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El Cultural

Soledad Puértolas: "Estos personajes se han hecho cargo de mis recuerdos"

14 febrero, 2019 19:47

Acostumbrada a navegar entre zonas de sombra y silencios, Soledad Puértolas(Zaragoza, 1947) vuelve a la novela con Música de ópera (Anagrama), en la que reconstruye la historia de una familia desdichada a través de tres generaciones de mujeres (la matriarca, doña Elvira, su sobrina Valentina, y su nieta, Alba), con la guerra y la posguerra española como telón de fondo.

Pregunta. En Música de ópera es más lo que se sugiere que lo que realmente se narra... ¿por qué le gustan tanto, como narradora, las zonas de penumbra?
Respuesta. Me propongo transmitir la idea de que la vida tiene muchas zonas de sombras, zonas inexploradas, muchas cosas que se nos escapan. El narrador omnisciente tenía capacidad de ver, de abarcar, toda la realidad. Estamos muy lejos de eso. Lo comprobamos continuamente. A pesar de toda la información que tenemos, que es mucha, somos conscientes de nuestras limitaciones, de nuestra ignorancia. Esa consciencia nos caracteriza. No podemos caer en el error de que tenemos las claves de todo. Todo lo que escribo responde a este sentimiento.

P. ¿No sintió la tentación de narrar con más detalles algunos episodios, como la vida de Justo, el hijo mayor, huido en Francia durante la Guerra Civil, o la relación de Valentina con su madre?
R. La novela, aunque está escrita en tercera persona, se origina a partir de Alba. Sus recuerdos, los relatos que ha escuchado, las cartas que han llegado a sus manos. De la vida de Alejo en Francia tiene muy pocos datos. Tampoco puede conocer a fondo la relación de Valentina con su madre. Eso son los flecos, los personajes y sucesos secundarios que marcan los límites de la narración, del paisaje que está intentando trazar. Su interés está centrado en su abuela, doña Elvira, de quien tiene pocos y vagos recuerdos, en Valentina, su tía, por quien sentía veneración, en su madre... Son las mujeres que han estado alrededor de su padre, a quien rechaza. Alba busca entender, explicarse. Este es el planteamiento de la novela.

P. ¿Qué importancia tiene en la novela la música como espacio íntimo de libertad?
R. La música es el ritmo, esa suavidad que buscamos y que lo envuelve todo. Para doña Elvira, es, también, símbolo de la grandeza de la vida. Con el tiempo, la vida se le haciendo más estrecha, menos interesante. Pero la música le sirve de refugio, le remite a categorías que fueron importantes para ella.

P. ¿Y los viajes?
R. El viaje, en primer lugar, supone salir de casa, verse a uno mismo en otro escenario, casi en otro tiempo. En ese movimiento, todo tiene otro valor. Todo se vuelve frágil, efímero. Eso convierte el viaje en una evasión, en una posibilidad de ruptura, de cambio. Para algunos de los personajes, el viaje les ofrece la posibilidad de descubrir algo que, de otro modo, permanecería oculto. Pienso, sobre todo, en Valentina. Cuando viaja sola, se enfrenta a situaciones que resultan reveladoras.

P. ¿Podría ser ese también el papel de la literatura para usted?
R. Al escribir, al inventar, al hacer que los recuerdos se confundan con datos inventados, y con documentos reales -guardando, siempre, un principio de verosimilitud- se crea otra realidad. Eso supone un salto hacia otro lugar. No es palpable, pero existe. Eso lo hace increíblemente potente. Tiene algo de mágico. Es el poder de las palabras y de nuestra imaginación.

P. ¿La elección de los nombres de los personajes es azarosa? ¿Valentina hace quizas alusión a su valor para afontar una vida sin esperanzas, como mujer sin dinero y desamparada en la España de posguerra?
R. Los nombres vienen a mí sin que los piense mucho. Es algo intuitivo. Una mujer que se llame Valentina suscita en mí cierto instinto de protección. Tiene algo de desvalimiento y algo de inocencia, de pureza.

P. ¿Y Alba es quizá símbolo de la nueva mujer que pidió paso a finales de los 60, contra el miedo, los prejuicios y las evidencias?
R. Siempre me ha gustado este nombre. Implica esperanza, sí. Luz, ilusión.

