Image: Frida Kahlo, vida, obra y mito

Image: Frida Kahlo, vida, obra y mito

Arte internacional

Frida Kahlo, vida, obra y mito

9 junio, 2005 02:00

El pequeño ciervo, 1946. Col. Dr. Carolyn Farb

Tate Modern. Bankside. Londres. Hasta el 9 de octubre

El 9 de junio se inaugura en la Tate Modern la que será la exposición del verano en Londres: ochenta obras de Frida Kahlo abandonan México, muchas de ellas por vez primera, para venir a Europa en una gran muestra. Kevin Power nos ayuda a acercarnos a la carismática artista.

Las últimas palabras del poeta norteamericano Robert Duncan, justo antes de morir, fueron bellas y acertadas: "¡Fue una gran aventura!" Frida Kahlo hubiera podido decir lo mismo desde una perspectiva más oscura, surcada por el dolor. La suya fue una vida de dramáticas dimensiones. Nació en Coyoacán en 1907, hija de Guillermo Kahlo, fotógrafo oficial del Patrimonio Cultural de México durante el Porfiriato. La presencia de la fotografía le acompaña toda su vida y nos ha dejado un recuerdo íntimo e intenso: fotos firmadas por Steichen, Silberstein, Lola y Manuel álvarez Bravo, Henle y, sobre todo, por su amante Nick Muray. Su mirada, a veces triste, a veces seductora, pero siempre desafiante atestigua su fuerza y resistencia y su cara nos habla de su extraña belleza, su sufrimiento, y su ambigöedad sexual. Su infancia y adolescencia están marcadas por una serie de acontecimientos determi- nantes: de niña contrae poliomielitis, su pierna derecha queda afectada y acaba siendo amputada; como adolescente frecuenta las organizaciones estudiantiles de izquierda y se ve imbuida por el espíritu revolucionario que le lleva a inscribirse en el Partido Comunista; presencia el trabajo de Diego Rivera que se convertirá años después en su marido. Y, lo más dramático y decisivo: sufre en 1925 un accidente que cambia su vida cuando el camión en que regresa a su casa es embestido por un tranvía. Aquí empieza su calvario y a la vez su vida como artista ya que durante la convalecencia empieza a pintar. Su cuerpo se convierte en laboratorio de desintegración. Sin embargo, la vida sigue. Se casa con Rivera y a sus instancias se viste con ropas de mestiza. Asume la mexicanidad e introduce lo popular en su obra. Pero el drama sigue dejando sus huellas: entre 1930-1934 sufre tres abortos, su marido mantiene una relación con su hermana menor, y ella tiene un romance con Trotski y poco después con Muray. Se divorcia de Rivera y se casa de nuevo con él al año siguiente. En 1953 asiste postrada en la cama a la única muestra individual que tuvo en México, en la galería de su amiga Lola álvarez Bravo. Su salud sigue deteriorándose y casi su última aparición en público, sentada en una silla de ruedas, es para protestar contra la intervención norteamericana en Guatemala. Muere el 2 de julio de 1954.

Indudablemente nos encontramos con los elementos necesarios para construir el mito. Su obra dibuja estos acontecimientos, rellenándolos con otras preocupaciones emocionales e intelectuales y dándoles un filo creativo que sirve quizá de terapia pero sobre todo responde a los lenguajes vanguardistas de la época en los cuales pretendía encontrar su particular lugar. Breton se esforzó por incluirla dentro de su grupo privilegiado de surrealistas pero la obra resiste y no se presta tan alegremente a esta simple categorización. Se tuerce hacia otro lado más complejo y enraizado en su propia cultura. Kahlo sabía lo que estaba pasando en los círculos de la vanguardia europea pero sus raíces se encontraban en lo popular. Se veía como autodidacta e ingenua: "Prefiero sentarme en el suelo en el mercado de Toluca para vender tortillas. No quiero tener nada que ver con estas putas artistas parisienses". Se trata de una actitud romántica y la verdad es más compleja ya que Kahlo es una artista más sofisticada de lo que sugieren sus propias palabras.

La obra de Kahlo es más bien una síntesis de lo personal y de lo político, con una producción sorprendentemente corta de no más de 150 pinturas. Sin embargo abarca una amplia gama de posibilidades que van desde obras que expresan una aguda introspección (Las dos Fridas, 1939, Mi nacimiento, 1932) hasta cartografías sofisticadas de la nueva democracia mexicana y su búsqueda de una identidad nacional (Cuatro Habitantes de México D.F., 1938), desde un simbolismo complejo repleto de signos y emblemas hasta obras de una ambición extraordinaria que tratan sobre la historia global humana y la metafísica (Moisés, 1945, El pequeño ciervo, 1946). No hay que sorprenderse de que buena parte de la crítica reciente suela centrarse en lecturas feministas. Sin embargo, más significativo es el hecho de que su obra tiene un papel clave en la formulación de un lenguaje artístico que cuestiona los valores neo-coloniales, como también constituye alegorías de la situación problemática de la cultura y de la sociedad tercermundista, y a la vez un cuestionamiento de la naturaleza eurocéntrica de las categorías y clasificaciones de la práctica artística. En cierto sentido, toda su producción es política: desde naturalezas muertas que simbolizan una expresión de orgullo hacia lo mexicano (Frutas de la Tierra, 1938), hasta obras que delinean las relaciones entre México y Estados Unidos, o una serie en la que su cuerpo sirve de espejo a las promesas y sueños rotos de la revolución mexicana.

Kahlo plasma en su persona y en su obra el mito de lo híbrido, una mezcla de bohemia trágica, de la virgen de Guadalupe y de la heroína revolucionaria. Nos propone una obra que exige la libertad creativa y la subversión de las esperanzas sociales frente al comportamiento femenino. ¡Que más se puede pedir!