Vista de una de las salas de la exposición. Foto: TEA

Vista de una de las salas de la exposición. Foto: TEA

Arte

Un punto de partida para un futuro tinerfeño aún por escribir

El TEA de Tenerife presenta la exposición más grande de su colección atravesada por la historia de los colectivos artísticos de Canarias.

Más información: Néstor, el príncipe olvidado del simbolismo español resucita a lo grande en el Museo Reina Sofía

Publicada

¿Quién escribe la historia? Y, casi más importante, ¿cómo se escribe? Son preguntas que rara vez nos planteamos porque las respuestas derivan de una historiografía impuesta. El relato –entendido como un ejercicio de memoria abierto, plural y transversal– difiere de las voces únicas legitimadas en un momento histórico concreto; unas voces que responden a un contexto político, económico y social.

Rebeldía y disciplina. Una posible historia de los grupos de artistas de Canarias a partir de la colección de TEA

Tenerife espacio de las artes (TEA). Tenerife. Hasta el 26 de octubre

No podemos separar el arte de las condiciones en las que surge, por eso, reescribir el relato integrando lo polifónico sigue siendo una tarea pendiente de nuestra museografía. Y por eso, también, se presenta como una labor titánica que exige tiempos pausados y una mente colectiva capaz de ordenar todos los eventos, incluso los olvidados.

Esa es, precisamente, la propuesta del equipo curatorial de TEA (Tenerife Espacio de las Artes) en Rebeldía y disciplina, como primera toma de tierra de su nuevo director, Sergio Rubira. Con sus 500 obras firmadas por cerca de 200 artistas, la muestra –la más extensa que ha albergado el edificio de Herzog & de Meuron y Virgilio Gutiérrez– se presenta como una tentativa de escritura coral sobre un folio que, hasta hace poco, exhibía demasiados márgenes en blanco, y constituye la mayor toma de palabra que el museo ha emprendido sobre su propia colección y, a la vez, sobre el significado de producir arte en colectividad en Canarias.

El retrato del trabajo artístico colectivo se despliega en tres tiempos –1918-1950, 1950-1970 y 1970-2025– y dibuja un punto de partida para futuras investigaciones. Plantea cuestiones tan necesarias como: ¿qué es un colectivo? ¿Cómo implica el contexto insular en la producción artística? Estas preguntas podrían extrapolarse a cualquier territorio, pero enunciarlas aquí resulta imprescindible para generar un marco propio y entender la historia local.

“Hemos utilizado el Fondo Fotográfico Isla de Tenerife, un relato documental que contextualiza política y socialmente las piezas –explica Rubira mientras recorre la muestra–; el cine también está muy presente”. El viaje comienza en un Tenerife que nace de un imaginario turístico y exótico a través de sus nombres paradigmáticos: Óscar Domínguez y Néstor Martín-Fernández de la Torre.

Vista de la exposición. Foto: TEA

Vista de la exposición. Foto: TEA

A partir de ahí, la exposición dialoga con los estereotipos al tiempo que los desarma. Su empeño es visibilizar el trabajo femenino, colectivos invisibles, prácticas artesanales, la influencia de las vanguardias y la producción LGTBQ+, entre otras múltiples temáticas, y mostrar cómo los artistas rebeldes o disidentes cohabitaban con los disciplinados.

“Se trata de compartir recursos e inteligencias –prosigue el director–; lo más bonito ha sido funcionar como estos colectivos que estudiábamos, haciendo que cada miembro del equipo aportara algo”.

Cuando se le pide que destaque dos de ellos, Rubira menciona tres: “la escuela Luján Pérez, un grupo de artistas que hay que poner en valor, cuyos vínculos con el arte y la artesanía junto a su esfuerzo para formar nuevos artesanos, lo vincula a William Morris y el Arts and Crafts creando un modernismo de fricción entre lo identitario y la modernidad. La revista Gaceta de Arte necesita revisitarse porque la dominancia de Óscar Domínguez la hizo surrealista cuando era internacionalista, y en los 70, los grupos de artistas de La Laguna provocaron una ‘movida’ tinerfeña, en la que destacan el trabajo de cuerpo y las perfomances”.

Néstor Torrens, 'Círculo familiar', 1993. Foto: María Laura Benavente / TEA

Néstor Torrens, 'Círculo familiar', 1993. Foto: María Laura Benavente / TEA

Este primer tramo demuestra que las vanguardias, lejos de llegar a las islas como eco tardío, encontraron allí un espejo fractal donde multiplicarse: la rareza geográfica alentó el diálogo con París o Barcelona y al mismo tiempo reverdeció símbolos autóctonos. No en vano, Gaceta de Arte proclamaba ya en 1932 que “todo arte verdadero nace del paisaje interior”.

El periodo 1950-1970 avanza con colectivos como El Paso, LADAC, Nuestro Arte o el grupo femenino Las 12, que ensayaron la expansión de la materia y del gesto: Martín Chirino forja espirales de viento, Manolo Millares zurce arpilleras y Felo Monzón pinta incluso recluido en el campo de concentración de La Isleta y Gando.

Sorprende descubrir cómo los prisioneros improvisaban pequeños lienzos con cajetillas de tabaco o cualquier soporte a mano, testimonio de una represión particularmente dura en el archipiélago entre 1936 y 1947.

La muestra se presenta como una tentativa de escritura coral sobre un folio con márgenes en blanco

Nos guía ahora Néstor Delgado, artista y conservador del museo: “Queríamos reflejar la transición al turismo, vinculada al puerto franco como puerta de entrada cultural. Abrimos con una pieza de María Laura Benavente, Showtime, que revisita discotecas y bares nocturnos, la contracultura y el movimiento jipi”.

La tercera oleada –1970-2025– late como rizoma: del Grupo Corps y La Cámara (pioneros conceptuales) a los colectivos surgidos tras la crisis de 2008 (El Apartamento, Solar, Oficina para la Acción Urbana). La ironía de La Limonera, la deriva de Storm and Drunk, el imaginario post-internet de Neoblanditas o las arquitecturas-asamblea de Casa Antillón prueban que la identidad canaria se escribe conectada y diaspórica.

La exposición no toma partido, pero sitúa la fricción en el centro: la tensión internacionalismo/indigenismo no es un dilema resuelto, sino un motor creativo donde la llegada del otro obliga a reimaginar el yo.

“Rebeldía” y “disciplina” se revelan, así, como dos notas de un mismo acorde, un primer borrador de la historia colectiva insular que invita a recuperar más archivos y a sumar más voces. Un punto de partida para un futuro aún por escribir.