Image: Miquel Navarro vuelve a Madrid

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Arte

Miquel Navarro vuelve a Madrid

"Me sitúo como un gulliver en mis ciudades"

11 octubre, 2000 02:00

Tras diez años de ausencia, Miquel Navarro (Mislata, Valencia, 1945), uno de los más célebres e internacionales escultores españoles, regresa a Madrid el próximo martes. Frente a algunas propuestas más herméticas del arte contemporáneo, Navarro defiende la conexión con el público de las exposiciones, con el habitante de las ciudades y hasta con los niños. EL CULTURAL, que conversa con él sobre sus referentes vitales y artísticos, sobre el arte en la calle, recorre de su mano sus famosas "ciudades", mientras el artista vela armas ante su inminente cita en la galería Marlborough...

Miquel Navarro es una figura fundamental en la escultura contemporánea española. Premio Nacional de Artes Plásticas en 1986, ha sido seleccionado en algunas de las más importantes exposiciones de arte español en el extranjero, y su obra estuvo presente en la Bienal de Venecia en 1986. Lleva a gala tener su trabajo representado en el Guggenheim de Nueva York y el Georges Pompidou, así como esculturas públicas en diversos países europeos. Nueva York, Vitoria, Santander, Las Palmas de Gran Canaria y Nápoles son las siguientes citas de la agenda del artista, en la que se acumulan los proyectos.

Desde que se apartó de la pintura en 1972, su trabajo se ha fundamentado en la escultura, y particularmente en las "ciudades", con las que reivindica ser un pionero del "paisaje escultórico". Con la exposición de la galería Marlborough en el horizonte, Miquel Navarro se ha puesto manos a la obra en su nuevo taller en Mislata, un pueblo muy cercano a Valencia en el que siempre ha vivido. El zaguán de un viejo edificio da paso a un patio donde crecen, abrazados, cactus y esculturas. Desde el patio se abren dos grandes naves en las que la luz cenital cae a raudales, dejando ver los diversos territorios en los que anda enfrascado. Ciudades, soldados, insectos, torres y chimeneas campan a sus anchas en un espacio en el que todo parece estar sometido a un orden. En la sombra, donde parece imperar el caos, tras una muralla de cajas de embalaje, surgen tímidamente lienzos, fotografías, papeles y esculturas de otro tiempo. En una mesa repleta de todo tipo de cosas, se distingue una revista alemana de arquitectura industrial, mientras en una estantería se reúnen herramientas, materiales y pequeñas piezas en suspenso, junto a una serie de productos que descubren las señas de identidad del taller, un antiguo almacén de droguería. Miquel Navarro se muestra afable y va de un lugar a otro sin parar de hablar. Sintoniza música clásica en la radio y se detiene en las piezas últimas, las toca y cambia algunos elementos de lugar.

La ciudad como cosmos

-La ciudad se ha convertido en su elemento más representativo. ¿Cómo surge en su trabajo?
-Surge a partir de la búsqueda de un mundo físico, concreto, y palpable. Con ella, retomo el juego y la aventura de la infancia. La ciudad surge también como un bosque donde buscas y creas a base de obsesiones. Es un laberinto, la síntesis cultural del hombre, un laboratorio en el que puedes encontrar la experiencia humana. Para mí la ciudad no termina en lo que llamamos "urbe". Lo interurbano también es ciudad, como el propio campo. Considero ciudad todo aquel lugar en el que el hombre ha puesto su sello, donde no se encuentra la naturaleza en estado virgen.

