Andrea Pazienza: caída libre entre pinceles y jeringuillas

El Cultural

Andrea Pazienza: caída libre entre pinceles y jeringuillas

El autor italiano, muerto a los 32 años en la cima de su arte, reflejó en 'Pompeo' su lucha contra la drogadicción

31 julio, 2020 18:15

PompeoGuión y dibujo: Andrea PazienzaFulgencio Pimentel, 2020

B/N, 23 x 29 cm, 128 páginas, 21,85 €

Revisitar la energía destructiva de los años 80 puede ser a la vez un compromiso con el talento y un acto lírico, especialmente si hablamos de la pluma vigorosa de Andrea Pazienza. Pompeo es una obra de autor que nace de escarbar con rabia hacia adentro, en un intento de encontrar la luz que le permita a uno renacer. No fue posible. Andrea Pazienza falleció a los 32 años, en la cima de su arte, víctima de sus propias adicciones.

La novela gráfica toma el nombre de un joven heroinómano cuya muerte inminente se anuncia al inicio con titulares. El lector sabe más sobre su destino que el propio protagonista en una narración donde se vislumbran referencias autobiográficas. Acompañar en el viaje al abismo solo es posible desde la comodidad del sillón. Al menos para mí.  

Reconocida como una de las creaciones capitales de los fumetti (historietas en italiano), Pompeo encumbró al autor y lo incluyó para siempre en el grupo de los elegidos (Hugo Pratt, Milo Manara, Guido Crepax).

Andrea Pazienza desata el poder de la ilustración y la enmarca con un monólogo verborreico. Viñetas rotundas y desasosegantes se apuntalan con cavilaciones y diálogos eufóricos. Una propuesta desbordante en todas sus facetas, de regusto underground, que muestra sin decoro el tormento del enganche. Es la manera de retratar un mundo doliente en el que por alguna esquina afloran briznas de esperanza: una mirada, una reflexión, un paisaje. El trazo apasionado, tormentoso y orgánico, junto con la imaginación para los encuadres, arrastran la vista de página en página en una lectura efervescente.

La culpabilidad como catarsis parece ser una gran elección aunque al protagonista lo aniquile. Porque un instante después, todo se da la vuelta: los coches vuelan, las emociones se desbocan, la sangre arde por las venas. Un tempo frenético lanzado como un misil hacia el final anticipado, que provoca el vértigo instantáneo de la jeringa en el antebrazo.

En la exploración de la tragedia de Andrea Pazienza encontramos un compromiso con el talento. Aunque el paso del tiempo se empeñe en difuminarlo.