El Cultural

Un canto a la supervivencia

17 enero, 2002 01:00

En la muerte de Camilo José Cela

Cela no era lo que suele llamarse "un poeta", pero la poesía le era menos ajena que afín. La veía -creo- a una cierta distancia y con más desconfianza que desdén. En su juventud la había cultivado y hasta se podría decir que en ella hizo su primera etapa que fue -y él lo sabía- menos a caballo que a pie. A caballo fue su paso por las oriflamas de los ismos, que a él le interesaron no en lo que tenían de reflexión teórica sino en lo que suponían de postura extremada y de exageración. Cela en realidad fue un expresionista que, trasnochando a veces en los últimos bares de un ya periclitado gongorismo, se sentía atraído por el mundo de ensoñaciones tragimágicas que suele haber en el transfondo más oscuro de lo surreal.

He hecho muchas películas. Y tengo la sensación de que cada vez que me enfrento a un proyecto nuevo, a una nueva película, la hago lo mejor que sé, como si fuera la mejor película del mundo. De hecho, creo que si cualquier artista pierde ese espíritu, lo mejor que puede hacer es retirarse. Bajo mi criterio, algunas de mis películas han sido bien valoradas y otras no tanto. No soy de los cineastas que, con el paso de los años, se queda con los comentarios que se hicieron de sus películas, sean críticas buenas o malas. Yo me quedo exclusivamente con lo que pienso de cada una de ellas y de los recuerdos que se me han quedado grabados, de las anécdotas, a veces terribles y a veces entrañables, de aquel tiempo.

Uno de los recuerdos más vivos y gratos que me han quedado de La colmena, aunque pueda parecer disparatado, tiene que ver con Joseph L. Mankiewicz. Mi admirado director de Eva al desnudo era el presidente del Jurado del Festival de Berlín el año que La colmena recogió prácticamente todos los premios. Cuando subí al escenario a recoger el Oso de Oro, el Jurado estaba alineado y Mankiewicz era el primero de la fila. Mi primer impulso, claro, fue acercarme a él y darle la mano. Mientras me la estrechaba me dijo algo en un inglés rapidísimo. Entre mi desconocimiento general del idioma, mi nerviosismo y el ruido ensordecedor, no entendí bien lo que me dijo. Fue un director italiano, que por mi reacción seguramente se dio cuenta de que no me había enterado bien de las palabras de Mankiewicz, quien amablemente me las tradujo: "Todos los espectadores pensarán que esta película era muy fácil de hacer, pero tú y yo sabemos que no es así".

Como Mankiewicz adivinó, la película había sido muy complicada de realizar. Posiblemente la más difícil que he hecho. Cuando el productor José Luis Dibildos me ofreció el proyecto a finales del verano de 1981 (después de estar mucho tiempo en manos de Gonzalo Suárez, que finalmente abandonó el proyecto), lo primero que le dije es que no veía una novela tan laberíntica, con cientos de personajes, idas y venidas, en una narración de dos horas. Recordaba la novela (que había leído en el año de su publicacion, hacía ya treinta otoños) como un canto a la supervivencia, en el que a pesar de la cantidad de historias y personajes entrecruzadas, el verdadero protagonista del texto era el ambiento opresivo de la ciudad de posguerra, en el que la gente luchaba, sin demasiadas esperanzas, contra el frío, el hambre y el miedo. Trasladar ese tono al cine, comprimir tantas desventuras y tristeza en una narración cinematográfica, pero salvaguardando su humor, no era una tarea fácil. No revelo nada, por otra parte, diciendo que es una de las grandes obras literarias de la posguerra, un texto que marcó una época y una forma de mirar el mundo. Por aquel entonces, a mí jamás se me pasó por la cabeza que semejante creación pudiera traducirse con cierta fidelidad a una película.

