
Vista general de la instalación. Foto: Victor Hugo Martín
Juan López, nuevas arquitecturas antiguas en el Museo Patio Herreriano de Valladolid
Se inaugura una exposición que reflexiona sobre el tiempo en la arquitectura y en nuestro patrimonio como un ente vivo.
Más información: Dimitris Pikionis, el último arquitecto de la Acrópolis
Esta sugestiva exposición nos lleva a pensar en los giros que el paso del tiempo introduce en los espacios arquitectónicos y en sus soportes expresivos. Juan López (Alto Maliaño, Cantabria, 1979) interviene en dos de los espacios expositivos del Patio Herreriano: en la capilla y en la sala adyacente.
Es importante la historia y las características del lugar institucional donde se presentan sus intervenciones, ya que el Patio Herreriano era el patio procesional del antiguo monasterio de San Benito el Real, construido en Valladolid entre 1596 y 1665, y se inauguró como centro de arte en 2002. Para ello, lógicamente, hubo que realizar toda una serie de adecuaciones y transformaciones de los espacios.
En ese trasfondo López sitúa, de nuevo, el signo de interrogación acerca de los espacios arquitectónicos que constituye una de las claves centrales de su trayectoria. En esta ocasión, interviene escultóricamente en la capilla y con un gran fresco mural disperso en la Sala 9. Escultura adherida y pintura mural como ejes expresivos de sus intervenciones en los espacios.

Vista general de la instalación. Foto: Víctor Hugo Martín
En la capilla, explorando el ritmo de los arcos sometidos a una intensa remodelación en el devenir histórico, Juan López juega con el paso del tiempo, colocando un conjunto de cerchas de carácter industrializado y neutral, con textura similar a la de la mampostería de la capilla.
Con ello, establece un contraste entre la idea de originalidad de los espacios arquitectónicos prestigiosos y la extensión de lo homogéneo y estandarizado en tantas construcciones actuales. En otros términos: ¿de dónde venimos… y a dónde vamos…? A través de su intervención, Juan López introduce la mirada de la arqueología en la contemplación y experiencia del espacio arquitectónico.
El eco de la arqueología está también presente en su propuesta de la Sala 9. La pintura mural que se desplaza en las paredes laterales de la sala es la reverberación de un diálogo con el fresco original que está en la luneta del muro del fondo. Según indica el propio Juan López, lo que aquí pretende es trabajar “a la contra”: con chorros de arena sobre los muros, que van levantando distintas capas de las paredes.
Así se manifiestan agujeros en la pared, parches de madera, tonos rosas y naranjas, y un continuo fluyente de pintura amarilla mural: un conjunto de rastros de exposiciones anteriores. Con todo ello, en las paredes brotan tonalidades imprevistas, zonas vacías y representaciones perdidas en el paso del tiempo con formas que dialogan con el mural de la luneta.

Detalle de la instalación. Foto: Victor Hugo Martín
En definitiva, con Juan López además de fluir en el espacio, fluimos también en el tiempo. Sus obras son una interrogación profunda acerca de lo que vemos y cómo lo vemos, y con ello nos situamos en una perspectiva radicalmente diferente a la invasiva homogeneidad de la imagen, a la que estamos tan intensamente sometidos en el mundo de hoy. Su trabajo es todo un ejercicio de escritura visual, a través del cual podemos aprender y conocer mejor lo que supone el paso del tiempo y la experiencia de la vida.