Image: El paisaje eléctrico de Santiago Giralda

Image: El paisaje eléctrico de Santiago Giralda

Arte

El paisaje eléctrico de Santiago Giralda

12 agosto, 2015 02:00

Santiago Giralda en su estudio de Madrid, casi fusionado con su pintura

El joven artista madrileño ocupará el espacio de la galería Moisés Pérez de Albéniz de Madrid el próximo septiembre con Dejar hacer a la sombra. La sombra como un destino inalcanzable.

Encima de su mesa de trabajo plagada de botes y de manchas sobrevive del naufragio pictórico un libro titulado Cuentos de sombras. Están recogidas por José María Parreño hace años, en 2005, para Siruela, y en ellas encuentra cobijo este verano Santiago Giralda (Madrid, 1980). Da pistas del amor de este artista por las grandes expediciones, por los picos más altos de lo imaginario y los sótanos del alma humana que él recorre apenas sin distancias. También, de su próxima exposición en Madrid en la galería Moisés Pérez de Albéniz, quien le dedica su primera individual celebrando la apertura de temporada en septiembre. Dejar hacer a la sombra, se titula, y "explora el concepto de la sombra a nivel constructivo y simbólico en la pintura de paisaje, la sombra como aspiración inalcanzable", anticipa.

Desde que fuera seleccionado en Generaciones 2013, Giralda es uno de los artistas más notables de su generación volcado en la pintura. Sus cuadros son como campos de fuerzas con los que él dialoga y donde proyecta paisajes imaginarios. Los diseña a partir de imágenes preexistentes, mediáticas algunas, otras más emocionales, que rescata del recuerdo. Lo que nos propone es jugar con la distancia: vistos de cerca, sólo vemos el caos, pero al alejarnos el paisaje emerge ante nosotros. Fecunda metáfora de nuestra posición en el mundo.

Pintar es para mí explorar una práctica inabarcable; es pasar a través de los secretos, traducir lo que todavía es oscuro"

Un vistazo rápido a los cuadros que amontona en su estudio da cuenta de sus gustos musicales. Varios títulos robados de algunas canciones de Bon Iver y Henryk Gorecki suman pistas: Giralda tiende a la armonía de melodías, a la saturación y el autocontrol, a una melancolía sostenida, sobrecogedora. "Para mí pintar significa explorar una práctica que es inabarcable. Me interesa la pintura por su pureza y su verdad. Me fascina cómo a partir de materiales sencillos y accesibles se puede desarrollar un mundo tan amplio y con tanta capacidad por comunicar y emocionar", explica.

Habla de pintura pero podría hablar de la idea de subir una montaña, de la emoción que se proyecte ante cualquier ascenso. Tira de su gran referente para seguir adentrándose en sus obras: "Como decía Balthus, pintar significa alcanzar, procesar y conquistar. Pasar a través de los secretos, traducir lo que es todavía oscuro, no tratar de dar interpretaciones". Sus obras más antiguas son de 2007, como la titulada Ventana, que considera su primera pintura. Después llegó Alex Playroom (2008), la habitación ficticia de un amigo que pintó utilizando fotos del cuarto real, imágenes aleatorias que encontró en internet y algunas imágenes de obras de arte. Tiene algo de los paisajes interiores de Richard Hamilton.

Detalle de Iceberg

En 2012 llegó The Bridge y el inicio de la serie Rendering Landscape, "mi segundo paisaje pero la primera vez que trabajé el cuadro como lo hago actualmente. Tiré pintura sobre la superficie, utilicé decapante e intenté sabotearme para no proceder como lo había hecho hasta la fecha. El hecho de trabajar con el paisaje como modelo para la representación cambió mi territorio de investigación", explica. En Iceberg (2014) convirtió la montaña en el motivo iconográfico central en su pintura. Una cordillera pictórica sin ubicación, como el nivel de trascendencia que él persigue.

-¿Cómo enlazan los proyectos entre sí?
-Todas las obras conectan por la aspiración de entender la potencialidad de la pintura como lenguaje que va más allá del motivo representado. Es decir, aunque parezca contradictorio, el motivo representado no es lo fundamental, sino que lo utilizo como pretexto, independientemente de si antes eran habitaciones u objetos y ahora montañas. La abundancia de elementos que componen el cuadro sigue siendo la misma. Siempre he utilizado esa estrategia para capturar la huella que dejan los diferentes pasos para la elaboración del cuadro en el tiempo. En cierta manera, el hilo conductor de toda mi obra siempre ha sido la motivación por hacer presente la experiencia de la pintura, tanto a nivel de producción como para su visionado.

-Háblanos de ese minucioso proceso de trabajo...
-Me gusta establecer un paralelismo entre la montaña como motivo iconográfico de la conquista de lo desconocido y el proceso de realización del cuadro. Al igual que los alpinistas recorren un gran trayecto para alcanzar una meta personal que se impone a la naturaleza, yo afronto el cuadro como un proceso en el que aceptar las incertidumbres para conquistar accidentes y descubrir otras realidades. Siempre parto de imágenes mediáticas y trabajo con programas de edición para finalmente pintarlas. Mi intención es que el cuadro muestre la experiencia de taller propia de la pintura, por lo que necesita de tiempo. Siendo optimista, nunca tardo menos de tres semanas en realizar un cuadro de gran formato.

Detalle de The Bridge

-¿Cómo definiría el paisaje que representa?
-Me interesa el paisaje como constructo cultural y como proyección mental, el que se desencadena a partir de la percepción de un territorio. Mi intención al pintar paisajes es promover ese impulso del espectador hacia la contemplación, equiparando ese majestuosidad a la propia de la pintura. Hoy se ha construido una idea de paisaje como espacio prediseñado y de uso turístico que nos aleja de la experiencia individual y auténtica que yo persigo. Yo pretendo evitar esa frivolización de la experiencia de la naturaleza que, a veces, implican las imágenes tecnológicas, estableciendo un paralelismo entre la construcción del paisaje en la naturaleza y el proceso de elaboración del cuadro.

-¿Qué lugar ocupa el espectador frente a sus obras?
-Me encantaría que, al contemplar mis cuadros, se hiciese presente y se apropiase del lugar, como si en cierta manera se evadiese, se perdiese en ese paisaje y emprendiese un viaje personal. No puedo controlar las emociones que provoca mi pintura, pero me gustaría poder trasladar que una pintura tiene una vida propia que va más allá del virtuosismo o de lo que representa.

Aunque la influencia de los paisajistas románticos del siglo XIX es más que evidente en su obra, Santiago Giralda afirma que es esta liberación de muchos referentes al mismo tiempo que busca constantemente nuevos lenguajes con la pintura con los que romper las normas del género paisajista. "Es importante para mí que mis cuadros estén en consonancia con mi actitud de compromiso, dedicación y espíritu crítico. Me conmueve esa belleza que se encuentra en poner esa energía en realizar algo por encima del resultado...".

@bea_espejo