Image: Barroco Erwin Olaf

Image: Barroco Erwin Olaf

Exposiciones

Barroco Erwin Olaf

20 febrero, 2002 01:00

Paradise portrait, 2001

Espacio Mínimo. Doctor Fourquet, 17. Madrid. Hasta el 16 de marzo. De 696 a 11.136 euros

Es probable que muchos recuerden las imponentes imágenes que la galería Espacio Mínimo colgaba en su stand en la pasada edición de ARCO. Eran retratos de mujeres históricas representadas con sus atributos de muerte. Si Diana de Gales veía el símbolo de Mercedes incrustado en su brazo izquierdo, María Antonieta sujetaba en sus manos su propia cabeza tras una horrible decapitación. En ambas imágenes, como en el resto de esta serie apabullante llamada Royal Blood, la sangre fluye incesante. No tiene problemas Erwin Olaf a la hora de conmovernos pues su fotografía coquetea en todo momento con lo sórdido y lo perturbador. Unas veces desde lo puramente artístico (Royal Blood) y otras desde la sátira incisiva (Fashion Victims, serie que se pudo ver en la exposición El Cuerpo del Arte de la Bienal de Valencia) el artista holandés golpea con fuerza al espectador. La exposición actual de la galería Espacio Mínimo no supone un impacto menor.

La serie se titula Paradise y comprende dos vertientes: The Club y The Portraits. La primera describe el ambiente ensordecedor de uno de los tugurios más populares de ámsterdam en el que reina un extraordinario desmadre, una gran bacanal del siglo XXI. Utilizando el medio digital, Olaf propone composiciones que se apoyan en un agudo sentido del color y, sobre todo, del movimiento. Los protagonistas se contornean adoptando posturas inverosímiles para abrazarse y besarse en lo que supone una permanente confusión de planos y perspectivas. Personajes andróginos ofrecen prácticas sadomasoquistas a cualquiera que se precie mientras baña el alcohol los cuerpos desnudos y sudorosos. El segundo muestra retratos en primer plano de los participantes de la fiesta, hombres y mujeres sobre cuyos rostros se despliega toda la parafernalia digital convirtiéndolos, en la mayoría de los casos, en monstruos, en un desfile de máscaras en el que se respira un aire viciado y espeso. Las caras se arrugan en tonalidades cromáticas brillantes y, demacradas, dibujan el ambiente más macabro de la noche.

Olaf descubre con estas imágenes los ambientes más turbios en una serie que surge en una época enrarecida. Es posible que tan sólo quiera mostrar la existencia de este tipo de lugares y situaciones donde lo marginal adquiere gran protagonismo. Puede, también, haber querido aprovechar la representación de este barroquismo descontrolado para dar rienda suelta a cuestiones técnicas del ámbito digital, aunque quizá quiera demostrar que a pesar de todo lo que pasa a nuestro alrededor, las cosas siguen su curso. Que al fin y al cabo, todo nos acaba dando igual, y que el mundo sigue inmerso en la más absoluta banalidad.