que no se ha sabido ver. En la pintura a la que aludíamos antes, No me falta nada, hay otro elemento importante que la reproducción fotográfica no deja ver: un pequeño collage con un sexo femenino. ¿Qué significa esta asociación de una imagen religiosa a la cruz gamada o al sexo femenino? Es difícil dar una respuesta, pero acaso esta agrupación responda a una búsqueda de conocimiento, a una manera de acercarse al misterio. No hay nada irreverente. La superposición de lo religioso, el sexo, la esvástica obedece a la misma lógica: son símbolos de lo sagrado, de lo inefable, más allá de los cuales no existe otra realidad. El artista explora la representación de lo sagrado y su trabajo consiste, como el de los antiguos emblemistas, en asociar símbolos. Para ello se nutre de las imágenes de la pintura antigua, pero también del kitsch, del graffitti, de los fanzines... Se trata de revitalizar este lenguaje alegórico.

La pintura de Manuel Ocampo ha abordado también la problemática política. Muchas de sus obras son denuncias contra el imperialismo. Pero esta afimación no es tan simple. En alguna entrevista Ocampo ha cuestionado la efectividad del arte político. Entonces, ¿qué sentido pueden tener sus denuncias? Creo que en Manuel Ocampo la aspiración política se manifiesta, como la religión y el sexo, como una esperanza o un resplandor en la lejanía. Es una pregunta, un deseo. Más aún, se expresa como un Misterio. Sus alusiones a la política, a lo religioso, al sexo son construcciones o representaciones de un imaginario en busca de una epifanía, de un dar forma a este Misterio.

Por último quiero señalar un aspecto importante de esta exposición. Y es que, al margen de las pinturas y dibujos expuestos, se invitó al artista a realizar un mural de carácter efímero. Esta intervención ocupa un lugar central en el recorrido de la muestra. Es como su corazón o núcleo. Pues bien, Ocampo pintó montañas de heces. Intuyo que aquí está la clave de su pintura. Con los retales rotos, con las excrecencias, con los despojos de la civilización, el artista busca componer nuevos significados y nuevos imaginarios de lo sagrado. Las heces -la cultura marginal- no poseen un significado negativo. En la simbología los excrementos se asocian al oro o a la materia sagrada: lo que aparentemente no tiene ningún valor posee una significación o un poder que, una vez evacuado, puede ser recuperado. Así, los desechos y elementos descartados de la cultura industrial son reciclados. Cierto que es también posible la lectura inversa: las montañas de excrementos como un campo de ruinas.