Mientras las brasas devoran montes enteros, la vid se alza como un muro verde: sus hojas frescas y suelos cuidados frenan el ímpetu del fuego, recordando que la naturaleza también sabe defender lo que el hombre cultiva.
Los expertos señalan que los viñedos ejercen a menudo de cortafuegos natural: el riego, el mantenimiento del terreno y la humedad de las cepas contribuyen a frenar la propagación de las llamas y ofrecen una línea de defensa improvisada frente a los incendios. Pero esta vez el escudo biológico no ha sido suficiente.
“Bendita viña”, dice Juan Luis Méndez Rojo, de la bodega familiar que lleva sus apellidos, una de las más afectadas en Valdeorras. “En muchas zonas se ve todo quemado y las viñas verdes”. Es, para el bodeguero gallego, una lección más de que “lo que está cuidado, atendido, aguanta el fuego y es una riqueza”.
El corazón vitivinícola de Galicia atraviesa uno de sus momentos más difíciles. Los incendios forestales que desde hace días arrasan diversas comarcas no solo ponen en riesgo viviendas y masas forestales, sino también los viñedos que sustentan la economía y la identidad cultural de la región.
El humo, las cenizas y las altas temperaturas amenazan con arruinar una cosecha clave para denominaciones de origen históricas como Valdeorras, Monterrei o Ribeiro. Entre la preocupación de los viticultores y la movilización de equipos de emergencias, el sector observa con incertidumbre un futuro marcado por la fuerza devastadora del fuego.
Viñas de Méndez Rojo consumidas por el fuego
“Esto es un desastre. Un desastre total”, explica con un hilo de voz José Ramón Rodríguez Castellanos, de Bodegas Joaquín Rebolledo, en Valdeorras. “Todavía no hay datos concluyentes porque aún hay focos activos, pero deben haber ardido entre 15.000 y 16.000 hectáreas”.
“El viñedo actúa de cortafuegos, la viña es difícil que arda y confiamos en que las cepas afectadas puedan sobrevivir, pero las uvas de esas hectáreas van a estar fastidiadas”, anuncia con desesperación.
Araceli Fernández del Palacio, Directora Gerente de Godeval en Valdeorras, corrobora que hay pueblos enteros arrasados, con muy poca información porque los móviles no funcionan. “Mira que hemos sufrido incendios, pero esta vez ha sido tremendo, no recordábamos nada parecido”.
Vendimia de godello en Valdeorras.
“Estas cosas, los desastres, que generan tanto dolor, tienen que servir para aprender, analizar y prevenir. Saber realmente qué puntos somos capaces nosotros de manejar y qué puntos no, qué se está haciendo mal para mejorar; hay que hacer un análisis técnico y profundo de todo esto”, reitera.
Y también una autocrítica. “Si no lo hiciéramos seríamos unos necios. No hay una sola causa, tenemos esa costumbre de buscar un solo culpable solo, pero hay muchísimos factores que tenemos que analizar”, añade. “La solución pasa por admitir el problema”.
En Valdeorras todavía no ha terminado la pesadilla. Con incendios aún activos, siguen estando en peligro. “Es muy pronto para hacer una valoración de lo que ha pasado, pero a nivel de comunidad y social recuperarse va a ser muy, muy duro”, sostiene Fernández del Palacio.
Viñedos de Godeval
La suerte de Rías Baixas
Mientras la tierra de la godello arde, la cuna del albariño, por el momento, se libra del desastre. “En Rías Baixas no nos está afectando, pero toda la zona que está pegada a Castilla y León está sufriendo”, puntualiza Loreto Vázquez Lemos, responsable de comunicación del Consejo Regulador de la D.O. Rías Baixas. “Toda Orense está ardiendo, es una tragedia”.
“Por suerte nosotros estamos bien, el fuego no afectó a ningún viñedo de la zona”, Confirma Manu Méndez, propietario y enólogo de la bodega familiar Gerardo Méndez en Rías Baixas. Las cepas no ardieron, pero sí fueron sometidas a muy altas temperaturas: “Me recuerda a 2006: muchos focos, todos provocados”.
“Es normal que suceda esto porque no permiten limpiar los montes en invierno y en verano son un polvorín”, denuncia Méndez. “Está muy bien legislar, pero si las leyes no son viables y provocan más problemas que soluciones, entonces hay que revisarlas”.
Godello, la uva blanca de moda.
Cenizas de la vergüenza
José Ramón Rodríguez Castellanos, de Bodegas Joaquín Rebolledo, comparte con Cocinillas una dura crítica a Bruselas, al gobierno central, a la Xunta de Galicia y a los ayuntamientos. Son líneas escritas desde la rabia y la tristeza de ver arrasado su pueblo, su comarca, “la siempre olvidada Valdeorras”.
Según apunta este escrito, la denominación solicitó a Bruselas a principios de este año un cambio de uso forestal a agrícola para plantación de nuevo viñedo: “Nos ha sido denegado porque requiere presentar un informe de impacto ambiental”, señala.
Ahora ya no hace falta, asegura Rodríguez Castellanos, “porque ha ardido todo y el impacto ambiental lo ha causado su propia desidia”.
También acusa a determinadas dependencias del gobierno: “El catastro de rústica es una catástrofe. La mayoría de las fincas están a nombre de los abuelos de la generación de nuestros padres, no coincide con la realidad y así es imposible ordenar el medio rural”.
Es como intentar hacer un rascacielos sin planos, afirma. “La consecuencia es una infinidad de parcelas sin limpiar que son gasolina y sentencia de muerte para nuestros montes”.
“Queremos vivir dignamente de nuestro trabajo, pagar nuestros impuestos y contribuir con nuestro granito de arena a que el rural pueda seguir existiendo”, aclara el bodeguero.
Con este panorama, Rodríguez Castellanos aplica el dicho de entre todos la mataron y ella sola se murió: “Ahí tenéis las causas. Las consecuencias tendremos que pagarlas los ciudadanos de a pie”.
