Carlos Alcaraz, junto a su padre en una imagen publicada en las redes sociales del tenista

Carlos Alcaraz, junto a su padre en una imagen publicada en las redes sociales del tenista

Tenis

El padre de Carlos Alcaraz renuncia al carísimo último regalo de su hijo por un motivo que es toda una lección de vida

El progenitor del campeón español rechazó un Aston Martin de su hijo por coherencia y humildad, en una historia que emociona y enseña.

Más información: Este es el millonario premio que ha ganado Carlos Alcaraz tras ganar la final del Masters 1.000 de Cincinnati ante Sinner

Publicada
Actualizada

En un mundo donde el éxito suele medirse por los lujos que se pueden mostrar, Carlos Alcaraz y su familia representan una rara excepción.

El tenista murciano, que ha conquistado ya cinco títulos de Grand Slam y lidera el circuito con ingresos millonarios, intentó sorprender a su padre con un regalo digno de una estrella de Hollywood: un Aston Martin.

El gesto tenía una profunda carga emocional. Carlos Alcaraz González, padre del tenista, había soñado desde joven con tener algún día un coche de esa marca.

Era una aspiración que sonaba casi a fantasía, sobre todo si se recuerda que su carrera como promesa del tenis español se vio truncada en su adolescencia por falta de recursos.

Con tan solo 14 años, tuvo que rechazar una beca para entrar en la prestigiosa Academia de Bruguera porque la matrícula -80.000 pesetas de entonces- era inasumible para su familia.

Aquel sueño deportivo se vio interrumpido, pero la pasión por el tenis no se apagó. Carlos padre se reinventó como entrenador, fundó una escuela en Murcia y sembró el terreno para que su hijo, Carlitos, floreciera como uno de los talentos más espectaculares que ha visto este deporte.

La historia dio un giro inesperado y maravilloso: lo que él no pudo conseguir con una raqueta, lo está logrando su hijo ante los ojos del mundo.

Un sueño cumplido

Por eso, cuando Carlos hijo apareció un día en casa con un Aston Martin como regalo para su padre, estaba cumpliendo una vieja promesa no dicha.

Pero la reacción del progenitor dejó a todos sorprendidos. "¿Cuándo voy a conducir este coche?", le preguntó a Carlitos con un gesto más preocupado que emocionado, según reveló Alfredo Sarriá, amigo íntimo de la familia.

La respuesta se encontraba en el contexto: viven en El Palmar, una localidad murciana donde ese tipo de coche no es nada común y llamaría demasiado la atención de todos sus vecinos.

Más allá de la discreción, el padre de Alcaraz no quería que su hijo gastara dinero en algo innecesario solo por agasajarlo.

De hecho, el coche permanece aparcado la mayor parte del año y la familia contempla venderlo. Sarria lo resumió con claridad: "Carlos no quiere que Carlitos esté gastando dinero en estas cosas. Tal vez lo vendan pronto, porque no lo van a usar".

La historia, incluida en la biografía Being Carlos Alcaraz: The Man Behind the Smile, del periodista Mark Hodgkinson, revela el espíritu que mueve al campeón español.

Humildad y esfuerzo

En el corazón de su familia se mantienen vivos los valores que lo formaron: humildad, esfuerzo y una sorprendente normalidad pese a la fama.

No es la única muestra. En otra anécdota recogida en el mismo libro, se detalla cómo Alcaraz donó cerca de 2.000 pelotas de tenis usadas a su antigua escuela.

El objetivo era sencillo pero simbólico: evitar el ruido de las sillas metálicas al arrastrarse por el suelo, que molestaba a los profesores. Una solución práctica que habla del carácter de alguien que, pese a haber llegado a lo más alto, sigue conectado con sus orígenes.

Carlos Alcaraz es hoy uno de los deportistas más codiciados por las marcas. Su contrato con Nike supera los 150 millones de libras por una década y sus ingresos en 2025 rondan ya los 11 millones de dólares en premios solo por torneos.

Carlos Alcaraz posa con el título de Roland Garros junto a su familia.

Carlos Alcaraz posa con el título de Roland Garros junto a su familia. REUTERS

A sus 22 años, ya ha ganado más que Nadal, Federer o Djokovic a su misma edad. Sin embargo, en su entorno más cercano, no se pierde de vista el mensaje que su padre quiso transmitir con aquel gesto de renuncia.

Es fácil imaginar que cualquier padre se sentiría orgulloso de que su hijo triunfe en la vida y más aún si ese éxito llega cargado de reconocimiento y riqueza.

Pero Carlos Alcaraz González ha preferido dar una lección que va más allá del tenis: lo verdaderamente valioso no se compra ni se mide en caballos de potencia. Es una enseñanza silenciosa pero rotunda, que probablemente su hijo recuerde.

Mientras tanto, el joven campeón continúa su carrera en lo más alto del circuito, sin perder el foco ni la sonrisa. Ya piensa, dicen, en comprarse un Lamborghini.

Aunque añade: "no ahora, tal vez cuando sea más mayor". Las raíces siguen firmes, el vuelo apenas ha comenzado. Y en El Palmar, sigue habiendo un Aston Martin aparcado... como símbolo de algo mucho más grande que el lujo.