El Cultural

Nietzsche, poeta

De filósofo clásico a poeta a su pesar

21 junio, 2000 02:00

Friedrich Nietzsche, 100 años de su muerte

Nietzsche pasa de la filología a la paideia y, de ésta, a la hermenéutica. Los filólogos clásicos le retiraron el saludo, pero su discípulo Kelterborn indica que "los alumnos estaban unidos a Nietzsche como quizá a ningún otro profesor"

Jesús Conill ha demostrado que en la formación del pensamiento nietzscheano hay dos fuentes muy determinantes: Lange y su criticismo fisiológico; y Gerber y su filosofía del lenguaje. Die Sprache als Kunst (1871) de éste y un Kant leído a través de Schopenhauer le llevan a afirmar que "no hay hechos sino interpretaciones". La filosofía de Nietzsche es -y es sólo- una filología extrema: una hermenéutica acaso demasiado exagerada que conecta, por un lado, con los Schriften zur Sprache de Haman y que, por otro, preludian el escepticismo lingöístico de Mauthner y de Wittgenstein: "El pensamiento racional es un interpretar según un esquema del que no nos podemos desprender". Rechaza el optimismo mental de la gramática, cuyo ejemplo máximo le parece Descartes, y afirma que "el ser es una ficción vacía". El verdardear viene a ser su verbo preferido y la filosofía del signo, su previa condición. Su carta a von Seydlitz no deja dudas al respecto: la filología se le convierte en "un iluminarse la existencia" mediante "el arte de leer bien". Por eso ha escrito Figl que "toda la filosofía de Nietzsche fue una reflexión sobre la interpretación como proceso básico" y más aún: que "se entendió y concibió a sí misma sólo como interpretación".

De modo similar la ha visto Gadamer: como "giro ontológico de la hermenéutica siguiendo el hilo conductor del lenguaje". Y en lo mismo ha insistido Ricoeur: Nietzsche transfirió a la filosofía una práctica de la filología -la hermenéutica- y, con ella, el problema y angustia de la interpretación. Formado en el espíritu crítico de la investigación lingöística erudita de Pforta, donde ingresó el 5 de octubre de 1858 y donde el hueco dejado por el arte "vino a llenarlo" -dice- "la filología", creció bajo la férula de Corssen, estudió bajo la dirección de un platonista como Steinhart, inició su lectura de Teognis y, en 1861, descubrió a Hülderlin. "Mi viaje a la filología está ya decidido" - escribirá poco después, impresionado por las clases de Ritschl y de Otto Jahn, y hasta 1879 esa fue su principal actividad. Sin embargo, lo que le interesaba de la mayoría de los cursos "no era la materia sino la forma como el maestro académico comunicaba a otros seres humanos su sabiduría". "Me esforcé, pues, más en aprender cómo se llega a ser un maestro que en dominar lo que normalmente se enseña en las universidades. Al hacerlo -explica- me alentó y mantuvo siempre en pie la consciencia de que no me faltarían nunca los conocimientos que rigen normalmente a un académico, así como la confianza en la capacidad de mi naturaleza para hacerse, llevada de su propio impulso, con un sistema propio que acogiera cuanto merece saberse". Ritschl le enseñó la crítica del texto que está -y no hay que olvidarlo- en la base y origen de su filosofía. Ritschl alimentó lo que de filólogo había en el joven Nietzsche, que se sintió reconocido y elogiado por él, pero que, no sin dudas, escribe a este respecto: "tal vez me lanzó por caminos que están lejos de mi propia naturaleza". A lo largo de su vida, Nietzsche repetiría una y otra vez la misma queja: que la filología lo distraía de lo esencial. En febrero de 1868 se lo escribe a Rohde: "nuestro viejo Ritschl intenta mantenernos presos en las redes de la dama filología". Algo similar le había escrito, el 4 de abril de 1867, a Deussen: "No puedes imaginarte lo vinculado que me siento a Ritschl, tanto que ni quiero ni puedo liberarme..." En la carta a Rohde le explica que sus trabajos remiten a un mismo objetivo: "una historia de los estudios literarios en la Antigöedad y en la época moderna". Y, cuando obtiene la cátedra de Filología Clásica de la Universidad de Basilea, Rohde es el único capaz de escribirle: "en ti el hombre es mucho más valioso que el filólogo".

Cuando su crisis vocacional estalle, su maestro Ritschl escribirá el 2 de febrero de 1873 a Vischer: "Es extraño cómo en este hombre viven realmente dos almas, una al lado de la otra. Por una parte, el método más estricto de investigación científica especializada..., por otra, ese fanatismo religioso-mistérico-artístico, wagneriano, schopenhaueriano... que raya en lo incomprensible. [...] Lo que más me molesta -expone Ritschl- es su impiedad para con su auténtica madre, que le ha amamantado en sus pechos: la filología". Ritschl no comprende que la Antigöedad para Nietzsche, es "ciencia y arte"; y la filología clásica, "un trozo de historia, un trozo de ciencia natural, un trozo de estética", "una mensajera de los dioses". Nietzsche pasa de la filología a la paideia y, de ésta, a la hermenéutica. Los filólogos clásicos le retiraron el saludo, pero uno de sus discípulos, Ludwig Kelterborn, indica que "los alumnos estaban unidos a Nietzsche como quizá a ningún otro profesor". Y no sólo por su personalidad sino porque "Sus lecciones estaban planificadas desde el principio hasta el final y preparadas minuciosamente".

En los mismos términos se expresa su sucesor en la cátedra, el lingöista Wackernagel: "Nietzsche siempre había preparado cuidadosamente las clases y corregido los trabajos de los alumnos con una exactitud meticulosa". Una lectura actual de Nietzsche no puede omitir lo que éste nunca dejó de ser: un filólogo clásico doblado de poeta, y un poeta, al que recuperó el expresionismo y, en concreto, Gottfried Benn.

La poesía y la filología de Nietzsche forman una unidad en su vida y en su obra: ambas encarnan el conflicto trágico en que, desde muy pronto, se debatió y al que la filosofía sirvió menos de causa que de cauce. La poesía de Nietzsche fue, sobre todo, poesía conceptual (Begriffsdichtung); su filología derivó en filosofía (philosophia facta est quae philologia fuit); y su filosofía se transformó en una hermenéutica crítica de base lingöística y de carácter antropológico. Desde entonces la lógica dejó de ser el supuesto sostén de la gramática, y la verdad quedó reducida a uno de los posibles sentidos de la interpretación: es decir, a una verdad no objetiva sino sólo poética, ya que, según Nietzsche, de la relación estética que hay entre las cosas el arte es la única y la máxima manifestación.