Joan Miró en la Fonería Gimeno, 1944-1945. Foto: © Fondo Joaquim Gomis, depósito en el Archivo Nacional de Cataluña. © Herederos de Joaquim Gomis. Fundació Joan Miró

Joan Miró en la Fonería Gimeno, 1944-1945. Foto: © Fondo Joaquim Gomis, depósito en el Archivo Nacional de Cataluña. © Herederos de Joaquim Gomis. Fundació Joan Miró

Arte

Joan Miró, el artista que asesinó la pintura y redefinió el arte moderno

El 50 aniversario de la Fundación Joan Miró de Barcelona y un gran proyecto expositivo en Palma de Mallorca brindan una nueva oportunidad para recorrer el paisaje de un artista mágico.

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Tres de los nombres fundamentales del arte moderno, Picasso, Dalí y Miró, eran españoles. Algo que además contrasta con la escasa importancia de nuestro arte en épocas anteriores, salvo las consabidas excepciones de Velázquez y Goya. Podemos añadir alguna otra coincidencia: están vinculados por origen y/o final a Barcelona, y su obra se realizó en gran parte fuera de nuestras fronteras.

Sin embargo, con el paso del tiempo, la figura de Miró ha ido difuminándose e incluso, muy equivocadamente, reduciéndose a su faceta más decorativa, considerándole, además, como un artista simple.

A diferencia del torrencial Picasso y el excéntrico Dalí, la figura menuda y silenciosa de Miró no hace pensar en su incandescente enemistad con cualquier convención artística. Me refiero a quien en 1928 declaró que había que asesinar a la pintura. Y a quien André Breton calificó (exagerando) como “el más surrealista de todos nosotros”.

Miró es conocido por sus obras públicas. A partir de un momento, su sentido del color y sus formas simples le convirtieron en el artista preferido para crear hitos urbanos o dignificar un edificio. De estos últimos cabe recordar el mural para la universidad de Harvard (1950) o, más cerca, el del Palacio de Congresos de Madrid (1970).

Entre sus esculturas, divertidas como juguetes, está Dona i ocell (1983), con sus colosales 22 metros, en un parque de Barcelona. Nada que ver con lo que fueron sus primeras esculturas hacia 1930. Por entonces le apasionaban la combinación de objetos triviales, cuya conexión inventiva producía imágenes de alto voltaje poético (luego las trasladó al bronce: Reloj de viento, de 1967, por ejemplo).

Es difícil no quedar hechizado por ese “repertorio del mundo” en que cada raíz y cada nube están perfectamente descritas

Como suele suceder, lo monumental borra lo minucioso. Y en Miró este aspecto es crucial. Los primeros cuadros en que desarrolló su lenguaje personal son Huerto con asno (1918) y La Masía (1922). Es difícil no quedar hechizado por ese “repertorio del mundo”, en que cada raíz y cada nube están perfectamente descritas, aunque no pretendan ser parecidas a las reales.

Muestra un amor por la naturaleza que le acompañará siempre (luego con una dimensión cósmica), así como por los objetos populares. En su detallismo y simplicidad nos recuerda el arte naif, pero si es ingenua la mirada no lo es el lenguaje pictórico, que traza un paisaje ideogramático, de signos que son cosas.

Joan Miró en la Imprenta Miralles trabajando en la 'Serie Barcelona', 1944. Foto: © Fondo Joaquim Gomis, depósito en el Archivo Nacional de Cataluña. © Herederos de Joaquim Gomis. Fundació Joan Miró

Joan Miró en la Imprenta Miralles trabajando en la 'Serie Barcelona', 1944. Foto: © Fondo Joaquim Gomis, depósito en el Archivo Nacional de Cataluña. © Herederos de Joaquim Gomis. Fundació Joan Miró

Su contacto con el surrealismo le llevó a firmar el Primer Manifiesto en 1924 y a exponer regularmente con el grupo. Lo que convierte a Miró en surrealista son cuadros como El carnaval del arlequín (1924) cuya particular fauna de formas guarda ecos con El Bosco en el pasado y con contemporáneos como André Masson.

Y qué decir de Bailarina española (1928), ese sabotaje de la pintura, pues consiste en una tabla manchada, un rectángulo de papel de lija y, sobre él, dos líneas en ángulo y el recorte de un zapato de bailarina.

En esos mismos años, desarrollará el conjunto de sus Interiores holandeses. Partiendo de cuadros concretos, hará una traslación visual que permite asistir en directo a la surrealización de un motivo real. Para entonces, el color es ya protagonista de su pintura, como lo son las formas planas y simplificadas.

Es el lenguaje que va a emplear cuando en plena Guerra Civil le soliciten una imagen para un sello en apoyo del gobierno de la República (que terminará convertido en un cartel) con el lema ¡Aidez a l’Espagne!. También fue invitado a participar en el Pabellón de la República en la Exposición Universal de 1937. Junto al Guernica de su colega, pudo verse El segador, un gran mural de Miró (luego desaparecido).

Fue invitado a participar en el Pabellón de la República en la Exposición Universal de 1937 y junto al 'Guernica' de su colega, pudo verse 'El segador'

En 1939, cuando termina esa guerra y va a empezar la siguiente, Miró, “encerrado en sí mismo”, comienza la serie de Las constelaciones. Un universo salpicado de signos que representan estrellas, pájaros y mujeres sobre fondos suaves. Es inevitable pensar en Klee e incluso en el Kandinski más biomórfico. Constituyen su lenguaje de madurez y es también el que todos reconocemos como suyo.

Su última etapa, desde los años sesenta, se caracteriza por la simplicidad del grafismo sobre un vacío punteado de referencias a la naturaleza.

A estas alturas no he presentado a Miró. Nació en Barcelona (1893) y se formó en la Academia de Francesc Galí y en el Círculo Artístico de Sant Lluc. Viajó por primera vez a París en 1920, conoció a Picasso, del que fue siempre amigo. Allí tuvieron lugar sus primeras exposiciones importantes, y allí estaba cuando estalló la Guerra Civil.

Volvió a España en 1942 y poco después se instaló en Mallorca. En 1946 viajó a Estados Unidos y realizó importantes obras en espacios públicos. Durante los 60 se concentró en la escultura. A todo ello habría que añadir sus trabajos en cerámica y su extraordinaria obra gráfica.

En 1975 hizo realidad un querido proyecto: se inauguró la Fundación Miró de Barcelona (cuyo arquitecto, Josep Lluís Sert, lo había sido el del pabellón de la República). Falleció en Mallorca en 1983. Miró es un artista que vale la pena revisar.