-¿Cómo concibe las ciudades?
-Intento crear un cosmos propio, en el que me sitúo como un Gulliver, en un abismo proporcional. Parto asimismo del propósito de concretar y atar el espacio, y de la propia emoción, del ritmo de la búsqueda, el juego y el deseo. Aunque pueda haber en ciertos momentos pequeños toques irónicos, creo que son ciudades básicamente líricas, metafóricas. No representan ciudades reales. Son figurativas y esquemáticas, obsesivas en el orden y en el desorden y ofrecen una reflexión bastante evidente sobre la vida y la muerte, y lo erótico. Aunque no son ciudades críticas, puede que hagan alguna observación digamos "real" en algún momento. Trato de que sean intemporales: suelen tener mucho de pasado, bastante de presente y algo de futuro inmediato. No de futuro utópico, porque no son ciudades para ser habitadas; por tanto, no tienen nada que ver con la utopía.

Conceptos permanentes

-¿Qué diferencia hay entre sus primeras ciudades y las actuales?
-Las primeras remiten más a los orígenes, en relación también a materiales como la terracota. Pero creo que conceptualmente no varían. Soy un defensor de los conceptos permanentes. Se puede hablar de estilos, o de maneras diversas de manifestar o relatar una misma cosa, pero la cosa en sí tiene que ser esencial e invariable. En el arte hay muchas maneras de manifestarse. Si uno está haciendo un arte de denuncia, hay, en principio, más racionalidad y menos subjetividad. Yo nunca he pretendido ese arte abiertamente social. Lo mio ha sido algo más íntimo, más lírico, más ligado a lo psicológico. Mis ciudades primeras podrían ser, en algún momento, más descriptivas e ingenuas. Aunque actualmente estoy haciendo algunos trabajos que se pueden entender también como descriptivos, las últimas piezas son mucho más abstractas, reflexivas y maduras. La primera vez que planteé una ciudad no sabía muy bien lo que quería hacer, porque partía del deseo y la emoción. Ahora, partiendo de lo mismo, soy más consciente, y cuando creo un tótem sé que es un símbolo fálico o de poder.

-¿Cuáles han sido sus referentes?
-Los referentes en mi obra están en mi propia experiencia. Son referentes vivenciales y no de la cultura con mayúsculas, sobre todo en el momento en que empecé a hacer mis primeras ciudades. Naturalmente, las vivencias están en sintonía con la cultura, pero se trata de una cultura visual, no referida al arte o a la escultura. Las referencias artísticas aparecen después, cuando descubro a Arp, Brancusi, Giacometti, Picasso... Me han influido más el juego, el cine, las colecciones de cromos y los cómics que el constructivismo ruso, que conocí mucho más tarde. En mi obra pesa haber sido un niño de pueblo, en Mislata, unido a una gran ciudad por un tranvía y, de repente, encontrarme con la fascinación de la gran ciudad: el puente de Brooklyn, el Empire Estate, las pirámides, El Escorial, la maravillas del universo de Nestlé. Pero claro, me fascinó descubrir la Bauhaus, Tatlin y Malevich, o las vanguardias de principios de siglo, pero también el Renacimiento y la Prehistoria.

-Hay una serie de elementos que aparecen obsesivamente en su obra como los conflictos entre lo tecnológico y lo artesanal, el tiempo, el sexo... ¿Podría hablarnos de ellos?

Narrar el orden


-El tiempo... Las referencias al pasado son evidentes cuando me inclino a lo arqueológico, como también al futuro, aunque hay más una arqueología del momento, del presente. La repetición es otro de los rasgos de mi ciudad, sin que sea exclusivo. La repetición es un recurso del minimal, al que acudo cuando quiero establecer un orden urbano o humano. Pero los elementos que se repiten son parte de algo más complejo, irónico; mi obra nunca es minimal. Pretendo narrar el orden.

Luego están las referencias sexuales, muy evidentes desde mis comienzos. Allí hay un falo que es del año 1972. Forman parte de mi identidad. Es una de las constantes más claras en mi obra. El elemento fálico no acaba en esa significación sexual: es también un arma, símbolo del poder, de la soledad o de la individualidad... Otros elementos recurrentes son el poder, las armas, los cementerios y las fábricas, los insectos y los guerreros.