Para mi sorpresa, José Luis ya tenía preparada una escaleta, un borrador de guión perfectamente estructurado, con una tensión extrema, que sin lugar a dudas transmitía con precisión el tono pesimista, crítico, desolador de la novela. En definitiva, me pareció un trabajo excelente. No dudé entonces en entrar en el proyecto. José Luis Dibildos tenía muy claro qué había que hacer para que el espectador no se perdiera entre tanto personaje. Para empezar, la producción (una iniciativa de TVE que en principio iba a fragmentarse en varias series, y que formaba parte de una iniciativa por adaptar varias obras de peso de la literatura española) contaría con actores de primera fila, fácilmente identificables por el espectador, con el objeto de que no se perdiera entre el microcosmos que formaban los cerca de sesenta personajes de la película, cuyo eje central era el Café La Delicia. Efectivamente, el reparto, con un excelente Pepe Sacristán como protagonista, no pudo haber sido mejor: Luis Escobar, Ana Belén, Victoria Abril, Fiorella Faltoyano, Charo López, José Luis López Vázquez, Francisco Rabal, Concha Velasco, etc.

Confiados en el proyecto, José Luis y yo trabajamos conjuntamente en el guión durante algunos meses en Guadalmina (Marbella). Una vez terminado, conocí a Camilo José Cela, que estaba realmente entusiasmado con el proyecto. Nos citamos para comer José Luis Dibildos, el escritor, su secretario de entonces Fernando Corugedo (un personaje fantástico) y yo en el restaurante Horcher de Madrid. Creo que la primera impresión que tuve de él es la imagen con la que generalmente se le asocia, la de un hombre brusco, de mirada mortífera, permanentemente de mal humor. Pero en su fondo habitaba una perpetua socarronería. Desde aquel primer momento, conmigo siempre fue muy amable, extremadamente educado, y siempre logramos entendernos a la perfeción. En la materia que nos ocupaba, el cine y la literatura, yo no he podido encontrar un mejor interlocutor que él.

Generalmente me suelo encontrar muy cómodo adaptando escritores, porque juego con la confianza de que la historia ya ha pasado por el filtro de una audiencia lectora y ha gustado. De algún modo, ya hay reacciones antes de que exista la película, algo que en principio debería ser una ventaja de partida para el cineasta. Esto lógicamente también tiene su parte negativa, sobre todo cuando el texto que voy a llevar a la gran pantalla tiene determinada notabilidad y cierto peso en el mundo no sólo literario sino artístico. Inevitablemente, adaptar a Cela (como adaptar a Pérez Galdós, a Ignacio Aldecoa, a Miguel Delibes, etc.) impone un gran respeto. Sin embargo, el propio autor de La colmena me decía constantemente que no me preocupara, era el primero en tranquilizarme cuando me notaba nervioso -y eso que yo venía de adaptar para televisión Fortunata y Jacinta, de Galdós-, trataba a toda costa de que no se apresara de mí la sensación de que estaba frente a algo pretendidamente sacralizado.

Otra de las intenciones de Dibildos, era la de incluir en La colmena algunos cameos de personajes reales, para que dieran un cierto tono de realismo a la historia, un realismo que respiraba la novela en cada una de sus páginas. Recuerdo que contamos con la presencia de Antonio Semillosa, y no se me olvida, claro, el cameo de Camilo José Cela. él venía sobrado de cine, había hecho algunos papeles de actor, para teatro y para cine (la primera película que dirigió Fernando Fernán Gómez, Manicomio), y como actor me pareció tremendamente divertido y paciente. Como casi todos los escritores con los que he trabajado, él sabía muy bien que el cine es un medio narrativo muy poderoso, con sus propias leyes argumentales, y que, para el resultado, no convenía proclamarse guardián de su obra, ni férreo vigilante. No le faltaron grandes palabras de elogio cuando vio la película terminada. Palabras que me llenaron de gozo. Educadas y precisas. Algo que siempre le agradeceré.

Mario CAMUS

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3. Aquellos años cuarenta
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5. La voz tras la mordaza
6. El testigo de Arrabal
7. De muchos y de buenos amigos
8. El Nobel, para uno de Padrón
9. El escritor y su personaje
10. El narrador: cómo se hace una novela
11. También era un poeta
12. El escritor oficial, el poeta auténtico
13. En el corazón de la novedad
14. Tres obras y dos versiones
15. Un canto a la supervivencia
16. Al cine desde el respeto
17. Galicia de ida y vuelta
18. Cautivos en la isla
19. Vuelta a La Alcarria
20. Dama oscura
21. La casa de la Vida
22. Profesor de energía