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Edurne Portela: "Hay violencias tan íntimas que a veces ni las reconocemos"

Tras el exitoso y premiado debut de Mejor la ausencia, la escritora publica Formas de estar lejos (Galaxia Gutenberg), la ácida y emotiva crónica del derrumbe de una pareja, donde reflexiona sobre nuestra incapacidad para advertir ciertos tipos de violencia.

8 marzo, 2019 01:00

"La ficción es una forma de conocimiento, te enseña muchas cosas de lo que te preocupa y de ti misma", asegura Edurne Portela (Santurce, 1974) que tras el éxito de su debut novelístico, Mejor la ausencia, donde recreaba el convulso País Vasco de los 70 y 80, se lanza de nuevo a la ficción con Formas de estar lejos (Galaxia Gutenberg). La novela narra la historia de Alicia, una resuelta e independiente joven vasca que inicia una prometedora carrera universitaria en Estados Unidos, al tiempo que comienza una idílica relación sentimental que será el hilo conductor de la novela.

Este contexto conocido -Portela desarrolló su carrera universitaria en Estados Unidos entre 1999 y 2016, más o menos los años en los que ambienta la novela- le sirve a la escritora como marco para volcar "los temas que me preocupan y que me han acompañado siempre, que tienen mucho que ver con esas relaciones que llamamos amor, pero que no lo son, y con esas formas de violencia que no son explícitas ni físicas y por tanto no entendemos como tal. Que no creemos que nos afecten profundamente, pero lo hacen", explica.

Pregunta. En esta novela cobra relevancia la violencia privada, ¿qué diferencias hay entre ésta y la violencia social de Mejor la ausencia?

Respuesta. Ambas están relacionadas porque tienen que ver con una forma de entender las relaciones de poder, con una concepción del poder patriarcal, ese tipo de poder que normalizamos y asumimos dentro de nuestras relaciones cotidianas. La diferencia principal es que en la violencia privada hay una ausencia de testigos, y que en ocasiones son violencias tan íntimas que a veces ni siquiera las articulamos como tal.

"Quería explorar como Alicia va permitiendo ciertas cosas que posiblemente si viera escritas no aceptaría, pero que al vivirlas, las normaliza"

P. El eje de esta novela es la degradación paulatina de una relación de pareja, ¿cuál es su interés por esta radiografía de un derrumbe?

P. Como dice, las señales de maltrato se suceden poco a poco, ¿cómo se llega a estas situaciones, por qué es tan difícil no parar antes?

R. Creo que todos, en algún momento en la vida, sea en una relación de pareja, en el trabajo, con amigos, hemos pensado, pero ¿cómo he podido permitir yo esto, cómo me he dejado ir y he llegado hasta aquí? En relaciones de pareja es muy recurrente. Igual las mujeres lo pensamos más y somos más conscientes, en parte por la educación, de los sacrificios innecesarios o de esa permisividad con comportamientos que con el tiempo vemos que no deberíamos haber aceptado. En este sentido la novela explora nuestra educación sentimental.

Sin embargo Portela no convierte el relato, narrado en breves episodios que son como dardos afilados y certeros, en un juicio moral ni cae en justificaciones. Para lograrlo, alterna la voz de ambos protagonistas, de modo que sean "los lectores quienes reflexionen sobre su propia situación y relación con los personajes, si se sienten identificados con uno y otro, con ambos, y por qué". Aunque la verdadera protagonista es Alicia, quiso hacer el esfuerzo de "imaginar el personaje de él y ver qué tipo de comportamientos y complejidades puede tener un hombre que desde fuera, sólo con la visión de ella definiríamos como un jeta, un controlador y un maltratador", apunta. "Quería entender cómo veía él a Alicia y qué tipo de amor sentía hacia ella, meterme en él, en su piel y su mirada, para descubrir desde su perspectiva donde estaban sus frustraciones dentro de la pareja".

"Todavía hoy una mujer sin instinto maternal es vista socialmente como un engendro de la naturaleza"

En cuanto al aborto, Portela opina que debería ser un debate superado y encuentra anacrónico que vuelva a ser una cuestión social de primer orden. "Con el ambiente político que tenemos han vuelto a ponerse en duda muchas conquistas que parecían sólidas, y desde luego debe ser una de las principales reivindicaciones que todos debemos seguir manteniendo", afirma. "Parecía impensable que en pleno 2019 volveríamos a hablar de la ley del 85, pero bueno. Es un retroceso tremendo él sólo plantear este debate".

