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El consumo de pescado es altamente recomendado por la OMS y la FAO, quienes aconsejan ingerirlo al menos dos veces por semana. Esto equivale a unos 300-400 gramos semanales por persona, ya limpio de vísceras y espinas.

Su valor nutricional es clave, ya que aporta proteínas de alta calidad necesarias para el mantenimiento y reparación de los tejidos del cuerpo. Además, es una excelente fuente de ácidos grasos omega-3, esenciales para la salud cardiovascular y la reducción de la inflamación.

El pescado también proporciona importantes vitaminas y minerales. Destacan la vitamina D, fundamental para la absorción del calcio, y la B12, clave en la función neurológica. Además, su contenido en selenio, zinc y yodo contribuye al buen funcionamiento del organismo.

¿Pescado fresco o congelado?

El pescado congelado es una alternativa más económica al fresco y ofrece ventajas nutricionales y de seguridad. La congelación rápida en alta mar preserva su contenido en proteínas, ácidos grasos y minerales, ya que la pérdida de nutrientes por el frío es mínima.

Su mayor vida útil permite almacenarlo por más tiempo sin perder calidad, lo que facilita el ahorro al comprar en mayor cantidad. Además, hace posible disfrutar de especies fuera de temporada, ampliando las opciones en la dieta sin depender de la oferta del mercado.

Desde el punto de vista de la seguridad alimentaria, el pescado congelado es incluso más seguro, ya que la congelación prolongada reduce la presencia de parásitos como el anisakis. Por ello, a nivel nutricional y sanitario, sus beneficios son comparables a los del pescado fresco.

Los métodos modernos de ultracongelación han reducido al mínimo la pérdida de sabor y textura en el pescado congelado. Aun así, puede percibirse ligeramente más seco o con menos intensidad de sabor, sobre todo si no se descongela correctamente.

Para minimizar estas diferencias, es clave descongelarlo lentamente en la nevera y evitar cambios bruscos de temperatura. Cocinarlo con técnicas que retengan la humedad, como el vapor o el papillote, también ayuda a mantener su jugosidad y sabor.

Cómo hacer que el pescado congelado quede jugoso

Para que el pescado congelado quede tan jugoso como el fresco, es clave almacenarlo correctamente. Debe envolverse bien con un material resistente que evite la formación de hielo y las quemaduras por frío, que son la principal causa de que se reseque.

La descongelación también es fundamental. Lo ideal es dejarlo en la nevera toda la noche dentro de un recipiente cerrado con rejilla en el fondo para que el agua que suelte no afecte su textura. Evitar descongelarlo a temperatura ambiente ayuda a mantener su calidad.

Un truco eficaz para potenciar el sabor y la jugosidad es marinarlo antes de cocinarlo. Unos 30 minutos en una mezcla de aceite de oliva, zumo de limón, sal, ajo y perejil son suficientes para que adquiera más sabor sin complicaciones.

En la cocción, es importante no sobrecocinarlo. Técnicas como el vapor o el papillote ayudan a retener la humedad y mantener su textura tierna. En este último método, se envuelve en papel de horno con hierbas y hortalizas para potenciar el sabor.

Los pescados más grasos quedan deliciosos a la plancha, pero es esencial secarlos bien antes de cocinarlos para evitar que se cuezan en lugar de dorarse. Un truco útil es colocar papel de horno en la sartén para evitar que se pegue. Para la fritura, un buen rebozado protege su carne y la mantiene más jugosa.

Otro método para mejorar la textura del pescado congelado es sumergirlo en leche tras la descongelación. Después de dejarlo en la nevera en un recipiente con rejilla, se introduce en otro recipiente limpio y se cubre con leche, opcionalmente con ajo, perejil o cebolla troceada. Antes de cocinarlo, se seca bien y se sazona al gusto.

Además, la leche también puede usarse durante la cocción de pescados blancos como bacalao, merluza o lubina. Hervirlos en leche y aprovecharla para preparar una salsa cremosa da como resultado un pescado jugoso y lleno de sabor. Este método es ideal para evitar que el pescado quede seco y potenciar su textura suave.

Para poner en práctica estos trucos y conseguir un pescado congelado tan jugoso como el fresco, aquí tienes una receta sencilla y deliciosa. Utiliza el método de la leche para mejorar la textura y potenciar el sabor del pescado, logrando un resultado tierno y sabroso con una salsa cremosa que lo acompaña a la perfección.

Ingredientes de la merluza en salsa cremosa de leche

  • 2 lomos de merluza congelada
  • 400 ml de leche
  • 1 diente de ajo (cortado en láminas)
  • 1/2 cebolla (cortada en trozos grandes)
  • 1 hoja de laurel
  • 1 cucharada de mantequilla
  • 1 cucharada de harina
  • Sal y pimienta al gusto
  • Perejil fresco picado
  • Ralladura de limón (opcional)

Paso 1

Descongelar el pescado correctamente: Colocar los lomos de merluza en la nevera toda la noche dentro de un recipiente con rejilla para que escurra el exceso de agua.

Paso 2

Baño de leche: A la mañana siguiente, sumergir los lomos en un bol con leche y añadir el ajo, la cebolla y la hoja de laurel. Dejar reposar al menos 30 minutos antes de la cocción.

Paso 3

Cocción en leche: Verter la leche con los ingredientes en un cazo y calentar a fuego bajo sin que llegue a hervir. Añadir los lomos de merluza y cocer a fuego suave durante unos 8-10 minutos hasta que estén tiernos. Retirar el pescado y reservar.

Paso 4

Preparar la salsa: En otra sartén, derretir la mantequilla y añadir la harina, removiendo hasta que tome un color ligeramente dorado. Incorporar poco a poco la leche colada (sin los trozos de ajo y cebolla), removiendo con unas varillas para evitar grumos. Cocinar hasta que la salsa espese.

Paso 5

Montaje y presentación: Servir la merluza en un plato, cubrir con la salsa cremosa y espolvorear con perejil fresco picado y un toque de ralladura de limón.

Paso 6

Truco extra: Si se quiere un sabor más intenso, se puede añadir un chorrito de vino blanco a la salsa antes de espesarla.

Esta receta es ideal para aprovechar los beneficios del baño de leche, que ayuda a mejorar la textura del pescado congelado y aporta un sabor más suave y cremoso.