Image: Tras la estela de Dalí

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Arte

Tras la estela de Dalí

Pabellón español de la 56ª Bienal de Venecia 2015

24 abril, 2015 02:00

Helena Cabello, Francesc Ruiz, Ana Carceller y Pepo Salazar en el Pabellón español en Venecia, 2015

Son Los Sujetos: Ana Carceller, Francesc Ruiz, Helena Cabello y Pepo Salazar. Hay uno más, Dalí, aunque es sólo un hálito, un zumbido latente. A Martí Manen, el comisario, le sirve para dar un salto temporal al pasado y hacer una relectura del artista surrealista hoy. También para reflexionar sobre lo divergente, lo complejo, lo ambiguo y lo excesivo en la práctica artística contemporánea. Tomen nota: la cita será el próximo 6 de mayo, aunque antes nos colamos en el pabellón para que nos cuenten los detalles.

Son nuevos tiempos para el pabellón español en la Bienal de Venecia. El momento para darle una vuelta de tuerca a lo que representa esta bienal, la celebración por excelencia del arte contemporáneo. Eso debió de pensar el comisario Martí Manen con el proyecto Los Sujetos, agrupando el trabajo de los artistas Helena Cabello y Ana Carceller, Francesc Ruiz y Pepo Salazar con el de Dalí. Está presente como un hálito, como trama conceptual, y mediante algunas de sus entrevistas que vemos en varias pantallas en el espacio central del pabellón, pintado de rosa.

En buena parte, recuperar a Dalí funciona como una metáfora de lo que es, en realidad, Venecia: el gran evento, la pompa social, la fiesta del arte. Un simulacro. Aunque Dalí aparece, también aquí, como prototipo del artista poliédrico y misterioso, que tiene buena estela en el arte contemporáneo hoy. Es el que se salta los límites de lo convencional; el que riza el rizo de su identidad como sujeto y personaje. El artista incómodo, lleno de recovecos. Eso es lo que tienen en común Cabello/Carceller, Pepo Salazar y Francesc Ruiz. Todos gravitan alrededor de una idea del arte que tiene que ver con la independencia como posicionamiento político, con la búsqueda de la libertad radical y con cierta celebración del absurdo. No busquen entre ellos una sintonía formal, porque seguramente no la encontrarán. Lo que comparten son ideas de fondo que tienen que ver con lo ambiguo, lo excesivo, lo contradictorio, lo independiente. Son sujetos divergentes. Los que narran otra historia.

Cabello/Carceller y Amanda Lear

En el pabellón encontramos conexiones con Dalí, aunque no son fáciles. "Si te vas a morir igual, pónselo difícil", advierte uno de los personajes del vídeo de Helena Cabello (París, 1963) y Ana Carceller (Madrid, 1964). Desde que formaran equipo a principios de los 90, desarrollan líneas de trabajo multidisciplinares, abiertas a la construcción de situaciones que escapan a definiciones sencillas. Con sus vídeos, fotografías, escritura, dibujo y sonido, ancladas en el pensamiento queer, llevan años cuestionando los modos de representación hegemónicos, ofreciendo alternativas críticas.

"De Dalí nos interesa su búsqueda más allá de la apariencia de la razón", dicen Cabello/Carceller

Es lo que hacen ahora con Dalí, al que se acercan, dicen, de manera periférica: "Nos interesa la parte cinematográfica, también la de ensayista, performer y escritor. Como artista es consciente de la necesidad del texto y como performer fue capaz de construir un personaje público y jugar con los medios de comunicación para difundirlo. Temáticamente, nos interesan sus quiebros en el discurso dialógico y su búsqueda más allá de la apariencia de la razón".

Ese Dalí se materializa a través de Amanda Lear, su otra gran musa en tiempos de Gala, paradigma de la indefinición, diva de la canción y pionera del cambio de sexo. I'm a Mistery, dice uno de sus hits. Lo cantan, al unísono, los cuatro personajes del site-specific que Cabello/ Carceller presentan en Venecia. Es el fin de fiesta de una historia que empieza con una chica africana colándose de noche en el pabellón. A la mañana siguiente, se encuentra con otros tres personajes, con quien vive una situación inaudita, esperando una entrevista de trabajo que nunca llega. "Los cuatro son disidentes de género o de sexualidad, y buscan otras formas de relación desde la consciencia de la carga política implícita en su decisión de ser visibles. Su sola presencia altera los nervios del sistema", añaden.

Lo grabaron hace semanas en el propio pabellón, donde se verá por primera vez, en el momento de montaje. "El Pabellón español tiene, como edificio, una gran carga semiótica que no podíamos ni queríamos eludir. Representa diferentes cosas, por ejemplo un estado fronterizo que rehúye la concesión de asilo político a las personas con sexualidad disidentes, quienes se ven forzados a salir de sus países expulsados por una agresividad que nosotros acabamos de abandonar, y no del todo. También representa un lugar de emigración involuntaria, un espacio depresivo donde no hay futuro para los soñadores inconformistas".

También ellas lo son: "Siempre hemos sostenido que no representamos a nadie más que a nosotras mismas y no vamos a cambiar ahora. La Bienal de Venecia no es Eurovisión", sentencian. Su proyecto para Venecia tampoco está lejos de otros como Off Escena: Si yo fuera..., que presentaron en 2011 en Matadero, y que también es, a su manera, un musical. Siempre hablan de personajes subversivos. Sujetos imprevistos lo llamaron en 2010. "Un sujeto que huye de la polaridad dialéctica y que crea nuevas subjetividades a las que el sistema difícilmente puede hacer frente. Desde una modificación radical de la subjetividad podemos liberar el pensamiento, huir de los estereotipos y cambiar la sociedad".

