Image: La estela de Nacho Criado

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Arte

La estela de Nacho Criado

16 abril, 2010 02:00

Nacho Criado. Fotografía de Sergio Enríquez-Nistal

En la memoria quedará como el pionero del arte conceptual en España, aunque Nacho Criado, el último Premio Nacional de Artes Plásticas, dejó una estela más amplia: la de mirar más allá de los límites del arte convencional.

Con Nacho Criado se interrumpe definitivamente una trayectoria personal y artística impar y extraordinaria, que nos ha acompañado, orientado y beneficiado tanto en la materialidad de sus muchas obras importantes, como en la elaboración de un pensamiento estético que debía abrirse a las nuevas prácticas que impuso el artista. Y esto, siempre en primera línea, durante cuatro fructíferas décadas. Nacido en Mengibar (Jaén) en 1943, hizo su primera exposición individual en Madrid, en la galería Sen en 1970, entonces en la calle Nuñez de Balboa. Un inclasificable hoy (¡cuánto más entonces!) Homenaje a Rothko, en el que mezclaba esculturas, objetos y pinturas sobre bastidores, que podrían relacionarse con el minimal o el povera pero que, como ocurriría a lo largo de su vida, eran la expresión de una poética nueva a la vez que una finísima disección de los dispositivos que hacían posible la transformación de sus muy diferentes ingredientes en una obra de arte.

Fue protagonista y partícipe en la radical metamorfosis que experimentó el arte español durante esa década, los setenta. Así lo demuestran sus exposiciones en Amadís y Buades; sus intervenciones en los ciclos de Nuevos Comportamientos Artísticos organizados por el Instituto Alemán; el espectacular entendimiento y uso del espacio del Palacio de Cristal y la densidad de sus intervenciones; su participación en la Bienal de Venecia o en la muestra que junto a Carlos Alcolea y Santiago Serrano hizo en la madrileña sala Propac. Todas contribuyeron a configurar el discurso artístico que Criado integró a la escena española, con rasgos distintivos y contemporáneos con la escena internacional.

Nacho Criado combinó las performances, de las que en muchas ocasiones era actor principal, con la elaboración de artefactos cuyos elementos eran tanto orgánicos, paupérrimos y de aparente simplicidad, como productos de elaboraciones sofisticadas, en las que demostró su permanente preferencia por el empleo del cristal, los metales y la madera. Sus dibujos, de gestualidad vibrante y contenida, emergían de una proposición conceptual que también trasladó a textos y representaciones próximas a la poesía visual.

Una de las experiencias más fascinantes era conversar con Nacho Criado y, sobre todo, escucharle. No sólo porque fuese dueño de una profunda y singular cultura, que abarcaba los campos más particulares e integraba nombres y conocimientos ajenos para cualquier oyente, sino porque proyectaba con su pensamiento la sugestiva originalidad de su trabajo y, de este modo, abría la posibilidad de ahondar en el silencio meditativo de sus obras. Un silencio, tocado ahora por la tristeza, que sólo consuela a quienes tuvimos la suerte de conocerlo y tratarlo, ya que su trato nos hizo mejores, porque supuso siempre un reto inteligente a nuestra consciencia del mundo, del arte y de las cosas.