Exposiciones

Pep Agut, el artista frente al museo

5 abril, 2000 02:00

Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Plaza de los ángeles, 1. Barcelona. Hasta el 28 de mayo

Pep Agut (Tarrasa, 1961) inició su trayectoria artística como pintor, una condición a la que no ha renunciado a pesar de su absorción del conceptualismo y minimalismo de los años sesenta. En los ochenta se centró la pintura abstracta autorreflexiva, retomando planteamientos materialistas del Support-Surface incorporando elementos de foto-collage. Agut avanzó en estas investigaciones mediante grandes instalaciones. Ahora ha retomado la fotografia, con superposiciones de textos y superficies reflectantes, que remiten a trabajos conceptuales de Dan Graham y M. Pistoletto.

Esta exposición es una reflexión crítica sobre la institución museística, su relación con el artista contemporáneo y por extensión con el público. Ya sabemos que el museo es una entidad contradictoria: sacralización y monumentalización de valores intocables, petrificación y esterilización de significados, endogamia, mausoleo, etcétera. El artista posee una relación de amor u odio con el museo de arte contemporáneo, según esté integrado u ocupe un lugar marginal en su ansiedad de implicarse y de ser su protagonista. Las contradicciones del museo y la presión que ejerce sobre el artista, son, para mí, los temas centrales de la exposición. Puede que existan otras lecturas; precisamente el título de la muestra, A los actores secundarios, está dedicado al público: ante estas piezas herméticas, y por tanto abiertas a múltiples comentarios, el público, habitualmente pasivo, debe responsabilizarse y participar en el rol principal. A él le corresponde dar una interpretación según su sensibilidad.

En la muestra existen piezas muy representativas. En una de ellas Pep Agut ha tomado un pedestal que imita las columnas de Richard Meyer, el arquitecto que proyectó el MACBA; según el artista, Meyer colocó innecesariamente columnas para hacer más obvia la arquitectura; esto es, potenció el efecto monumento-espectáculo-templo sagrado del arte. Sobre este pedestal-símbolo se exhibe un autorretrato del propio artista, disfrazado tiernamente de mimo, metáfora de la frágil posición del artista frente al museo. Pep Agut, el arquetipo del creador, se presenta en un equilibrio precario, gracias a un mecanismo que gira sin fin encima del pedestal. Igualmente es muy representativa aquella imagen del mismo Pep Agut disfrazado de prestidigitador; en el momento culminante, cuando debería aparecer el efecto sobrenatural, no acontece ningún golpe de magia, sino el vacío; un vacío cuanto más significativo en la medida que esta imagen del artista como mago frustrado es el reverso de una escenografía que bien pudiera asociarse a un museo, una arquitectura realizada con telas sin pintar. En fin, toda una lección sobre el significado del arte contemporáneo: detrás de la parafernalia, el vacío. Sin embargo una de las piezas más representativas consiste en una mirilla, de aquellas que se utilizan habitualmente en las puertas. Pues bien, a través de la mirilla de Pep Agut, dirigida hacia el exterior del museo y a través de la lente, uno observa el paisaje urbano completamente deformado: la realidad desde el museo de arte contemporáneo aparece distorsionada.

Muy interesante, muy interesante, pero ¿para qué esta reflexión? Ahora, una vez que se le ha organizado su primera gran exposición en un museo, el artista parece más conciliador o, por lo menos, se siente más integrado en el museo. Dice así, refiriéndose al MACBA: "me siento parte de un proyecto artístico con el que estoy de acuerdo". Y el museo, el MACBA, ha lavado su mala conciencia. Personalmente opino que estas reflexiones críticas sobre el museo, desde el mismo museo, demuestran la gran capacidad de la institución para absorberlas o destruirlas. El contexto condiciona el mensaje y finalmente no pasa nada.

Anteriormente he aludido a la visión deformada que se produce cuando se mira desde el museo hacia el exterior a través de una mirilla. Las miradas suelen ser recíprocas. Así, desde fuera, desde el exterior, quien se dirige al museo -o se dirige a quienes escribimos sobre arte- también lo observa y nos observa como algo distorsionado. Hay que aprender a convivir con las propias contradicciones.