James celebra uno de sus goles ante el Sevilla.

James celebra uno de sus goles ante el Sevilla. EFE

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El Madrid tritura al Sevilla en su mejor partido de la temporada

Los de Zidane sentencian la eliminatoria en la ida (3-0) con un excelso James Rodríguez, que marcó dos goles. Los blancos bordaron el fútbol en la primera parte, electrocutando las ideas de Sampaoli.

4 enero, 2017 23:09
Madrid

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Año nuevo, vida vieja. El Madrid del 2017 siguió la racha de 2016 y no sufrió ni un segundo para golear al Sevilla. Su único cambio fue a bien, ya que no tuvo una de esas desconexiones que le caracterizaban. Fue un baño de arriba a abajo, con 45 minutos (los primeros) de auténtico recital. El Madrid jugó como nunca. Fue su mejor partido de la temporada y quizá de la era Zidane. Salvo catástrofe en el Pizjuán el próximo jueves 12, estará en cuartos. [Narración y estadísticas: Real Madrid 3-0 Sevilla]

Entraba el aficionado madridista al Bernabéu con un cruce de sensaciones. Salió, claro, con todas las dudas resueltas. El once no animaba a ver lo que después ocurrió. Al contrario. Zidane guardó a muchos de sus estandartes y dejó un mensaje ambiguo sobre la importancia de la Copa. Pero en el fútbol al final vale lo que ocurre en el campo, no antes ni después. El equipo B mostró ganas que acabaron convirtiéndose, mezclada a la calidad que se presupone para un jugador del Real Madrid, en el mejor partido de los blancos de la temporada. El Madrid trituró al Sevilla.

Porque Zidane presentó un once sin Benzema sabiendo que no tenía a Bale y que quiso dejar fuera a Cristiano. "¡Quiere tirar la Copa!", se escuchaba por algunas butacas del Bernabéu. Nada de eso. Algunos lo llaman suerte, pero sea lo que sea, Zidane lo tenía todo calculado. Sacó su centro del campo fetiche (Casemiro, Kroos y Modric) y rodeó a Morata, algo fallón durante el encuentro, de dos de esos que tienen ganas de agradar: James y Asensio. El mallorquín quedó eclipsado por la actuación de otros, como la del colombiano. Se le veía a James con ganas, con rabia. Sabía que era su momento. A los diez minutos encontró un balón en la frontal del área, perfectamente recuperado por Casemiro en tres cuartos de campo, y empezó a pensar que debía hacer. Sin soltar el esférico, fue recorriendo tres o cuatro metros en forma lateral, buscando una mejor posición disparo, y ahí soltó un precioso remate con rosca, que pasó rozando al palo, pero por dentro. Fue el primero de una gran noche de James.

20 minutos después Varane se disfrazó de Ramos. Portentoso cabezazo, también ayudado por la pasividad de la zaga andaluza, tras un saque de esquina puesto por Kroos (¡cómo saca el alemán los córners!). Se veía venir ya que el asedio del Madrid era total. La habían tenido Kroos, Modric, Morata... El Sevilla estaba KO y no salía de su parálisis. Quiso Varane celebrar el gol con Zidane, en una imagen de unidad que recuerda a viejos tiempos con Ancelotti, incluso con Mourinho. Más tarde, ya en el tramo final del primer tiempo, un discutidísimo penalti sobre Modric (lo pitó Mateu Lahoz al ver que era claramente empujado, pero las imágenes muestran que pudo ser su compañero James el que le hiciera la falta) sentenció el partido y seguramente la eliminatoria. Lo tiró James y lo celebró lanzándose en el córner como si fuera el gol de una remontada, muestra inequívoca de las ganas que tenía el colombiano por jugar y agradar.

El baño fue total, de esos que no admiten discusión y en la que dejan un dolor profundo. La mejor primera parte del Madrid de toda la temporada. No podrá apelar el Sevilla al árbitro (que sí les perjudicó en algunas acciones) porque para poder quejarte de otro, se supone que primero has tenido que hacer tus deberes. Así lo dijo Sampaoli, que no puso ni un pero a la goleada madridista. El árbitro, para él, no fue una excusa. El Sevilla no sabía ni donde estaba, ahogado por todas partes, superado por las circunstancias. Sampaoli se encogió en su primera visita a un estadio de los grandes en España, ya que fue superado por un Zidane que poco necesitó para demostrar que va un paso por delante. Cuando se vio la alineación, todos pensaron en que el técnico francés estaba arriesgando mucho. Y era normal pensarlo, sin cinco titulares, entre ellos la BBC al completo. El Madrid devoró a Sampaoli, que convirtió a su Sevilla en lo que antes no se había visto. Parecía un equipo muy menor, quedó atrapado por las ganas de los anteriormente mencionados, de esos jugadores abocados a la suplencia si todos los madridistas están sanos y que mandaron un mensaje claro, rotundo y contundente a Zidane: son futbolistas del primer nivel, para ser titulares y en cualquier momento pueden resolver dificultades.

El Sevilla tuvo alguna, algo normal si se entiende que en un partido es imposible dominar los 90 minutos del juego. Vitolo fallaba la única que tuvo, a Ganso se le fue algo desviado un cabezazo y Correa erró otras dos que prácticamente le sentencian como titular. En todas apareció Kiko Casilla, al que también habrá que reconocer que estuvo perfecto en el trabajo que tuvo. Dejó pues el Sevilla una profunda decepción para aquellos que buscaban igualdad en la eliminatoria. Fue una caricatura de lo que fue en 2016. El famoso miedo escénico del Bernabéu de antaño resucitó para darle la noche a Sampaoli. Bien le afectó el miedo escénico del Bernabéu. 

Ya en la segunda mitad, el marcador no se movió, pero el Madrid corrigió algo que venia haciendo el año pasado: irse de los partidos, desconectarse y dejar pasar los minutos. Nada de eso. El Madrid dominó, tuvo bastantes ocasiones y hasta se gustó. Y apenas tuvo peligro en su área. E incluso luchó esos balones imposibles, que se hacen más para agradar a la grada que por convicción de que se conseguirá algo. El Bernabéu disfrutó como nunca porque aunque no marcara, veía a un equipo sólido que no fallaba en ninguna línea y que lo que estaba haciendo era algo lógico: guardar esfuerzos para el largo enero que queda, sin necesidad de dejar el control. Fue el partido perfecto, con goleada y sentencia en la primera parte y control y precaución en la segunda.

Le sigue durando la flor a Zidane, dirán sus críticos, pero la realidad es que 38 partidos sin perder ya merece que algo se reconozca al técnico francés. Un año completo en el que ganó más títulos que partidos perdidos y un año, el 2017, que lo comienza sentenciando una eliminatoria bastante difícil al principio. Su equipo volvió a respaldarle y la goleada al Sevilla refuerza su figura. El repaso a Sampaoli le convierte ya en un técnico a tener en cuenta incluso por sus adversarios, porque ¿qué más necesita Zidane para recibir halagos? ¿Ganar la Champions en enero?