El Cultural

Una introducción a la música chip

8 junio, 2012 02:00

Dejen que les cuente. Cuando hace unas semanas empiezo a documentarme para escribir esta aérea columna mi intención no es otra que continuar la serie iniciada el año pasado a cerca de los nuevos locos cacharros de los geeks y su expansión en el mundo de los músicos juguetones. Pienso que hablar de chiptunes, música en 8 bits o música chip será casi como hablar de una forma rara de instrumentación. Al poco de estar surfeando la red el asombro crece en mí. A medida que voy encontrando información sobre la recuperación del sonido y los medios de creación sonora de los primeros ordenadores y videoconsolas voy dándome cuenta de que en realidad me encuentro descendiendo en un profundo abismo dentro de una pequeña sonda. Soy un puntito en un mapa, en un desierto de años. Lo que se desenvuelve de entre esos datos desperdigados que voy pescando de entre el oleaje internáutico es todo un océano con sus hondas profundidades por debajo, o un mundo subterráneo con vida desconocida bajo la capa de los océanos, incluso. Un oculto universo que trasciende la categoría de la rareza instrumental o sonora y con vida propia. Solaris.

La música chip, o el conjunto de prácticas musicales que emplea el hardware o los sonidos propios de las viejas "maquinitas" portátiles de juegos y primeros micrordenadores personales así como de sus limitaciones, resulta un pliegue inadvertido en la Historia de la música, incluso dentro de la especializada en electrónica. Una doblez que ha ido conformándose y mutando durante el último cuarto de siglo largo y que hoy puede entenderse como una expresión más del fenómeno peterpanesco sobre el cual escribíamos hace tres semanas: ese síntoma de nuestro zeitgeist que provoca una cultura de recreación casi inconsciente (hipnagógica, hay quién dice) de la infancia y adolescencia en un El Dorado ochentero. En el, cómo no, polémico artículo que allá por 2003 Malcom McLaren dedicara en la revista Wired a su descubrimiento hechizado de la escena chiptune daba en el clavo en algunas cosas: "la generación Gameboy sampleando su infancia", definía con tino. Yo añadiría y la que no quiere dejar de jugar, que ha convertido la música en un juego más que prolonga la adolescencia y que quiere hacerlo con las reglas que creemos recordar que nos hacían felices.

Pero, ¿cuál es la historia de esta música? ¿Género? ¿Estilo? Es una historia de más de treinta años de apropiación de ciertos desechos de la industria del entretenimiento y la cultura mainstream por parte de (también) cierto underground. Su relato debe comenzar con las máquinas electrónicas de Arcade de finales de los 70, sus sintéticas sintonías simples y pegadizas y sus ruidos onomatopéyicos que atronaban en las salas de juegos y bares. Sus limitaciones sonoras y musicales dan nacimiento al estilo. Después, durante la primera mitad de la década de los 80, surgirán otros juegos parecidos en el entorno más aislado e individualista de los hogares con los primeros micrordenadores, ZX Spectrum, Amiga y, especialmente, el Commodore 64, que en 1981 incluirá el chip SID de Mos Technology que permitía expandir casi hasta donde lo conocemos las posibilidades sonoras del sonido chiptune. Y también poner sus límites: lo engorroso de su programación y su destino como música de fondo de programas de jugabilidad muy repetitiva llevará a los diseñadores musicales a establecer un sistema de bucles maestros junto a otros más pequeños que superponían a los primeros a modo de frases que iban alternándose. Ello conformará el sistema compositivo y el camino a seguir.





O mejor habría que decir los caminos: el que abrirán las nuevas miniconsolas japonesas de Nintendo (1985), con juegos como Super Mario o Tetris donde la música empieza a tener un papel y programas tracker para el mencionado chip SID como The Ultimate Soundtracker (1987), que pondría al alcance de los músicos y aficionados no expertos en programación la composición para computadores desde sus propios micrordenadores personales. Aquí sucede algo clave: pese a quedar notablemente ampliadas las posibilidades compositivas y sonoras con los trackers, el estilo va a mantenerse.







Después de su consolidación, a lo largo de la década de los 90 comienza su expansión más allá del contexto del juego y su universalización en el mundo occidental. Ello vendrá de la mano de los crackers, ingenieros inversos de software y en menor medida de hardware que se ocuparan de vulnerar las protecciones de copia y utilidades pensadas por la industria. La competición de grupos de estos crackers llevará al fenómeno de los keygen (pequeños programas de generación de claves falsas que ayudan al usuario al crackeado) y las demos o etiquetas distintivas de tales grupos o pandillas, siempre dotadas de gráficos o animaciones y música distintiva. La suma del sonido chiptune u 8bits consolidado en los 80 con la competencia entre crackers más los programas de tracker llevará en esa década de los 90 (con el impulso también de las raves) a la consolidación de una escena. La Demoscene, dará lugar a desafíos que dio lugar a competiciones y un conjunto de prácticas donde la creación musical dentro de los cánones del género se impondrá como principal por encima de la creación grafica y se diversificará adoptando diversos otros estilos ya existentes (techno, dub, neoclasicismo, ambient, etc.). A finales de los 90, y en el momento de su máximo apogeo esta demoscena se desatomizará. Ello coincidirá con la explosión de Internet y su resultado será la formación de una galaxia de músicos muy minoritarios, diminutos sellos, esencialmente netlabels, radios, webs y ampliaciones, emulaciones y recuperaciones retro de hardware y software.

Pero ahora se hace tarde. Como era de imaginar, el tema es demasiado grande como para abarcarlo en una sola dosis. De modo que el resto del relato, el que cuenta todo lo que ha sucedido desde ese momento de hace quince años hasta el flamante hoy, así como unas posibles conclusiones, tendrán que esperar hasta una próxima entrega.

PS.- Por si les interesa el tema o ya lo conocen, recordar que este fin de semana (8 y 9 de junio) tendrá lugar en la sala Excuse me? de Valencia la tercera edición de 8 Bit Superpart, pequeño festival dedicado a la escena con Arottenbit, VesperOn, Distortled Box Colective, Broken 2, Culomono, etc.