El Cultural

Tal y como debe hacerse. El adiós a Nucky Thompson de 'Boardwalk Empire'

6 noviembre, 2014 09:49

[caption id="attachment_596" width="510"] Steve Buscemi como Nucky Thompson en el último capitulo de Boardwalk Empire[/caption]

¡SPOILERS de la última temporada de Boardwalk Empire!

En el capítulo sexto de la quinta temporada de Boardwalk Empire (HBO), Al Capone mantiene un diálogo con los actores George Raft y Paul Muni, en referencia al rodaje de Scarface, el terror del hampa (Howard Hawks, 1932), que no solo viene a pagar merecido tributo a la producción pionera de su género, sino que resume el recorrido dramático de la brillante épica gangsteril creada por Terrence Winter y producida por Martin Scorsese.

Al Capone: Diles por qué estás aquí, George.

George Raft: Estamos haciendo una película criminal.

Al Capone: Situada en Chicago.

Paul Muni: Eso es.

Al Capone: ¿Sobre?

Paul Muni: Es una especie de drama shakespereano. Ascenso y caída de un hombre.

Al Capone: Y al final muere, ¿verdad?

George Raft: Ah, así es como deben hacerlo.

Así es como deben hacerlo, efectivamente, y así es como la HBO, sin apenas salirse de lo que dicta la caligrafía clásica, ha dado por terminada la serie sobre Nucky Thompson (Steve Buscemi) y su imperio en Atlantic City, en estrecha colaboración y destrucción con las mafias de Nueva York y Chicago. Así deben hacerlo porque así lo dicta la moral de la imposible redención. En el episodio final, por primera vez en las cinco temporadas, nos saltamos los créditos (esos en los que Nucky, elegantemente vestido, entra en la orilla del mar y contempla el imperio que ha construido a sus espaldas) para ver cómo esta vez el gánster, convertido en enemigo declarado de Lucky Luciano (qué bueno es Vincent Piazza), Meyer Lansky y Bugsy Siegel, que conquistan su apoteosis, se sumerge completamente desnudo en el océnao (“No lo hacía desde hace al menos cuarenta años”, comentará después). El emperador ha perdido su traje. Lo ha perdido casi todo.

La progresión shakespereana ha hecho inevitablemente previsible la última temporada de Boardwalk Empire (al contrario de lo que fue la tercera, en movimiento perpetuo), pero esa circunstancia no ha menguado su disfrute. A la manera de El Padrino II, hemos asistido en paralelo a esa ascensión y caída mediante constantes flashbacks a 1884 y 1897. El pequeño Nucky (Nolan Lynus) huyendo de una casa de padre alcohólico y rudo, de un hogar donde se instala la muerte de su hermana pequeña, y un joven Nucky (interpretado con asombroso parecido por Marc Pickering) abriéndose camino bajo la sombra de Commodoro, emergiendo como protector de su hermano Eli y cometiendo su primer y más horrible crimen.

Si algo nos ha enseñado la ficción televisiva americana es que el crimen se paga, porque es como debe hacerse. A Tony Soprano, criatura también de Terence Winter, le condenó la serie a vagar por un limbo oscuro tras un abrupto corte a negro; a Walter White le concedieron la posibilidad de fabricar su propia despedida en el laboratorio que tanto amó después de ejecutar su venganza, pero el final de Nucky Thompson, aunque anunciado prácticamente desde los primeros capítulos, se antoja tan cruel como justo. Como el mantra que escuchamos una y otra vez en Magnolia, puede que Nucky haya terminado con su pasado, pero su pasado no ha terminado con él.