Nunca Nadal soñó ganar tantos trofeos y nunca los españoles soñamos tener un deportista de tal calibre. Tampoco nunca un deportista volvió a la cima tras tantos contratiempos ni vimos a nadie con una mente tan prodigiosa, preparada para la lucha extenuante y la variedad táctica en igual medida. Y nunca vimos tan cerca a un portento como Rafa Nadal, el dios de la tierra, el héroe de España.

Con una exhibición sublime -en la que destrozó a uno de los mejores tenistas de la historia -volvió a emocionarnos como en sus mejores días. A pesar de la larga inactividad y de presentarse en Roland Garros con escasos partidos en las piernas, el Nadal de los 34 años calcó al de su juventud, rápido de piernas y excelso de cabeza: el ceño fruncido, la mirada fija y el movimiento continuo.

Tanto se mueve en los mejores días que termina por convertirse en un ciclón que arrolla todo lo que encuentra a su paso. No importa que se llame Federer o Djokovic, cuando Nadal entra en erupción sobre la tierra su fuego maniata a sus rivales, los golpea con furia o los desborda con la delicadeza de una bandeja.  Sus rivales no están en una pista de tenis, están en un potro de tortura.

Rafa Nadal, en la final de Roland Garros 2020

Rafa Nadal, en la final de Roland Garros 2020 Reuters

En él estuvo el serbio todo el partido, esperando en vana que Nadal desfalleciera o que se apiadara de su correr y golpear sin sentido. Pero en los relatos épicos no queda sitio para los perdedores y nuestro héroe sólo le concederá un apretón de manos como consuelo de sus desdichas. Djokovic luchó con bravura en el último set, pero no pudo impedir que Rafa ganara su decimotercer título en su torneo favorito, las mismas ligas de campeones que tiene su querido Real Madrid.

Las personas son irrepetibles y los deportistas no son una excepción. Será difícil que tengamos a otro de los nuestros con tantos éxitos, pero más difícil será que tenga la prudencia y la humildad que muestra cada día. Nadal trasciende al deporte, porque en esta España necesitada de referentes, el mallorquín sobresale como un personaje de leyenda. Será difícil encontrar a otro en sólo una vida. ¡Dios salve a Nadal!