El Cultural

El cine del azar

10 abril, 2013 02:00

El debutante Oskar Alegría rastrea las huellas de Man Ray en la excelente La casa Emak Bakia, el jueves en Matadero | Nace el site PLAT, una nueva plataforma para el cine español que se cuece al margen de la industria

1. Este jueves se estrena en la Cineteca del Matadero de Madrid el debut en el largometraje de Oskar Alegría. La casa Emak Bakia ya ha pasado de puntillas por festivales como el de San Sebastián y Punto de Vista de Pamplona, dejando a su paso un rastro de elogios por parte de ilustres cinéfilos como Víctor Erice, Enrique Vila-Matas, Corneliu Porumboiu o Jean-Michel Bouhours. No es para menos. Esta película, realizada a lo largo de varios años, es la historia de una búsqueda emprendida al azar, una investigación propulsada por el accidente y la intuición que depara resultados extraordinarios, hasta emerger como una emotiva reflexión sobre la memoria. El punto de partida es la película vanguardista de Man Ray Emak Bakia -expresión vasca que significa “Dejadme en paz”-, y que el creador francés rodó en 1926 en una casa cerca de Biarritz que llevaba ese nombre tan singular. A partir de unos breves planos del film en los que se aprecian algunos detalles de la mansión (unas columnas, la aldaba de la puerta, la costa de la playa), Oskar Alegría emprende un viaje en su busca, confiando en que siga en pie, aunque nadie se acuerde hoy de su existencia y no aparezca en ningún registro oficial.

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Afortunadamente, Oskar Alegría decidió hacer caso omiso a Man Ray y no dejó su película en paz. La apasionada, obsesiva, heterodoxa búsqueda de Alegría se despliega en múltiples direcciones, con el azar y el viento como aliados, con la confianza de que una lógica secreta impulsa sus gestos y sus desvíos, como ese cine libertario, producto del accidente, que el propio Man Ray reivindicó desde la más absoluta libertad creativa y cumpliendo los principios del surrealismo: automatismo, irracionalidad, desprecio por la narrativa convencional. Durante su periplo detectivesco, La casa Emak Bakia emula varios momentos del filme de Man Ray, con un montaje en pantalla partida muy elocuente -el ayudante de montaje, Flavio García, cuenta en su blog el proceso de elaboración-, de manera que el largometraje de Alegría rescata para el espectador el cine-poema del artista surrealista, con el mismo fin de “adentrarnos en el orden de la superrealidad” que buscaba Emak Bakia, según escribió Sonia García López en su ensayo sobre los collage de vanguardia (Piedra, papel y tijera. El collage en el cine documental, Documenta 2009).

Resulta fascinante emprender este viaje por los caprichos del azar que propone Alegría, donde el charlestón encuentra su correspondencia con la danza tradicional vasca, donde al tirar de un hilo que nos lleva a otro hilo podemos acabar visitando un museo de la forma en que Man Ray consideraba más idónea (a oscuras y con una linterna en mano), componer un poema mágico con nombres de caseríos, descubrir la tumba de un payaso o sumergirnos en la microhistoria de una princesa rumana. Un viaje surrealista, sí, pero cuyo orden secreto está regido por toda suerte de misterios, y en el que el director se expresa mediante rótulos en blanco sobre negro. El músico Abel Hernández (autor del blog La columna de aire) compone el diseño sonoro del filme a partir de los sonidos que graba en la propia casa Emak Bakia, de modo que hasta el audio de la película nace y muere en su origen. Hay mucha inteligencia y sensibilidad en La casa Emak Bakia, que vindica la imperfección como virtud, y cuyo conmovedor, inesperado desenlace, apunta al corazón de su cometido: invocar los fantasmas del pasado para que puedan resurgir de entre los muertos.

2. La casa de Emak Bakia es una muestra ejemplar de un cine que no por hacerse en solitario y de forma ultra-independiente deja de ser fundamental, porque ciertas cosas no basta con decirlas una sola vez: la industria española está dándole la espalda al futuro de su cine. No se está enterando. Los cineastas más prometedores crean en estos momentos las películas más interesantes, las que están más vivas, fuera del radar de los sistemas de producción y distribución convencionales. Ellos se lo guisan y se lo comen. Las películas con capacidad de generar algunas ondas expansivas se hacen generalmente en solitario y, sin el respaldo de grandes empresas o medios de comunicación o campañas de publicidad, se ven forzadas a buscar espectadores en nuevos espacios, lejos de la distribución comercial. A veces son cineastas completamente desconocidos, pero también está ocurriendo con algunos que no lo son, que incluso han sido laureados por Goyas y Conchas en San Sebastián. La cantera del cine español ya no le pertenece al ICAA, ya no tiene que pactar con la industria.

Escribí sobre este fenómeno hace unos meses en el post "De los márgenes al centro", donde refería toda una nómina de cineastas, así que no los repetiré. Celebraba entonces la creación del portal Márgenes / Cine Español Online, que recientemente ha celebrado la segunda edición de su propio festival de cine -la película ganadora Sé villana. La Sevilla del diablo, de María Cañas, puede verse aquí-, y a cuya labor aglutinadora de toda una serie de propuestas del cine español marcadamente autorales que han surgido en las periferias se suma ahora otra iniciativa online. Se trata de la plataforma PLAT, auspiciada por la Asociación Kinora y que toma su nombre -Picto Lumínico Audio Táctil- del laboratorio del cineasta Val del Omar, pues congrega en su site las obras de cineastas experimentales y autores de referencia del nuevo cine español, el que está abriéndose paso en este siglo XXI mediante el sistema del goteo, poco a poco pero de forma constante, insistente, efectiva. Con más de 150 piezas audiovisuales, PLAT se ofrece como un archivo fílmico online de libre acceso, sin requerimiento de registro, suscripción o pago, aparte de ofrecer un completo microsite de cada autor que cobija (entre ellos Andrés Duque, Carlos Vermut, Los Hijos, Siminiani, Pablo Llorca, Jordi Costa, Velasco Broca, Víctor Moreno, etc.), de manera que, como verdadero punto de encuentro, ofrece la posibilidad de establecer un diálogo directo entre los autores y el público.

Si en las salas comerciales se ha impuesto el modelo único -el que se verá en el Festival de Málaga, por ejemplo-, habrá que acudir a espacios como estos para quien quiera disfrutar de un cine con sangre fresca en sus venas. Quizá, como toda vanguardia que se precie, tiene que ser así.