P. Alicia no quiere tener hijos, lo que la criminaliza socialmente y hacia su marido, ¿es la maternidad hoy en día un estigma para muchas mujeres?

R. Siempre me han preocupado la cuestión de la maternidad y el derecho al aborto. En Estados Unidos siempre ha sido tema muy candente, igual que ahora en España. Alicia siempre ha tenido muy claro que no quiere tener hijos. Es honesta en cuanto a su deseo, pero es uno de los lugares de desencuentro de la pareja. Siempre hay alrededor de las mujeres sin hijos, aquí hablando ya personalmente, dos visiones: una de pena, porque la gente piensa que no has podido tenerlos, y otra, de negación, la gente piensa que tu decisión cambiará o que te arrepentirás. Parece imposible pensar que una mujer no tenga instinto maternal, eso te convierte socialmente en un engendro de la naturaleza.

P. Hablando del pasado que vuelve, ETA planea de nuevo en esta novela se forma tangencial, ¿es inevitable al hablar del País Vasco de aquellos años?

R. Para alguien de mi generación ETA fue parte de nuestra vida cotidiana. Cuando me crié era muy normal que en la cuadrilla de tu pueblo hubiera alguien que estuviera implicado con la banda o que había sido su víctima. Por eso, un personaje de mi edad y de ese entorno debe tener algún tipo de conexión con el conflicto vasco en su biografía. El qué hacemos con esta memoria y con esta herida abierta es una de mis grandes preocupaciones, y por eso fue algo muy natural que ocupara un pequeño espacio.

P. Desde su puesto en la universidad Alicia es testigo de varios dramas inherentes a la sociedad estadounidense, como el machismo, el clasismo, el racismo... ¿qué queda hoy de aquella América de hace 20 años y qué ha cambiado?

R. Todo eso está muy vivo aún. Las cosas que cuento están tamizadas por la ficción, pero fui testigo de ellas en la universidad. El problema de las violaciones o el racismo lo viví precisamente en mis últimos años allí o sea que no hablamos de hace tanto tiempo, unos ocho o diez años. El racismo, el clasismo y el machismo están muy instaurados en la sociedad americana y el triunfo de Trump se explica en buena parte por eso. Hay un problema tremendo de poder, el del hombre blanco de clase media-alta que estudia en universidades privadas y perpetúa una herencia secular, un privilegio que implica el dominio sobre los demás. Es en ese dominio y ese supremacismo donde hay una violencia brutal.

"Me gustaría que la literatura pudiera generar conciencia y romper esterotipos, pero su impacto es limitado"

P. Vemos naturalizados a nivel universitario ciertos problemas como el acoso y las violaciones entre estudiantes o las relaciones de estos con profesores mayores, ¿ha cambiado algo la concienciación surgida con el #MeToo?

P. Trascendiendo la universidad, muchos de estos problemas son extrapolables a la sociedad española actual, ¿cree que han aumentado estos -ismos últimamente?

R. No hay más, pero son más descarados. Ahora a muchos no les da vergüenza hacer gala de ellos en público. Hubo unos años en los que se consideraban comportamientos nocivos y criticables públicamente, pero ahora como se ven representados por ciertos grupos y movimientos, y ven sus ideas impresas en blanco y negro en los periódicos, han salido del escondite y demuestran estas lacras sin tapujos. Lo terrible es que en una democracia permitamos que esas opciones sean aceptables.

Para Portela, la ficción es conocimiento, sí, y también una forma de abordar temas tan espinosos como los tratados en su novela. Sin embargo, no se muestra especialmente optimista con su capacidad práctica para cambiar las cosas. "Me gustaría que la literatura fuera capaz de generar conciencia, de romper estereotipos, de abrir el debate público fuera del dogmatismo y la polarización", enumera. "Pero el impacto de cualquier obra literaria es limitado. Me encantaría que todo eso fuera la función de la literatura, pero no sé si lo es, porque el problema es quién te va a leer. Todos esos que citaba antes, no, seguro", sostiene, "aunque si mi obra llega a transformar la imaginación y la conciencia de unas cuantas personas me doy por satisfecha".