El Cultural

De charla con Bruce Lee

1 diciembre, 2009 01:00



En Bosnia, años después de la guerra, levantaron estatua al Bruce Lee. Yo, que me he visto todas sus películas y conozco cada uno de sus golpes, voy y me planto las gafas de sol para que no me deslumbre el bronce con el que ha sido amasado. Me presento, le digo quién soy y también le digo que soy aficionado a las artes marciales. Las suelo practicar muy a menudo. Cada vez que escribo, sigo diciendo.
-Ya sabes, yo no rechazo así como así. Yo odio. Nunca hago leña del árbol caído. Lo que suelo hacer son mondadientes y siempre intentándome lucir.
Llegado a este punto, el Pequeño Dragón me para los pies.
-Tres cosas has de aprender. -Me dice.
Yo me saco las gafas y hago como si prestara atención. él me cuenta:
-Lucirse es una forma tonta de obtener la gloria. Eso es lo primero. Lo segundo es que tu golpe ha de sentirse antes de ser visto. Y otra cosa has de tener presente.
Por la manera que tiene de mostrar sus "nunchakos" parece ser que se ha dado cuenta de que no le estoy haciendo ni puñetero caso.
-Otra cosa has de tener presente -sigue Bruce Lee-. Que la llama más pequeña vence siempre a la más grande oscuridad.
-¿Y la tercera? -Pregunto, esperando a que me diga algo importante pues de momento todas esas cosas ya las sé.
-La última y más importante es que después de un golpe ha de venir el siguiente. De lo contrario de poco vale el primer golpe.
-Ya, pero todas esas cosas son muy tópicas, quiero decir que son cosas muy gastadas. En España hay un dicho que dice siéntate a tu puerta y verás pasar el cadáver de tu enemigo. Pero yo por mucho que salgo y que me siento a esperar, sigo viendo pasar a mi enemigo en "limosina" con rubia y champán. No sé si me explico.
-Tu problema es cuestión de "fe".-Me dice Bruce Lee, como dando a entender que flaqueo por donde más fuerte puedo considerarme.
"A éste le espero yo", me digo. Y aprovecho y voy y le ataco por donde más le duele. Con "fe" le pregunto por su muerte y por todas las incógnitas que se levantaron tras ella.
-¿Epilepsia? ¿Sobredosis tras masticación de hojas de marigöana? ¿Envenenado por las triadas chinas? Lo único que hay de cierto es que te acostaste y nunca más se supo. Quiero decir que nunca despertaste.
Es entonces cuando desvela su secreto:
-Amor. El amor que bombea la sangre y encharca los cuerpos cavernosos e hincha la cabeza. El amor por Betty Ting Pei. -Me dice.
-Me lo temía. -Le digo, dando a entender lo que el pequeño Dragón quiere decir cuando nombra a la Betty. La seda oriental de sus muslos, esa mancha azul que tienen donde acaba la espalda y que yo conozco por lo que escribe el Dragó cuando pone su alma en bolas y desvela secretos y privilegios. Pero no me quiero despistar.