Image: Jordi Galcerán

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El Cultural

Jordi Galcerán

"En Burundanga ETA sólo es un elemento dramático"

29 junio, 2011 02:00

El dramaturgo Jordi Galcerán.

Estrena hoy en el Teatro Maravillas la obra Burundanga

Jordi Galcerán (Barcelona, 1964) es uno de los grandes cerebros del teatro español actual. Cada vez que escribe una obra se exprime las neuronas. Eso se nota en resultados tan originales, tan imprevisibles y tan bien armados como El método Grönholm (éxito mundial incontestable) y Carnaval. Los golpes de efecto encadenados son una constante en sus tramas, que nunca se sabe dónde van a ir a parar. En Burundanga (El final de una banda) el giro marca de la casa lo ha advertido de antemano, para que nadie se llame a engaño en un tema tan escabroso como el terrorismo. Los protagonistas de esta comedia (sí, comedia, han leído bien) son dos pistoleros de ETA. La novia de uno de ellos, utilizando una droga hipnótica, consigue descubrirlo. Y entonces llega el quid de la cuestión de esta obra, que no es la banda terrorista ("no pretendo decir nada de ella, sólo es un elemento dramático") sino hasta qué punto estamos dispuestos a perdonar los errores de las personas que queremos.

Pregunta.- Comedia y terrorismo etarra. A priori son dos elementos incompatibles. ¿Cómo se le ocurrió combinarlos?
Respuesta.- Cuando empecé a escribir esta historia, hace tres años, no tenía en mente que apareciera ETA para nada. La idea me vino escribiendo la historia. Quería buscar algo que fuera muy fuerte, que tuviera una carga dramática muy potente. Pensé qué detalle impactante podía descubrir la chica embarazada de su novio, con muchas dudas sobre él, y entonces se me ocurrió lo de que fuera un etarra. No se me ocurría nada peor. En un principio, lo descarté porque creí que era meterse en un jardín, pero luego vi que si encontraba el tono, los personajes y la historia adecuada podía ser algo soportable. Yo no pretendo decir nada sobre ETA en esta obra, sólo la utilizo como elemento dramático. Simplemente planteo qué estamos dispuestos a perdonar por amor. Y por supuesto no he querido ofender a nadie. Espero no haberlo hecho.

P.- ¿Está nervioso por las reacciones que pueda provocar su atrevimiento?
R.- Yo siempre cito a un personaje de Delitos y faltas de Woody Allen: "La comedia es tragedia más tiempo". En todas las comedias buenas los personajes sufren, las ideas parten del dolor. Aquí la tragedia la tenemos, lo que nos falta es tiempo, es decir, algo de perspectiva. Pero bueno, en el mundo anglosajón, por ejemplo, son mucho más atrevidos: en 1942 se estaba rodando Ser o no ser, mientras Hitler asesinaba a millones de personas. No creo que esté mal distanciarse de las cosas. Entiendo que pueda provocar reticencias la obra de entrada pero estoy seguro de que la mayoría de la gente que venga a verla la disfrutará.

P.-¿Qué clase de etarras son los que aparecen en su obra?
R.- Son dos chapuceros, dos pobres diablos cargados de dudas. Son los últimos etarras que quedan en libertad, porque todos los demás están detenidos o han renunciado a la lucha armada.

P.-¿No cree que el subtítulo (El final de una banda) destapa demasiado las cartas del desenlace?
R.- En realidad yo no quería que apareciese. Son cosas de la promoción. A mí me gustan los títulos que no dicen nada: Dakota, El método Grönholm... Quiero que las obras tengan nombres propios, como las personas. Yo me llamo Jordi Galcerán, ese es mi nombre, pero no dice nada de mí. El desenlace de la obra era lo que más me costó encontrar porque quería que fuera un final de comedia. La clave me la dio Malditos bastardos de Tarantino. El comando especial encargado de matar a Hitler termina acribillando al führer, que es algo que no te esperas porque todos sabemos que se suicidó. Pero Tarantino lo mata en su película. Entendí entonces que yo también podía hacer lo que quisiera con mi historia.

P.-Es un autor muy dado a los golpes de efecto en sus tramas, a los giros abruptos. ¿Cree que con este ha batido su récord personal?
R.- Probablemente sí. A mí lo que me gusta es que estos golpes se vean en el teatro. Pero éste creía que había que desvelarlo de antemano, para que nadie se sintiera en una encerrona, porque es un tema muy sensible.

P.-Con Tamzin Townsend forma un binomio muy bien compensado y de mucho éxito. ¿Por qué no la ha dirigido ella?
R.- Bueno, ella acaba de dirigir Fuga aquí en Madrid. Creo que es algo higiénico cambiar los equipos y los tándems. Además, yo cuando termino una obra lo primero que busco es un productor, antes que un director. Otros lo hacen al revés pero yo lo hago en así. El productor me suele proponer un director y yo me suelo fiar. En este caso Pedro Larrañaga me propuso a Gabriel Olivares.

P.-¿Y qué tal le ha ido con él?
R.- Estuve con él cuatro días en Madrid, hablando y tomando cervezas, para definir el tono de la obra. Cada uno intentaba convencer al otro de sus criterios y ahí se acabó mi labor. Mi trabajo es escribir los textos. Yo no he visto nada de la obra salvo el pase gráfico que acaban de hacer para los medios. Cada uno tiene su función y la mía es escribir el texto.

P.-Por cierto, Fuga ha funcionado muy bien. En cambio por Barcelona, hace 14 años, pasó sin pena ni gloria. ¿Alguna teoría al respecto?
R.- Ninguna: el teatro es un misterio. Son razones inexplicables. Claro, depende de una buena interpretación, un buen texto, una buena dirección... pero en realidad nunca se sabe. A veces piensas que tienes una obra redonda con la que vas a triunfar como la Coca-cola y te estrellas, y luego con otra obra que has escrito corriendo en dos semanas tienes un exitazo. Si existiera la fórmula del éxito, todos los bancos estarían ya invirtiendo en teatro. En Broadway me contaron que sólo en 25% de los montajes recupera el dinero invertido. Es muy complicado.