-¿Qué connotaciones tienen los distintos materiales con los que trabaja?
-La terracota es un elemento más humano y orgánico. En las esculturas de metal, sobre todo las exentas, hay una simbiosis de lo arquitectónico, lo animal y humano, y la máquina. Pero mi objetivo no es crear una simbiosis, sino una polivalencia. Es llegar a algo expresado de una manera limpia, con mucha intensidad y en la que estén implicados varios sentidos a la vez.

-Lo lúdico juega también un papel relevante en su trabajo. Resulta sorprendente comprobar cómo los niños conectan muy directamente con su trabajo. ¿A qué cree que se debe?
-Lo lúdico y lo trágico están siempre presentes en mi trabajo. Es la dualidad Eros y Thánatos, el orden y el caos. Soy vital, pero puedo también neurotizarme y convertirme en un maníaco. Sí, mi obra conecta mucho con los niños. El elemento juego aparece muy pronto en mi obra. El Georges Pompidou, el Wilhem Lehmbruck Museum de Duisburg y el Museo de Bellas Artes de Valencia han adquirido ciudades para que los niños jueguen. Los niños establecen otros órdenes, construyen su propio microcosmos. Estas obras, formadas por muchas piezas, se prestan, intencionadamente, a esos juegos.

Juegos de niños

Se acerca hasta unas fotografías de gran formato en las que aparecen documentadas las ciudades concebidas para los niños. Las señala una a una, indicando qué es obra de ellos. "Yo eso no lo hubiera hecho así -dice entusiasmado-, pero es maravilloso". Al lado, sobresalen unas extrañas plantas, como cactus, de unos lienzos grandes apilados sobre la pared. "Están en proceso de trabajo -advierte, apartándose rápidamente de ellos y dirigiéndose a una mesa de aluminio que presentará en la exposición de Madrid-. "He hecho mesas antes. Me sirven para exponer estas pequeñas piezas".

-Ha realizado obras en espacios públicos. ¿Qué interés tiene para usted este tipo de proyectos?
-El arte en el espacio público favorece la conexión con el paisaje urbano y el natural. La escultura se incorpora como un elemento más al paisaje cotidiano. Es de las cosas más importantes que le pueden suceder a un artista plástico, porque es el lazo más fuerte que puede establecer con el público. Las obras en museos y galerías se ven, se aprecian y tienen su medida exacta. Pero el arte es muy importante también en la calle. Me siento muy satisfecho cuando la gente se reconoce en esos trabajos. La gente es muy intuitiva, y al final acaba sabiendo dónde hay algo que le está transmitiendo cosas.

Dos ciudades distintas

-¿En que consiste su exposición en la galería Malborough?
-Voy a presentar dos ciudades, algo distintas: Entre muros y Entre zonas. Una es muy expresionista, y la otra es muy industrial o urbana. Expondré además unas figuras humanas de aluminio, de casi dos metros, una fuente que es como un insecto y una mesa con una diversidad muy grande de pequeños paisajes escultóricos con elementos muy esquemáticos, pero también muy figurativos. Es como una mesa de trabajo que me sirve para mostrar diversos múltiples y pequeños trabajos. Es una exposición fundamentalmente escultórica.

-¿Cuáles cree que son las razones de la escasa proyección del arte español en el extranjero? ¿Qué opinión le merece el arte español actual?
-El arte español no está tan mal conectado con el extranjero como dicen. Los países, según sus economías, marcan su poder respecto a los demás. Luego están los intereses propios de las estructuras de cada país. No sólo políticos; intervienen también los galeristas, los coleccionistas... España está alcanzando una mejor posición. Respecto al arte actual, veo una positiva diversidad de las maneras de hacer. Hay modas, pero esto siempre ha pasado. Hay mucha gente trabajando con fotografía, que me parece muy interesante; también con vídeo. Hay otra gente que trabaja de una manera más ortodoxa, por decirlo de alguna manera. Hay de todo. Puede ser interesante en la medida en que los artistas se manifiesten con potencia y transmitan bien. Esto es lo importante.