Juan Abarca (derecha), líder del grupo Mamá Ladilla, en un concierto.

Juan Abarca (derecha), líder del grupo Mamá Ladilla, en un concierto. FACEBOOK

El Cultural

Las píldoras literarias del líder de Mamá Ladilla: "El problema no es decir 'maricón' sino ser homófobo"

Juan Abarca, fundador desde hace 30 años de este grupo de punk, no solo ha dejado decenas de canciones uniendo acordes y letras "desagradables", sino que ahora publica varios relatos en el libro 'La hostia en prosa'.

22 junio, 2023 18:02
Madrid

Se ha imaginado a su santidad, el Papa, en chándal. Ha alertado sobre la invasión en el heavy de los calvos barbudos. Ha elaborado una lista de cosas que joden, como hablar con idiotas o sonreír a idiotas. Nos recordó que vamos a morir, que no hay un solo corazón que no se harte de latir, y que después no habrá absolutamente nada. Y resumió en cuatro verbos una suerte de filosofía vital: naces, creces, te jodes y mueres. Juan Abarca, músico multidisciplinar y creador del grupo Mamá Ladilla, presume de atesorar una pila de letras guarras.

Ahora, además, las ha trasladado al papel. Con La hostia en prosa, publicado por Desacorde Ediciones, este madrileño del 69 ha dejado de lado los versos donde describe, por ejemplo, a aquellos especímenes que marcan paquete hasta de espaldas y se ha lanzado a algo más íntimo. Un adjetivo que no excluye la ironía, el tono socarrón o la fiel creencia en la intrascendencia: Abarca reúne unos 40 "relatos, cuentos o memorias" donde acude a esos funestos días actuando en una orquesta, a las gamberradas juveniles en el parque o al germen de algunas canciones.

El autor ha tenido que seleccionarlos de los alrededor de 150 que tiene colgados en Patreon, la plataforma donde sus seguidores financian estas píldoras literarias. "Tengo que hacer uno cada semana. Me lo autoimpuse y me lo piden los mecenas", comenta durante una charla en la librería La Esquina del Zorro de Vallecas, en Madrid. También es la sede del sello responsable de imprimir unos pasajes que, según define Abarca, "te harán reír, llorar y/o vomitar". "Al principio, tiraba de algunos que tenía ya escritos, que estaban más cuidados, pero luego se acabó la despensa", anota sobre este proyecto en el que, básicamente, narra sus recuerdos, sean o no ficticios.

"Las personas nos acordamos de una forma particular y acabamos fabulando: cualquier recuerdo es sospechoso. Yo estoy seguro de que todo lo que cuento ocurrió", bromea. "Creo que lo que está ahí es real, pero tampoco he preguntado a los demás protagonistas. Y, en última instancia, da igual, porque no le importa a nadie", concede. En La hostia en prosa se descubre, como adelanta Juan Soto Ivars en el prólogo, a un tipo que no es ni una estrella del rock que descorcha champán entre grupis y cocaína ni un tipo gris con alma de registrador de la propiedad.

Juan Abarca es, en resumen, alguien irreverente que montó una banda de punk-rock con un nombre lo "suficientemente asqueroso" como para que no sonara en la radio. Mamá Ladilla, el grupo que cumple 30 años de existencia y acumula más de una decena de álbumes, jamás ha entrado en el mainstream. Sin embargo, ha logrado una pequeña legión de fieles. Feligreses de sus construcciones blasfemas que les tienen como una formación de culto. De culto y, por tanto, de "oculto", como se advierte en la introducción del libro.

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Nacido en 1994 con una grabación casera en la sala Siroco, Mamá Ladilla siempre ha residido en los márgenes. Con razón la llamó Directamente a la basura, aunque luego fuera rescatada de su destino. Nunca ha aumentado el número de miembros –tres en total con Abarca siempre al timón, aunque el resto haya variado- ni ha querido abarrotar estadios. "Somos un bajo, un batería y la guitarra", resume el cantante. Ni técnicos que monten el tinglado, ni mucho menos mánager o chóferes. De esa frugal naturaleza se nutren también sus estribillos o las anécdotas de los relatos.

"Cada labor es distinta. Para los temas, a veces pienso en una imagen y luego veo cómo los rimo. La métrica te va llevando. Tienes que ajustarte más a las líneas y a la música, que es lo más importante. En la prosa no", confiesa este seguidor de Ilegales, Kortatu, La Polla, Eskorbuto o Siniestro Total. Abarca compagina los bolos al micrófono de Mamá Ladilla -con quienes actuará este viernes 23 de junio en El Último Bus (un festival de El Molar, en la sierra norte de Madrid)- o en solitario con las clases de instrumentos: es un ávido estudioso de jazz y con una enorme formación en clásica.