P. ¿Qué les ha prestado a las protagonistas de sus experiencias personales, cómo ha logrado que sea tan reales, tan “reconocibles”, y nos recuerden tanto a familiares que todos hemos tenido (una abuela, un tío fanfarrón, una pariente que resulta ser un ama de casa que no entiende el mundo que le rodea ni en qué se han convertido sus hijos)?
P. Estos personajes se han llevado mucho de mí. Se han hecho cargo de mis recuerdos. No nacen exactamente de ellos, los han vivido a su modo. Yo creo que pertenecen a una época. Todos hemos conocido una versión de estos personajes, creo.

P. La gran protagonista del relato es Elvira, que acaba siendo consciente de sus errores y sólo confiesa sus sentimientos más secretos a una amiga sorprendente... pero, ¿llega a entender a sus hijos, a su sobrina? ¿Por qué, aunque parece sospechar de su administrador y no hace nada?
R. Creo que doña Elvira no se propone comprender a los demás. Supongo que piensa que la vida es incomprensible. Cuando escribe a Dorotea, su amiga de la infancia, le cuenta cómo se siente, lo lejos que están sus hijos, lo lejos que se va haciendo todo... Busca cierta paz, y el administrador, de quien no se fía del todo, se la proporciona. Si sus hijos se encargaran de los negocios familiares, tendría más motivos de preocupación. Prefiere delegar en un administrador que, a la vez, se convierte en una especie de intermediario. Es un excelente calígrafo, doña Elvira puede dictarle cartas... Ese es el mundo en el que doña Elvira se refugia, a salvo de otras miradas. Nunca piensa en la posibilidad de la ruina. Eso no cabe en su mundo. Puede albergar cierto grado de desconfianza, pero nada más.

P. Quizá lo que más sorprende es el tratamiento de la Guerra Civil, de la que apenas sabemos nada más allá de los rumores de las criadas o de lo que cuenta uno de los hijos, Alejo... ¿No ha querido hacer “otra novela sobre la Guerra Civil”? ¿No teme ser acusada de equidistante?
R. Es así como vive la guerra doña Elvira. Si nos acercamos a ella con el deseo de saber cómo era, así es como era. Los personajes femeninos que viven con doña Elvira -o muy cerca de ella- no tienen muchas oportunidades de asomarse a la realidad. Esta es la verdad a la que yo tenía que enfrentarme. Quería transmitir cómo se vivieron esos años tan terribles en el interior de algunas familias -estamos hablando de una familia burguesa en la zona nacional-, quería indagar en esa verdad. No he tenido nunca la pretensión de escribir una novela histórica. Pero, si miro hacia atrás, me encuentro, de forma inevitable, con el escollo de la Guerra Civil. El horror, el silencio, el miedo. Eso era lo quería transmitir. La herencia que he recibido. Mis abuelas, mi madre, mis tías... He pasado más tiempo con ellas que con los hombres de la familia, que estaban fuera de casa o se reunían para hablar, beber, fumar, dar gritos... Cómo vivieron ellas la guerra y la posguerra, qué sensaciones han suscitado en mí. La novela no trata de la Guerra Civil, trata de unos personajes que vivieron de diferentes formas aquellos años tan dramáticos.

P. Uno de los personajes más sorprendentes y rencorosos de la novela es Alejo. ¿El trauma que pudo causarle su madre al vestirlo de niña durante su infancia justifica su indiferencia ante los sentimientos de los demás (Inmaculada, Valentina, incluso su hija Alba) o el rencor que siente por su madre?
R. Sí, es un personaje difícil. Yo creo que Alba quiere explicarse la vida de su padre. No lo entiende. A través de la indagación que realiza en su abuela Elvira y en su tía Valentina, busca claves. Pero hay cosas que nunca sabrá. Que nunca sabremos. De eso tenemos que ser conscientes. No olvidarnos de que no existe una sola verdad. La literatura de hoy nos lo dice constantemente.

P.El final del libro es abierto: ¿con Alba comienza una nueva manera de ser mujer en España, o aún quedaba muchísimo territorio por conquistar?
R. Creo que Alba, después de mirar hacia atrás, está dispuesta a dar pasos hacia adelante. En cierto modo, ha encontrado el punto de partida.

P. Siento caer en lo obvio, pero debo preguntárselo: ¿qué opina el lenguaje inclusivo, es, como algunas creen la revolución pendiente de la Real Academia?
R. La lengua se encuentra en constante evolución, pero los cambios se fijan lentamente. De hecho, se han producido mucho. Basta comparar el Diccionario de Autoridades con la última edición del diccionario. El tratamiento de lo femenino ha cambiado mucho, y seguirá cambiando.

P. ¿Veremos algún día una mujer al frente de la Docta Casa?
R. Es perfectamente factible. Hay mujeres que desempeñarían muy bien ese papel.