Image: Luis Carandell

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El Cultural

Luis Carandell

"Para mi canonización hace falta al menos un milagro"

7 junio, 2000 02:00

Luis Carandell, por Gusi Bejer

Por fin sabremos de donde le viene su devoción por los santos, la crónica paralmentaria y la tertulia. Luis Carandell pone freno a su imparable capacidad de narrar la actualidad para recordar en El día más feliz de mi vida (Espasa) sus memoria, que ya prometen una segunda parte.

Pregunta: ¿Por qué una autobiografía ahora?
Respuesta: Cumplir los 70 años es algo que invita a contar tu vida.P: Doris Lessing afirma que cuanto más mayor es uno, más secretos guarda. ¿Se ha guardado muchos usted al margen de esta obra?
R: No hay secretos, hay, quizá, olvidos. Un escritor decía: "Ya he olvidado suficientes cosas como para poder escribir mis memorias".
P: ¿Es realmente el día de su Primera Comunión el más feliz de su vida?
R: Esto se dice desde hace veinte siglos. Y no va a dejar de ser una verdad al tocarme a mí.
P: ¿Cuál ha sido el día más infeliz?
R: El "día más feliz de mi vida" fue el 21 de junio de 1936. El día más infeliz, el 18 de julio del mismo año. Tardé en entenderlo...
P: Cambiar el traje de marinero por uno marrón de calle, como recuerda en el libro, fue su primer acto de rebeldía. ¿Cuáles vendrían más tarde?
R: Mi madre quería vestirme de marinero para la Primera Comunión. Yo me negué y lo pagó el sastre, a quien di una patada. Luego, mis sublevaciones tuvieron un carácter más intelectual, en el periodismo.
P: ¿Qué piensa hacer con lo vivido a partir de la última página de estas memorias?
R: Tendría que escribir unas nuevas memorias, quizá menos personales, para contar lo que he visto por el mundo.
P: "La vida es una obra, y una obra bien hecha debe despertar más aplausos que llanto". ¿Por quién no ha derramado usted lágrimas y sí aplausos?
R: Por mi madre. Era lo que se llama una mujer de una pieza. A su muerte me daban ganas de aplaudir, tragándome las lágrimas.
P: Su abuelo le contaba historias sobre la Guerra de Cuba. ¿Qué les cuenta usted a sus nietos?
R: Guerras. Las que me contaron y las que yo viví: la guerra civil, la segunda guerra mundial y algunas a las que fui como periodista, como la del Yon Kipur. No me gustan las guerras pero como relato son insuperables.
P: ¿Qué es más terrible, el miedo del escritor a la página en blanco o al de la memoria en blanco?
R: La página en blanco sigue siendo para mí lo peor, aunque llevo 50 años en esto.P: ¿De dónde le viene su pasión por las tertulias?
R: Mi casa fue una especie de foro de debate. Mi madre era una conversadora extraordinaria. Me crié contertulio.
P: Características del contertulio perfecto.
R: No tiene que ir a la tertulia a buscar medrar. Tampoco a presumir. Sólo a escuchar y decir lo que quiera. O a callarse. El "escuchador" es un contertulio ideal.
P: En la actualidad, ¿se platica poco y se opina mucho?
R: Se opina en exceso, a menudo de cosas que no se conocen bien. Pero hablar es libre y no se paga impuestos. (Desgraciadamente, tampoco desgrava).
P: ¿El recuerdo de qué amigo permanece imborrable?
R: El de los amigos que murieron: José Agustín Goytisolo, Mario Lacruz, Julián Torres, Juan Benet.
P: "Pasé en poco tiempo de la devoción religiosa a la indiferencia, me hice descreído más que ateo". ¿Mantiene todavía esa indiferencia?
R: Sí. Pensé que no podía demostrar que Dios existe. Y que, si existe, no debía mezclarse en mis problemas.
P: ¿De dónde le viene su devoción por los santos?
R: Mi abuela me contaba sus vidas. Y a menudo tenía que leerlas mientras mis compañeros comían. Son historias prodigiosas.
P: ¿Qué sería necesario para incluir a Carandell en el santoral?
R: No he conseguido del todo vivir sin hacer daño a nadie. Pero no he causado grandes males. Para la canonización hace falta al menos un milagro y ése no me saldrá fácilmente.
P: ¿Qué ha significado la religión en su vida?
R: Para mí y para muchos de mi generación ha sido una "cultura".
P: ¿Qué episodios contaría en el "martirologio" del franquismo?
R: Conocí a muchos que padecieron persecución durante el franquismo. Personas a las que yo estimaba. Pero mentiría si dijera que yo fui víctima suya. No quiero ni puedo apuntarme al "martirologio".
P: ¿Cómo ve el franquismo alguien que creció en el ideal de los nacionales, se vistió de requeté y saludó personalmente a Franco?
R: Es una época que me resulta familiar. Me crié en ella y no puedo sentir odio. Pero con el tiempo comprendí que había causado a los españoles, a su cultura, a su futuro, un daño difícil de reparar.
P: De sus inicios en el periodismo allá por el 49 dijo que "era una época bastante cutre de la prensa española". ¿Esa cutrez ahora por qué se ha sustituido?
R: Me refería a lo poco que cobraban y lo mal que vivían. También a la cutrez de las redacciones. Ahora esto no se ve, pero no hay que creer que los periodistas bien pagados sean representativos de toda la profesión.
P: ¿Tiene pesadillas alguna vez con el intento de golpe de Tejero que presenció?R: Pienso a veces con inquietud lo que podía haber sucedido. Lo primero que pensé fue: "si yo que estoy aquí todos los días escuchando discursos, no vengo hoy, me muero del disgusto".
P: ¿Cuáles son las secuelas del "parlamentarismo", enfermedad que, dice, sufren los cronistas de las Cortes?
R: Es contagioso, incluso para los que no hablan en la cámara.
P: Muchos creen que vivimos de expectativas. ¿Cuáles son las suyas ahora?
R: Mi expectativa es "a ver lo que se me ocurre o si se me ocurre algo