Joseba Etxeberria, durante un partido con el Eibar.

Joseba Etxeberria, durante un partido con el Eibar. Europa Press

Fútbol

Joseba Etxeberria (48), exfutbolista, sobre como evitar la ruina: "Hay que invertir en fondos, ladrillo y gimnasios"

El entrenador vasco tuvo su experiencia con negocios paralelos, donde aprendió que no se puede jugar a ser empresario de algo que no se domina.

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En un fútbol donde aún abundan las historias de exjugadores arruinados pocos años después de retirarse, el discurso de Joseba Etxeberria suena a aviso y a manual de supervivencia

Durante toda su carrera, su representante fue su padre. Él se encargaba de las gestiones y de decidir en qué se invertía el dinero que iba generando el futbolista.

El exjugador del Athletic Club reconoció en el podcast de Los Fulanos que, mientras jugaba, apenas miraba nada: confiaba, delegaba en su progenitor y él se centraba en el campo. Ahora ya retirado y asentado como entrenador, esa realidad ha cambiado.

Su padre se hace mayor y él ha decidido ponerse "más encima" de su patrimonio, entender dónde está y hacia dónde se mueve.

Ese paso adelante no es solo un movimiento familiar, sino una lección para cualquier profesional: mientras dura la carrera es fácil escudarse en la falta de tiempo o de conocimientos, pero tarde o temprano llega el momento de tomar el control.

Joseba Etxeberria, entrenando a la SD Eibar.

Joseba Etxeberria, entrenando a la SD Eibar. Europa Press

El vasco admite que es "un mundo que tampoco conoces" y que ha tenido que ponerse al día, pero precisamente por eso insiste en que no se puede vivir eternamente de espaldas a las propias finanzas.

Sus consejos

Durante años, la base de su patrimonio estuvo en el ladrillo: viviendas y locales, el refugio clásico de muchos futbolistas españoles. Ahora, en cambio, habla de "equilibrar" y de repartir mejor los riesgos.

No reniega de los inmuebles, pero los complementa con fondos de inversión y otros productos financieros que le obligan también a formarse y a entender qué está haciendo con su dinero.

Ese giro encierra varios consejos claros para el jugador que se acerca al final de su carrera. Primero, no concentrarlo todo en un solo tipo de activo, por muy seguro que parezca.

Segundo, dedicar tiempo a aprender lo básico del mundo financiero: no se trata de convertirse en experto, sino de tener criterio suficiente para no firmar a ciegas.

Y tercero, asumir que si tu patrimonio depende de tu profesión, debes tratarlo con el mismo rigor con el que cuidas tu físico o tu entrenamiento.

La dificultad de la hostelería

Etxeberria también ha tenido su experiencia en negocios paralelos: en su día montó un gimnasio en Bilbao.

Pero lejos de presumir de empresario todoterreno, extrae de esa etapa una conclusión tajante: no invertir en sectores que exigen una presencia constante si no vas a poder estar. Por eso descarta bares o restaurantes, aunque sean tentaciones habituales para muchos exfutbolistas.

En su visión, un negocio que no puedes supervisar se convierte en un riesgo innecesario. Entre los entrenamientos, los partidos y los viajes, el tiempo es limitado, y dejar un bar o un local de hostelería en manos de terceros sin control real es casi una invitación al problema.

Joseba Etxeberria, durante un Albacete - Mirandés.

Joseba Etxeberria, durante un Albacete - Mirandés. Europa Press

Su recomendación implícita es clara: mejor menos proyectos y más controlados que una cartera de negocios vistosa pero ingobernable.

Pese a hablar de inversiones, patrimonio y productos financieros, Etxeberria insiste en que el dinero no es el centro de todo. Lo define como "solo un punto más", aunque reconoce que es un punto muy importante porque ofrece estabilidad y tranquilidad.

Esa estabilidad es la que permite planificar la vida después del fútbol sin urgencias, elegir proyectos deportivos con algo más de libertad y proteger también a la familia.

Su relato se resume en una idea sencilla: aprovechar el privilegio económico que da el fútbol profesional, pero sin perder la cabeza. Confiar, sí, pero no desentenderse. Invertir, pero sin jugar a ser empresario de algo que no se domina.

Y, sobre todo, dejar que el sentido común marque el camino para que, cuando se apaguen los focos del estadio, no se enciendan las alarmas del banco.