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El Cultural

Tamara Arroyo, visión periférica

Tras su participación en el proyecto 'Postcrisis', la artista presenta en la galería NF 'Pura calle', una crítica al consumismo

4 diciembre, 2019 11:30

TAMARAYA ARROYO. PURA CALLE. GALERÍA NF. Blanca de Navarra, 12. MADRID. De 1.200 a 9.000 €. Hasta el 25 de enero

Dice Tamara Arroyo (Madrid, 1972) que su universo de formas debe mucho a la visión periférica. En sus desplazamientos por las calles, presta atención a detalles que a la mayoría nos pasan inadvertidos porque no miramos hacia donde, asumimos, no vamos a encontrar nada extraordinario. Pero ella observa, y no pocas veces admira, los bloques de viviendas que fueron económicas o el mobiliario urbano más básico, y escanea el suelo. Su estudio es también periférico –forma parte de la creciente congregación artística de Carabanchel– y en la traslación, física y mental, de la calle sin turismo y sin escaparates, añosa y sucia, al espacio de trabajo se produce un procesamiento de la información visual recopilada, que condensa en líneas escultóricas. Y en esa misma dirección ha ido su participación en el proyecto Postcrisis, con una instalación en el espacio Nigredo: un catálogo de diferentes paredes de ladrillo fotografiadas en los barrios madrileños, impreso sobre una gran cortina móvil, que hace pensar en esa forma de percepción y anotación en tránsito, muy de la modernidad.

En tiempos recientes, Arroyo ha emprendido la exploración de territorios artísticos nuevos para ella: del dibujo y la instalación ha pasado a la escultura, de una manera muy coherente. Hablaba antes de “líneas escultóricas” porque su trabajo en este ámbito puede encuadrarse dentro de la prolongada corriente de “dibujo en el espacio” que tanta presencia ha tenido en el arte español desde Julio González, y recordemos que ella ha estado antes “delineando” elementos arquitectónicos y ornamentales sobre el papel y en el espacio real. Se adentró en la escultura hace cinco años dando volumen, con listones de madera, al perímetro de los ventanales de los estudios por los que ha pasado –nótese que en ellos se localiza el plano de contacto entre la calle y el lugar de creación– para pasar luego a utilizar con eficaz economía las tramas geométricas de objetos manufacturados como rejillas de horno, persianas de hierro, un tendedero o, en su serie más atractiva y de la que se incluye una pieza en esta exposición de la galería NF, cajas de plástico negro para transportar fruta u otras mercancías. Son todos materiales humildes procedentes del entorno cercano y que conllevan, aun ya distanciados de su uso práctico inicial, una carga vivencial y social.

A partir de ahí ha construido, con perfiles, tubos y varillas industriales, formas que hacen alusión a esa esfera urbana y en cierto sentido política, pues suelen asimilarse a los elementos de separación y orden como vallas y rejas. O barandillas: como la que ha colgado, en ángulo, en la pared homenajeando involuntariamente a Juan Muñoz. Es esta etapa la que protagoniza la muestra, complementada con un último conjunto de obras en cerámica, una tecnología que apenas ha empezado a hacer suya. Con toda la confianza en el talento de Tamara Arroyo y reconociendo el derecho de los artistas a probar y equivocarse, me parece que aún puede perfilar obras metálicas de más ambición y que tiene que dar con otra manera de hacer suya la cerámica, más allá de la reproducción de desechos cotidianos como bolsas de plástico, embalajes o bayetas con los que pretende insertar una crítica al consumismo y evocar el caos de esa Pura calle con la que titula la muestra. Quizá sería más fructífera la línea a la que apunta su reproducción de una mancha en el asfalto, menos literal, más interesante como forma y en diálogo más lógico con las piezas estructurales.

@elenavozmediano