Francesc Ruiz vs Dalí News

La propuesta de Francesc Ruiz (Barcelona, 1971) crea un lugar para la narrativa surreal a través del cómic. "Como medio popular es un fiel retrato de la sociedad en diferentes épocas y periodos, algo que lo hace especialmente singular como material cultural con el que trabajar para hace arte", dice. Lleva años pegado a él, a la idea de deriva, e pastiche y a todas las formas posibles de apropiación para desplegar un complejo universo visual que abre múltiples lecturas críticas conectadas con ámbitos urbanos concretos.

Mi propuesta establece una analogía comparando la Bienal con un festival de cómic marica", explica Francesc Ruiz
En Venecia su presentación será doble. En el pabellón español presenta Edicola Mundo, un sistema de quioscos en los que los contenidos han sido modificados para forzar lecturas concretas. "En uno de los quioscos he partido de toda la prensa publicada el 12 de marzo de 2015, justo el día en que Berlusconi fue declarado libre de cargos por inducción a la prostitución de menores. En el otro quiosco, que podría parecerse más a un sex shop, exploro los imaginarios de dos de las publicaciones que Renzo Barbieri editó cuando el fumetto erótico entraba en declive: Macho, un cómic de sexplotation y Paninaro, el cómic dedicado al movimiento ‘pijo' ochentero en versión italiana y que prefiguraba un modelo de juventud consumista y sin ideologías", explica.

Por otro lado, durante la primera semana de la bienal, la de máxima intensidad, presenta en los Giardini Il fumetto dei Giardini, un cómic por entregas en el que recupera dos de los principales personajes creados por Barbieri en los años 70: Rolando del Fico y Gary de Sukia. "Plantea una distribución deslocalizada, anómala y tangencial que necesita de diferentes personas para distribuirlo, y establece una analogía comparando la Bienal con un festival de cómic marica, algo que provoca un extrañamiento y te hace pensar desde otra óptica sobre todo lo que significa una bienal organizada por pabellones nacionales", añade.

Los quioscos de Francesc Ruiz no están lejos de los sistemas subvertidos de Dalí, remiten a aquellas portadas que el artista protagonizó para Vogue y a proyectos como el Dalí News, el periódico que sacó sobre su propia figura parodiando al Daily News cuando estaba en Nueva York. "Creo que el conjunto propone desmantelar la subjetividad impuesta desde los media como espacio de adoctrinamiento normativo, y a la vez mostrar la amoralidad del capitán en su afán por vampirizar todas las pulsiones humanas para su propio lucro", argumenta.

Pepo Salazar y Dalí rockstar

El Dalí "multitarea", el pintor paranoico, el de los anuncios, el que desmonta los roles, el del pan en la cabeza, el que se copia a sí mismo... es el que siempre ha fascinado a Pepo Salazar (Vitoria, 1972). El Dalí poliédrico, el rockstar. De algún modo, él opera igual a nivel creativo, multiplicando y superponiendo capas. Es lo que vemos en su propuesta para el pabellón español: "Hay varias estructuras a modo de display recorriendo el espacio y, en ellas, algunos elementos que remiten a diversas micronarraciones, como mi novela La fiesta de los metales, varios collages y también vídeos, algunos grabados de Youtube. La idea de disfuncionalidad es fundamental. Las estructuras, además, están en un estado indefinido, no se sabe si se están construyendo o desmontando, y hay una obra colgante que emite sonido al girar gracias a un sistema de sonido con micrófonos arrastrado por el suelo".

El punto de conexión con Dalí es hablar de la imaginación como algo inabarcable por excesivo", dice Pepo Salazar

Dice que representar a España es imposible, ni lo asume ni le interesa, y que responde a un modo de trabajo "lleno de fallas, idas y venidas, altos y bajos, como en El incal de Jodorowsky y Moebius". El suyo es un caos fragmentado y significativo, que se mueve entre la cultura industrial y la construcción de la imagen en las redes sociales. La estética de los movimientos iconoclastas como el punk, actitudes rebeldes o el vandalismo adolescente, se funden en sus fotografías, vídeos, instalaciones y objetos junto a constantes alusiones a la historia del arte, a movimientos utópicos de vanguardia como el dadaísmo y el situacionismo, o la filosofía contemporánea. "Lo que busco es generar un sistema de sistemas, una máquina disfuncional, que cuanto más cosas muestra más problemática se vuelve", dice.

La propuesta de Pepo Salazar enlaza directamente con la que hizo Dalí en 1939 para la Exposición Universal de Nueva York, un pabellón construido por Ian Woodner y bautizado como El sueño de Venus. El impedimento por mostrar allí una reproducción de la Venus de Botticelli con cabeza de pez le llevó a escribir la Declaración de la independencia de la imaginación y de los derechos del hombre a su propia locura, manifiesto que resume la esencia de Dalí y del que parte también Salazar aquí. "El punto de conexión es hablar de la imaginación como lo inabarcable por excesivo, de lo inasible por atómico, de lo exuberante. No de una idea, sino de cientos, que forman un magma confuso y la vez que sólido, donde las escalas son pretendidamente desiguales y los elementos absurdos, y donde la desigualdad es la norma".