Mamá Ladilla, en una actuación reciente.

Mamá Ladilla, en una actuación reciente. FACEBOOK

"De joven veía a otros colegas en los escenarios o a gente que se ganaba así la vida y quería eso, claro", piensa Abarca sobre el sendero elegido. Lo que nunca se propuso fue llenar recintos. "Nos vale con tener una base de 200 o 250 personas. Y eso ya es un huevo", espeta poco después de haber pasado por el Viña Rock y de tener enfrente a un público multitudinario. Este cobijo en los pliegues de la escena ha favorecido los bulos: de él se dice que es titular en un conservatorio, que es profesor de filosofía o hasta que imparte lecciones de historia en la Universidad. "Ha faltado poco para ponerme un sillón en la RAE", alega el músico, cavilando sobre la facilidad de propagar noticias falsas.

Y algo han acertado en eso del misterio. Hermanados con bandas como Los Gandules o Los Petersellers, han transitado por festivales y veladas que les enmarcaban en el saco de la guasa. Sus estrofas escupen episodios escatológicos, escenas cotidianas llevadas al esperpento o ataques políticos envueltos con sorna. Y eso les ha puesto en un brete. Algún medio especializado les ha calificado como "demasiado técnicos para ser punk y demasiado punk para ser técnicos". Su líder reivindica el humor y entiende la parcela donde se les ubica, pero cree que "hay que currárselo".

"Hay que tirar de la coña o del absurdo, pero con seriedad. No somos una banda de cuñaos que sólo va a pasárselo bien. Cada canción tiene muchas vueltas, porque creemos que la gente tiene que escuchar cosas buenas. Y las hacemos lo mejor que podemos", aclara. A Juan Abarca, por ejemplo, le parece mal "manchar" la música con una causa: "Obviamente, no puedes comparar a Reincidentes con Batallón de Castigo, porque el lado de los primeros es el bueno. Pero si suena bien, suena bien".

Mamá Ladilla ha huido de esa línea combativa, pero sí ha lanzado algunos dardos contra diputados, militares o miembros de la iglesia. "He dicho tantas cosas que no sé con quién me he metido", responde Abarca. Su diana favorita, sin embargo, es el paisanaje del gremio o, en general, quien se da mucha importancia. "Si alguien se toma algo muy en serio, a por él. Contra los heavies hemos ido mucho. Y de roqueros tenemos toda una saga, porque tienen un lado ridículo muy fuerte. Al final, somos unas alimañas que no pertenecemos a ningún club", esgrime.

Tanto han expulsado bilis que lo raro es que no hayan sido juzgados, como otros compañeros de oficio. Quizás les ha librado ese nicho alejado de los focos y de las tan en boga "cancelaciones". "Lo que más me jode no es la censura de arriba, sino la paralela. Ahora he llegado a consultar a la peña si le hace algo gracia o no. Hasta que una vez el batería me dijo: 'A ver, esto es humor' y ya lo dejé de preguntar, aunque luego lo comenten o me digan que les dan asco", reflexiona quien reconoce que la mayoría de sus letras son "completamente ofensivas".

"Dejamos de tocar algunos temas porque no es que no quiera que molesten: es que no quiero que me molesten a mí. Lo que quiero es paz. Ya luego, internamente, sé si me he pasado o no. El problema no es decir 'maricón' sino ser homófobo. Y te cortas cuando crees que la gente son monigotes", cavila, sin caer en esa idea extendida de que antes había más libertad. "Se decían muchas burradas. Y hay algo claro: la sociedad va mutando -no sé si para bien o para mal- y creo que es bueno que no se hagan chistes de mariquitas o canciones sobre matar a una mujer. No sé si eso ya puede cambiarlo un cuñado de 50 años como yo, pero está bien que la gente sea hija de su tiempo", apostilla.

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Unos cuantos, acepta, le recriminarán su actitud insultante. "Habrá muchos que piensen que soy idiota. Y seguro que la opinión es recíproca", sopesa a punto de terminar una cerveza y después de haber soltado una carcajada casi con cada pregunta o respuesta a lo largo de más de una hora. Lo fundamental, ataja Abarca, es tener una cosa clara: "El mundo va a seguir girando hagas lo que hagas". O, lo que es lo mismo, ser consciente de que la secuencia suele repetirse: naces, creces, vas al colegio, aprendes memeces, tropiezas veces y veces, te jodes y, por fin, mueres.