El Cultural

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La orilla: finalistas

Concurso de microrrelatos conducido por Juan Aparicio Belmonte

23 enero, 2020 17:28

Hola, amigos. 

Hay escritores que presumen de haber empezado a escribir cuentos o novelas a edades tan tempranas como los dos o tres años; otros, más osados aún, se jactan de escribir diez o doce horas al día. Los más atrevidos afirman ambas cosas. Con tales afirmaciones uno se malicia que pretenden ser juzgados no por el resultado de sus novelas, sino por el fanatismo de su vocación. Pero qué importa cuántas horas entrene un futbolista si al final es lateral derecho de un equipo de tercera regional… La grafomanía goza de una extraña reputación entre algunos autores; probablemente los más románticos, los que están enamorados de la figura del escritor. El problema radica en que escribir literatura no es como pintar o componer música. La imaginación narrativa no puede aislarse de la vida, huye de la torre de marfil, pues se nutre de la experiencia vital. Si solo se vive para escribir y sin salir del escritorio, el folio en blanco seguirá sin vida por mucho que se llene de adjetivos, verbos y nombres propios después de doce horas de ordenador. 

Es mi opinión, pero vosotros podéis tener otra. Y podréis expresarla la semana que viene, amigos, pues escribiremos sobre la grafomanía, es decir, sobre la manía irresistible de escribir. 

A partir del lunes. 

Entretanto, veamos quiénes son los finalistas de la semana dedicada a la orilla: 

De Foe 

Una vez más se quedó en la orilla, agazapado entre las rocas, viendo como partía otro barco de rescate.

Bucle 

Agotado, llegó nadando a la orilla.
Entonces, una mano volteó la clepsidra en la que estaba atrapado, y todo volvió a comenzar.

Anciano 

Se sentó y se descalzó; desde el borde de su cama el anciano recordó lo que era sentir la brisa del mar.

Aganju 

Al preguntarle un día a su madre por qué en la otra orilla las mujeres llevaban el cuerpo y la cara tapados, no supo qué responderle.

Intereses

Los traficantes sorprendieron al comisario mientras hacía el amor con la mujer del alcalde.
Y continuaron descargando fardos en la arena.

Imserso 

El anciano regresó a la playa después de muchos años, pero se perdió entre los rascacielos y fue incapaz de alcanzar la orilla.

Orden

Desde el cerro en el que vivían, los habitantes de las chabolas observaban los chalés y palacios anegados a orillas del río.

Palmer 

El cuarto día perdido en el mar, exhausto sobre un tablón, vio pasar a un tipo nadando rápido que le dijo que se alejaba de la orilla.

Sithembile 

Habían salido al amanecer. Cuando a media tarde y con las barcas a rebosar avistaron la orilla, de la aldea solo quedaban ruinas humeantes.

Estrategas 

«Ocupemos la otra orilla», decidió el insigne general. Pero no contaba con la férrea defensa de su mujer al otro lado de la cama.

Ola 

La primera ola trajo un cadáver irreconocible. La segunda, tu corbata.

Mugi 

En la selva el nuevo puente unía por vez primera ambas orillas del río. Varios meses después, nadie se había atrevido aún a cruzarlo.

Karani 

Cinco años después del probable naufragio, todas las mañanas seguía acercándose a la orilla por si el mar le había devuelto a su hijo.

Soldem 

Al día siguiente, el general declaró que el desembarco fue un éxito, aunque sólo un tercio de sus hombres no flotaba en la orilla.

Abarchuk 

Por fin hallaron lo que buscaban: una playa recóndita y desierta donde tomar el sol tranquilos. Hasta los cocodrilos parecían dormir.

La Marca Amarilla 

Si rechazaban algún proyecto suyo, el arquitecto recordaba cuando las olas se llevaban sus hermosos castillos de arena.

La huella 

Se alejó de la orilla sin mirar atrás.
No quiso ver cómo el socorrista aún intentaba reanimar su cuerpo inerte.

Mar 

La vio tumbada en la orilla, inconsciente y la devolvió al mar; estaba convencido de que en el agua recuperaría su apariencia de sirena.

Lara 

Cada mañana corría esperanzado a la orilla para leer el mensaje de salvamento que él mismo lanzaba a diario.

Lavender 

Oculto en la orilla, los vio pasar como cada primero de mes.
–Nunca saldremos de aquí –le dijo a la otra superviviente ya en el refugio.

Y uno, de regalo: 

Adunbi 

En la otra orilla del estrecho le esperaba la valla. Detrás de esta, la policía fronteriza. Y poco más allá, el empleo que jamás obtendría.

Para aparecer con nombre y apellidos si ganáis el concurso, escribid a cuenta140@elcultural.es

Saludos cordiales