Image: Pepe Ribas

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El Cultural

Pepe Ribas

"Berlín es la última reserva de valores cívicos dentro de Europa"

8 abril, 2013 02:00

Pepe Ribas. Foto: Joan Alsina.

Acaba de publicar la novela 'Encuentro en Berlín', que presenta mañana en la Casa del Libro de la Rambla de Cataluña

Después de tres décadas sacudiendo a golpe de irreverencia y sátira el panorama cultural español, Pepe Ribas (Barcelona, 1951) quiere replegarse en la que fue su vocación original: escribir novelas. Los años de Ajoblanco , revista en primera línea de la contracultura española desde 1974 hasta 1999, han quedado atrás. Y lo que le pide el cuerpo es narrar historias. Ahora acaba de publicar Encuentro en Berlín (Destino), un thriller protagonizado por un periodista chileno en busca de sus antepasados por el corazón de Europa y un cosaco ucraniano empantanado en los chanchullos de oligarcas y servicios secretos. Dice Ribas que ha huido de fórmulas trilladas para armar la trama (se refiere sobre todo a Le Carre, gurú del suspense y el espionaje). "He seguido mi propio camino, siguiendo mis propias sensaciones". Sensaciones que le han inducido su estancia durante tres años en la capital alemana y la lectura voraz de los grandes autores centroeuropeos: Sebald, Roth, Zweig, Fallada, Maray, Grossman... Y otros dos libros cruciales en su proceso de documentación: El último territorio, de Yuri Andrujovich ("Me iluminó"), y El maestro Juan Martínez que estaba allí, de Chaves Nogales.

Pregunta.- ¿Esta historia se la ha encontrado o ha ido a buscarla?
Respuesta.- Encuentro en Berlín es una novela sobre la lealtad. Tengo muchos amigos en Latinoamérica cuyos abuelos desaparecieron por los pogromos, las hambrunas, los bombardeos durante las revoluciones y las guerras de la primera mitad del siglo XX. Quería que uno de los protagonistas fuera un chileno que buscara a sus abuelos y el otro polaco. Pero entonces descubrí la tragedia ucraniana y decidí cambiar la nacionalidad del segundo.

P.- ¿En qué consistió ese descubrimiento?
R.- Viajaba en una furgoneta Wolkswagen de los años 50 por los bosques de los Cárpatos, cerca del río San. Allí buscaba historias de los muchos resistentes antinazis que se movían por aquella zona. Al amanecer empecé a leer El último territorio de Yuri Andrujovich y me iluminó. Ucrania es el país de Europa que más ha sufrido las convulsiones de continentes. En Polonia, durante la primera mitad del siglo XX, fueron asesinadas seis millones de personas. En Ucrania, 20 millones. También me influyó mucho el magnífico libro de Chaves Nogales sobre la revolución en Ucrania, El maestro Juan Martínez que estaba allí.

P.- De hecho, Ucrania es el centro geográfico de Europa...
R.- Así es. No está en Alemania. Kiev es una capital fascinante. Ahora están permitiendo acceder a los archivos de la KGB. Estuve investigando allí ayudado por algunos profesores de universidad. Su situación en el mapa es crucial porque por allí pasan los gaseoductos rusos que transportan el gas con el que nos calentamos en invierno en Europa occidental y que son las venas del continente. Alrededor de las cuales gravitan mafias y todo tipo de intereses más o menos ocultos.

P.- ¿Sentía también la necesidad de salir del redil español, que tan trillado tiene?
R.- Pues sí. Después de 30 años con Ajoblanco, en primera línea de la intervención social y de la agitación de la cultura libertaria, quería volver a mi vocación original de cuando era un joven de 20 años: ser escritor. Eso era lo que quería ser realmente, lo que pasa es que los vaivenes del país me llevaron a otros territorios. Y lo que me estimulaba era volver a Europa, a mi continente, y profundizar en muchas de las claves de su historia de las que tenía un conocimiento somero.

P.- Y se instaló en Berlín durante tres años...
R.- Yo llegué por primera vez a la ciudad en 1985 y lo cierto es que no ha cambiado tanto. Bueno, si vas a las zonas turísticas, a la Alexander Platz y sitios así, sí puedes apreciar cambios. Pero barrios como Kreuzberg siguen igual. Sigue habiendo una intensa creatividad tremenda, un afán de experimentación que no cesa.

P.- ¿Diría que es la capital artística de Europa?
R.- Pues seguramente. En Berlín puedes alquilar un piso de 100 metros cuadrados por 300 euros. Eso facilita mucho la vida a todos los artistas que se han instalado allí. Y lo mejor es la pluralidad de inquietudes. Allí no hay modas preponderantes. Encuentras gentes cultivando estéticas y formatos de todo tipo: pintura, performances, realismo, neoexpresionismo... Además, la creatividad está muy por encima del mercado. Es una auténtica reserva cívica. Y se respira libertad y respeto. El individuo puede gestionar su propia libertad, siempre y cuando se sujete a unas normas éticas.

P.- Aunque, desde allí, desde Berlín, no ha parado de viajar: los Cárpatos polacos, los sudetes de Silesia, Kiev, la mítica Galitzia, el valle del río Uz... No le valen sólo los libros para documentarse, ¿no?
R.- No, no me vale. Hay que ver los paisajes, los hombres eslavos con sus cabezas rapadas, las mujeres, con sus piernas tan largas... Es importante familiarizarse con todo ese mundo eslavo. Y escuchar sus historias de sufrimiento.

P.- Pero no será fácil que rememoren sus traumas. Se protegerán con el olvido, ¿no?
R.- Para sobrevivir no les bastaba el olvido. Han tenido que borrar directamente de su recuerdo aquel mundo que desapareció para las bombas. La II Guerra Mundial fue la primera contienda en la que se los ejércitos fueron directamente contra la población civil.

P.- Y ahora, tras Los 70 a destajo está con Los 80 al carajo. ¿Qué supuso el cambio de década para usted?
R.- En los 70 soñamos que podíamos traer a España una democracia decente y sólida. Fue un periodo de idealismo. En los 80 comprobamos que eso era imposible. Esta década prefigura lo que estamos viviendo ahora. Fue la época de Thatcher, Reagan, la Guerra de las Galaxias, el Sida... El terror en el hipermercado, que diría Alaska y los pegamoides. Para evitar frustarnos decidimos pasarlo bien. Será una novela, con mucho humor, en plan chotis-punky.

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